28/04/2017, 20:44
La violenta reacción del gennin del Remolino cogió por sorpresa a Mugiwara. El dueño apenas pudo retroceder un paso, tembloroso, con el rostro desencajado por la sorpresa y, luego, el miedo. Rápido como el rayo —al menos, comparado con el torpe cuarentón—, Ralexion le agarró con fuerza de la camisa vieja. La tela era tan áspera que raspaba, y el Uchiha pudo sentir que casi se rompía bajo la presión de sus dedos de preadolescente. El fuego de la ira se había extinguido en los ojos de Shigeru, y en su lugar sólo quedaban rescoldos... Rescoldos de miedo.
—Yo... Yo... —balbuceó el deformado, incapaz de articular palabra.
De repente, una mano atrapó la muñeca del brazo de Ralexion con el que él, a su vez, agarraba al dueño. Akame estaba frente a ambos, a escasa distancia, y era su mano la que aferraba al otro gennin. Sus ojos, rojos como la sangre y con dos aspas alrededor de las pupilas, parecían ignorar por completo a Mugiwara Shigeru; estaban fijos en Ralexion.
—Déjalo estar, Ralexion-kun —enunció con voz grave—. No merece la pena que te metas en un lío.
El mayor de los dos Uchiha estaba todavía tal y como había salido del agua; torso desnudo y toalla en la cintura. Su otro brazo reposaba, estático pero tenso, a lo largo de su cuerpo, y sus rodillas estaban ligeramente flexionadas.
«Vamos, maldito inconsciente, no hagas ninguna tontería...»
—Yo... Yo... —balbuceó el deformado, incapaz de articular palabra.
De repente, una mano atrapó la muñeca del brazo de Ralexion con el que él, a su vez, agarraba al dueño. Akame estaba frente a ambos, a escasa distancia, y era su mano la que aferraba al otro gennin. Sus ojos, rojos como la sangre y con dos aspas alrededor de las pupilas, parecían ignorar por completo a Mugiwara Shigeru; estaban fijos en Ralexion.
—Déjalo estar, Ralexion-kun —enunció con voz grave—. No merece la pena que te metas en un lío.
El mayor de los dos Uchiha estaba todavía tal y como había salido del agua; torso desnudo y toalla en la cintura. Su otro brazo reposaba, estático pero tenso, a lo largo de su cuerpo, y sus rodillas estaban ligeramente flexionadas.
«Vamos, maldito inconsciente, no hagas ninguna tontería...»