25/04/2017, 17:11
—Tienes razón —admitió Akame, recostándose hacia atrás.
En Uzushio nunca hubiera pudido disfrutar de aquella tranquilidad en unos baños termales a mediodía. Los establecimientos que Akame conocía en la Villa estaban siempre a rebosar, y eso que la calidad de las termas no era ni de lejos tan buena. Yugakure tenía merecida su fama; incluso un sitio como aquel, pobremente mantenido por un dueño desgraciado y con evidentes problemas económicos, le daba mil vueltas a cualquier homólogo en el Remolino.
Pasaron un rato en silencio hasta que una pregunta volvió a sobrevolar la cabeza del más mayor de los Uchiha. Era un detalle que, en el fragor del momento, no había tenido tanta importancia, pero ahora que lo pensaba dos veces..
—Ralexion-kun —dijo de repente Akame, buscando llamar la atención de su compañero—. Dijiste que no tienes Sharingan. ¿Cómo puede ser eso? ¿No eres Uchiha, acaso?
El moreno giró la cabeza lentamente para clavar sus ojos en la figura de su joven compañero. Pero estos no eran dos trozos de pizarra, como antes, sino un par de orbes manchados de sangre y con dos aspas negras orbitando alrededor de cada pupila.
En Uzushio nunca hubiera pudido disfrutar de aquella tranquilidad en unos baños termales a mediodía. Los establecimientos que Akame conocía en la Villa estaban siempre a rebosar, y eso que la calidad de las termas no era ni de lejos tan buena. Yugakure tenía merecida su fama; incluso un sitio como aquel, pobremente mantenido por un dueño desgraciado y con evidentes problemas económicos, le daba mil vueltas a cualquier homólogo en el Remolino.
Pasaron un rato en silencio hasta que una pregunta volvió a sobrevolar la cabeza del más mayor de los Uchiha. Era un detalle que, en el fragor del momento, no había tenido tanta importancia, pero ahora que lo pensaba dos veces..
—Ralexion-kun —dijo de repente Akame, buscando llamar la atención de su compañero—. Dijiste que no tienes Sharingan. ¿Cómo puede ser eso? ¿No eres Uchiha, acaso?
El moreno giró la cabeza lentamente para clavar sus ojos en la figura de su joven compañero. Pero estos no eran dos trozos de pizarra, como antes, sino un par de orbes manchados de sangre y con dos aspas negras orbitando alrededor de cada pupila.