26/04/2017, 01:57
—Parece que hay muchas cosas que tu madre no sabe sobre nuestra sangre —sentenció Akame, mientras sus ojos rojos refulgían con un brillo extraño—. O que te ha ocultado.
Ralexion torció el gesto. La idea de que su madre le ocultara deliveradamente información tan importante se le hacía imposible, casi insultante. Pobre diablo, la de cosas que desconocía...
»En mi caso, este Sharingan fue un... —dudó un momento—. Regalo. De un buen amigo.
«Sí, ya... seguro que te lo entregó en una caja con un lacito», replicó en la privacidad de su interior. No sabía exactamente a qué se refería a Akame, pero el Uchiha estaba más que seguro de que no era algo tan simple como lo quería pintar su compañero de villa y baño.
A la par que el tatuado se dedicaba unos momentos de reposo -poco podía imaginar Ralexion que en realidad estaba masticando unos sangrientos recuerdos- el genin aprovechó para sumergirse completamente, cabeza incluída, en la terma. Emergió segundos más tarde, con el cabello aplanado y chorreante. Pasó la siniestra por la totalidad de su rostro, apartando el agua.
—Tu madre tiene razón en una cosa. No todos los Uchiha pueden controlar su Sharingan hoy día... Tristemente, nuestro linaje parece destinado a la extinción —era patente el tono de impotente rabia en su voz—. En épocas antiguas, cuando el apellido Uchiha era temido y respetado en todo Oonindo, grandes leyendas surgieron de entre los de nuestro clan. Todos ellos fueron conocidos por su manejo del Sharingan, el Dojutsu más poderoso jamás conocido.
El moreno atendió con interés. En realidad aquellos datos no eran desconocidos para Ralexion. En algunas ocasiones se había molestado en prestar atención en las clases de historia de la academia. Se aclaró la voz.
—De hecho mi nombre viene de una de esas leyendas... —mencionó, tan orgulloso como avergonzado.
Ralexion torció el gesto. La idea de que su madre le ocultara deliveradamente información tan importante se le hacía imposible, casi insultante. Pobre diablo, la de cosas que desconocía...
»En mi caso, este Sharingan fue un... —dudó un momento—. Regalo. De un buen amigo.
«Sí, ya... seguro que te lo entregó en una caja con un lacito», replicó en la privacidad de su interior. No sabía exactamente a qué se refería a Akame, pero el Uchiha estaba más que seguro de que no era algo tan simple como lo quería pintar su compañero de villa y baño.
A la par que el tatuado se dedicaba unos momentos de reposo -poco podía imaginar Ralexion que en realidad estaba masticando unos sangrientos recuerdos- el genin aprovechó para sumergirse completamente, cabeza incluída, en la terma. Emergió segundos más tarde, con el cabello aplanado y chorreante. Pasó la siniestra por la totalidad de su rostro, apartando el agua.
—Tu madre tiene razón en una cosa. No todos los Uchiha pueden controlar su Sharingan hoy día... Tristemente, nuestro linaje parece destinado a la extinción —era patente el tono de impotente rabia en su voz—. En épocas antiguas, cuando el apellido Uchiha era temido y respetado en todo Oonindo, grandes leyendas surgieron de entre los de nuestro clan. Todos ellos fueron conocidos por su manejo del Sharingan, el Dojutsu más poderoso jamás conocido.
El moreno atendió con interés. En realidad aquellos datos no eran desconocidos para Ralexion. En algunas ocasiones se había molestado en prestar atención en las clases de historia de la academia. Se aclaró la voz.
—De hecho mi nombre viene de una de esas leyendas... —mencionó, tan orgulloso como avergonzado.