28/04/2017, 01:17
(Última modificación: 28/04/2017, 01:31 por Uchiha Datsue.)
El Demonio Blanco tenía una difícil decisión que tomar, como cuando tenía que decidir entre quitarle los intestinos a un hombre o aplastarle los ojos con los dedos. Un dilema milenario, tan antiguo como la muerte. En este caso, debía elegir entre una fiel amiga y una antigua amante. Su Ono, sellado en su cadera, siempre le había sido leal. Incondicional. Cortaba cráneos, cuellos, brazos o piernas por igual, sin discriminaciones. Su ninjato, en cambio, sufría más con los huesos gruesos. Pero al contrario que el hacha, era un arma construida única y exclusivamente para matar.
Y no había nada más adorable que matar…
El Demonio Blanco elevó la palma izquierda y, con la derecha, extrajo el ninjato que tantas noches de amor desenfrenado le había dado. La mujer que tenía frente a él, al mismo tiempo, realizó una réplica de su cuerpo a mano izquierda del Demonio Blanco. Una réplica que no compartió hilo con su creadora. Al Demonio Blanco nunca le había gustado aquella técnica. Eran sosa y aburrida. Insulsa. En vez de sangre, aquellos cuerpos expulsaban humo al cortarles en pedacitos. Solo compartían una cosa con su dueña…
… el Yomi. Él pensaba darles el billete de entrada.
Sonrió, dejando que el filo del ninjato acariciase la palma de su mano izquierda, lamiendo su sangre. Un corte que tiñó el filo de rojo púrpura. Su color favorito. Pero aquella no era la sangre que quería, sino la de ella. Una sangre bulliciosa de poder. Lo notaba en el ambiente. En el aire eléctrico que le rodeaba. Era una igual, y por eso se estaba tomando su tiempo para atacar.
Pero la paciencia del Demonio Blanco era de segundos escasos. El fuego de Amateratsu corría por sus venas, alimentando sus músculos de un odio más antiguo que la propia Izanami. Y necesitaba matar como un humano respirar.
Un cadáver. Dos cadáveres. Tres cadáveres. Cuatro cadáveres. Redujo la distancia a tres, con pasos cortos y tan medidos como sus tajos. El filo del ninjato todavía estaba impregnado en sangre, y en algo más…
—¡MUERE!
El filo del ninjato reflejó un destello. Un destello mortal, que cegó a la Shiona original a la vez que la zurda del Demonio Blanco extraía tres shurikens de los dedos diestros y los lanzaba a la diana: uno al torso, otro a la cara y, el tercero y menos importante, al cuello del clon. Quizá hubiese sido inteligente detenerse en ese momento, pero el Demonio Blanco llevaba demasiado tiempo sin matar… Sin respirar.
Dio un pequeño salto, clavó sus talones en el suelo como lo harían las Raíces del Árbol Sagrado, rodilla izquierda estirada, derecha más flexionada, y lanzó un tajo directo al torso del clon, un corte horizontal de izquierda a derecha, buscando partirlo por la mitad y olvidarse de aquel pequeño incordio…
De aquel mosquito.
Y no había nada más adorable que matar…
El Demonio Blanco elevó la palma izquierda y, con la derecha, extrajo el ninjato que tantas noches de amor desenfrenado le había dado. La mujer que tenía frente a él, al mismo tiempo, realizó una réplica de su cuerpo a mano izquierda del Demonio Blanco. Una réplica que no compartió hilo con su creadora. Al Demonio Blanco nunca le había gustado aquella técnica. Eran sosa y aburrida. Insulsa. En vez de sangre, aquellos cuerpos expulsaban humo al cortarles en pedacitos. Solo compartían una cosa con su dueña…
… el Yomi. Él pensaba darles el billete de entrada.
Sonrió, dejando que el filo del ninjato acariciase la palma de su mano izquierda, lamiendo su sangre. Un corte que tiñó el filo de rojo púrpura. Su color favorito. Pero aquella no era la sangre que quería, sino la de ella. Una sangre bulliciosa de poder. Lo notaba en el ambiente. En el aire eléctrico que le rodeaba. Era una igual, y por eso se estaba tomando su tiempo para atacar.
Pero la paciencia del Demonio Blanco era de segundos escasos. El fuego de Amateratsu corría por sus venas, alimentando sus músculos de un odio más antiguo que la propia Izanami. Y necesitaba matar como un humano respirar.
Un cadáver. Dos cadáveres. Tres cadáveres. Cuatro cadáveres. Redujo la distancia a tres, con pasos cortos y tan medidos como sus tajos. El filo del ninjato todavía estaba impregnado en sangre, y en algo más…
—¡MUERE!
El filo del ninjato reflejó un destello. Un destello mortal, que cegó a la Shiona original a la vez que la zurda del Demonio Blanco extraía tres shurikens de los dedos diestros y los lanzaba a la diana: uno al torso, otro a la cara y, el tercero y menos importante, al cuello del clon. Quizá hubiese sido inteligente detenerse en ese momento, pero el Demonio Blanco llevaba demasiado tiempo sin matar… Sin respirar.
Dio un pequeño salto, clavó sus talones en el suelo como lo harían las Raíces del Árbol Sagrado, rodilla izquierda estirada, derecha más flexionada, y lanzó un tajo directo al torso del clon, un corte horizontal de izquierda a derecha, buscando partirlo por la mitad y olvidarse de aquel pequeño incordio…
De aquel mosquito.
Demonio Blanco
–
–
- 1 Ninjato (empuñada, mano derecha)
- Ōkunai (sellado en la palma derecha)
- 10 Shuriken (sellados a lo largo de cada uno de los 10 dedos de las manos)
- 1 Ono (sellada en la cadera, parte derecha)
- 2 Paquete de 5 senbon (sellado en el cuello, parte izquierda y derecha)
1 AO nueva
370/390
-20
–290/300
-5
– -5
–- 1 Ninjato (empuñada, mano derecha)
- Ōkunai (sellado en la palma derecha)
- 10 Shuriken (sellados a lo largo de cada uno de los 10 dedos de las manos)
- 1 Ono (sellada en la cadera, parte derecha)
- 2 Paquete de 5 senbon (sellado en el cuello, parte izquierda y derecha)
1 AO nueva
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado