19/06/2015, 01:03
Pocas veces había salido de Uzushiogakure. Conocer mundo, para mí era toda una odisea y lo más parecido a una misiónd e esas que solo se escuchaban en las historias que solían contar los ancianos del clan las noches de verano. Y de hecho, a decir verdad, el lugar más lejano que había visitado era la imponente ciudad de Yamiria y encima lo solía hacer con mamá. No lo hacia por placer, sino pro obligación. Tenía que ir prácticamente arrastrado aunque luego siempre acababa pasándolo bien cuando me escabullía de su manto de protección.
Pero aquel día era distinto. Había oído hablar mucho del Valle del Fin; en casa, en la academia, en las calles de la aldea. Vamos, en un sin fin de colectivos. Pero todos ellos que aquel lugar era un espectáculo visual y todos coincidían en que todo buen shinobi que se precie debía visitarlo al menos una vez en la vida. ¿Sería verdad? Nunca lo sabría a no ser que yo mismo, en persona fuese a verlo. Así que con aquel propósito, salí de casa a hurtadillas por la noche en busca de aquel lugar, punto de unión de los 3 grandes países del mundo actual.
Sin embargo no contaba con el hecho de que la orientación de era mi punto fuerte y era algo que debía mejorar con urgencia. Acabé deambulando por el País del fuego, tratando de retomar el rumbo correcto pero fue en vano. Finalmente acabe en una pequeña aldea llamada Taikarune. No estaba mal y caminando por las calles se escuchaba no dejaba de escuchar grupos de personas que habían ido a un museo de armamento o algo así. Estaba cansado y sabía que acabaría tomando descanso en aquel lugar antes de seguir con mi viaje y porque no, quizás visitaría aquel museo, si es que me lo podía permitir ya que tampoco es que llevase conmigo demasiados ryos.
Al final, acabé sentado en un banco, cercano a la entrada de la aldea y vi como un muchacho, joven como yo y rubio se disponía adentrarse a aquel lugar. De sus manos resaltaban aquellos curiosos guantes repletos de una especie de cableado y engranajes.
*¿Para que servirán?..*
Lograron ser el foco de mi atención pero al mismo tiempo por mi cabeza rondaba la idea de que quizás aquel chico podría acompañarme en mi viaje. Quizás con suerte..
-¡Eh, tú! ¿Vas solo?- alcé mi cabeza hacia él después de llamarle la atención.
La mano diestra empuñaba un palillo repleto de dangos, de los cuales me llevé una de ellos a la boca. La otra estaba apoyada en el respaldo del banco en una posición que aparentemente buscaba ser la mar de confortable, y así lo era.
Pero aquel día era distinto. Había oído hablar mucho del Valle del Fin; en casa, en la academia, en las calles de la aldea. Vamos, en un sin fin de colectivos. Pero todos ellos que aquel lugar era un espectáculo visual y todos coincidían en que todo buen shinobi que se precie debía visitarlo al menos una vez en la vida. ¿Sería verdad? Nunca lo sabría a no ser que yo mismo, en persona fuese a verlo. Así que con aquel propósito, salí de casa a hurtadillas por la noche en busca de aquel lugar, punto de unión de los 3 grandes países del mundo actual.
Sin embargo no contaba con el hecho de que la orientación de era mi punto fuerte y era algo que debía mejorar con urgencia. Acabé deambulando por el País del fuego, tratando de retomar el rumbo correcto pero fue en vano. Finalmente acabe en una pequeña aldea llamada Taikarune. No estaba mal y caminando por las calles se escuchaba no dejaba de escuchar grupos de personas que habían ido a un museo de armamento o algo así. Estaba cansado y sabía que acabaría tomando descanso en aquel lugar antes de seguir con mi viaje y porque no, quizás visitaría aquel museo, si es que me lo podía permitir ya que tampoco es que llevase conmigo demasiados ryos.
Al final, acabé sentado en un banco, cercano a la entrada de la aldea y vi como un muchacho, joven como yo y rubio se disponía adentrarse a aquel lugar. De sus manos resaltaban aquellos curiosos guantes repletos de una especie de cableado y engranajes.
*¿Para que servirán?..*
Lograron ser el foco de mi atención pero al mismo tiempo por mi cabeza rondaba la idea de que quizás aquel chico podría acompañarme en mi viaje. Quizás con suerte..
-¡Eh, tú! ¿Vas solo?- alcé mi cabeza hacia él después de llamarle la atención.
La mano diestra empuñaba un palillo repleto de dangos, de los cuales me llevé una de ellos a la boca. La otra estaba apoyada en el respaldo del banco en una posición que aparentemente buscaba ser la mar de confortable, y así lo era.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa