29/04/2017, 01:57
Shiona dirigió la mirada hacia el cielo cuando un haz de luz, hecho de chakra, cortó la lava y el pergamino en dos y salió despedido hacia el firmamento.
Su cuerpo se dobló, como si alguien le hubiera pegado una patada en el estómago: pero el dolor venía de otra parte. Su brazo derecho había recibido el beso invisible del fuego de mil infiernos, y sintió una cuchillada en el ojo que lo hizo cerrarlo y empezar a llorar. Gritó, gritó como nunca había hecho antes.
Sollozó, temblando de dolor, pero intentando enderezarse. Allí estaba, aquél monstruo con forma humana, medio carbonizado. Brazo derecho, parte del rostro.
Y aquél puto hilo uniendo sus dedos meñique.
«Hija de puta... Hija de puta, es un vínculo... ¿Pero entonces, a qué venía todo el paripé de los kanji? ¿Un engaño?»
—¿Qué te ocurre? —preguntó, con voz gutural pero femenina—. ¿Pensabas que el fuego podría quemarme? ¡Es un INSULTO!
El único ojo que podía mantener abierto la miró a ella, o a él, al Demonio, luego a su mano, luego al fino hilo cerca de su dedo meñique. Suspiró, cerró los ojos, y gritó, todo lo alto que pudo:
—¡¡A LA MIERDA, HIJA DE LA GRAN PUTA, AAAAAAAAAAAAAAH!! —Haciendo acopio de todo su valor y su resistencia, iluminó un dedo de su mano derecha con una flama de color azul intenso, chakra concentrado al extremo. Extendió el meñique al que estaba atado el hilo, y segó, a la vez que cauterizó, la falange por la mitad—. ¡¡Aaaaaggggh!!
La llama de su otra mano se apagó y cerró el puño sobre su dedo, volviendo a caer de rodillas. Apretó los dientes y siseó, resistiendo el dolor, y, con dificultad, volvió a levantarse.
«Es peor de lo que pensaba. Es capaz... Es capaz de derrotarme. Debería... Por Uzushio. No, por la paz. Por el mundo.»
Shiona volvió a personarse en la dimensión de Haskoz. Se agachó frente al cuerpo sin consciencia del genin, levantó un poco su ropa por el costado, y posó suavemente sus dos dedos índice y corazón...
—Espero que nunca tengas que utilizar esto, Haskoz-kun. Lo espero de corazón. Por ti.
«Tengo que pensar muy bien los siguientes movimientos. Si vuelve a hacer esa extraña técnica, tendré que cortarme el otro pulgar. Me puedo ir olvidando de hacer ciertas técnicas de sellado con la mano izquierda», pensó, con tristeza. «Tengo... tengo que detenerla.»
Shiona jadeó, con el corazón bombeándole a mil por hora. No podía permitirse demasiados errores a partir de ahora. Dado su estado —aún no podía siquiera abrir del todo el ojo afectado por la técnica de aquella mujer— y las circunstancias, no podía esperar mucho más que sacrificarse por el bien de su aldea.
Ya había vivido mucho tiempo, al fin y al cabo.
Aunque, por supuesto, eso no iba a hacer que se rindiera tan fácilmente.
—Eres un demonio.
Se quitó el kimono de kage para pelear mejor. Debajo llevaba el suyo propio, más ceñido y de color morado, sin mangas. Dos mitones de color negro cubrían sus brazos hasta casi las axilas.
Metió la mano entre el kimono, sorteando el cinturón, y la posó en su estómago. Puf, otra nube de humo, y de ella, otro pergamino, que desplegó frente a ella. El kanji 水 que rezaba en el papel brilló con una luz muy intensa, antes de estallar en un chorro gigantesco de agua a presión que se dirigió directo hacia su contrincante.
Y así, como si alguien hubiera abierto una tubería, fue como el Cráter de la Hoja se transformó, poco a poco, en un lago de agua salada, como si alguien hubiera teleportado allí un pequeño trozo de mar. Shiona se preparó y dio un salto cuando el agua empezó a mandar oleaje bajo sus pies. Posó las suelas y trató de estabilizarse como pudo, mientras el pergamino ya se hundía en el propio agua y seguía emitiendo y emitiendo litros de espuma marina.
Las olas, gigantescas como en una tormenta, arrancaron trozos de suelo e hicieron más profundo todavía el cráter para hacerse espacio. Se agitaban, zarandeando a los que navegaban por su superficie con sus zapatos hechos de chakra, pero ágilmente la Uzukage saltaba y sorteaba olas hasta que, aún fiero, el mar se estabilizó un poco. Estaba acostumbrada a entrenar sobre la superficie marina inestable de la Aldea del Remolino, que no en vano tenía ese nombre.
Aún ni con esas había suficiente lugar para tanto líquido, tanto es así que el agua desparramó por el bosque hasta que se formaron orillas donde antes no había más que tierra yerma.
«Esto prepara el terreno para el acto final, si es que de verdad tiene que llegar.»
Como si algún Dios aburrido hubiera escuchado las olas, más propias de un mar en la tempestad que de un apacible lago en medio del bosque, el cielo empezó a nublarse, tintando de un tono gris desesperanzador el hermoso conjunto violeta de Shiona. En la lejanía, se oyó un trueno.
Shiona abrió el ojo malherido con dificultad, y abrió y cerró los dedos de ambas manos. El dolor estaba empezando a remitir, pero la batalla aún no había terminado, ni con ella el sufrimiento de otra clase.
Su cuerpo se dobló, como si alguien le hubiera pegado una patada en el estómago: pero el dolor venía de otra parte. Su brazo derecho había recibido el beso invisible del fuego de mil infiernos, y sintió una cuchillada en el ojo que lo hizo cerrarlo y empezar a llorar. Gritó, gritó como nunca había hecho antes.
Sollozó, temblando de dolor, pero intentando enderezarse. Allí estaba, aquél monstruo con forma humana, medio carbonizado. Brazo derecho, parte del rostro.
Y aquél puto hilo uniendo sus dedos meñique.
«Hija de puta... Hija de puta, es un vínculo... ¿Pero entonces, a qué venía todo el paripé de los kanji? ¿Un engaño?»
—¿Qué te ocurre? —preguntó, con voz gutural pero femenina—. ¿Pensabas que el fuego podría quemarme? ¡Es un INSULTO!
El único ojo que podía mantener abierto la miró a ella, o a él, al Demonio, luego a su mano, luego al fino hilo cerca de su dedo meñique. Suspiró, cerró los ojos, y gritó, todo lo alto que pudo:
—¡¡A LA MIERDA, HIJA DE LA GRAN PUTA, AAAAAAAAAAAAAAH!! —Haciendo acopio de todo su valor y su resistencia, iluminó un dedo de su mano derecha con una flama de color azul intenso, chakra concentrado al extremo. Extendió el meñique al que estaba atado el hilo, y segó, a la vez que cauterizó, la falange por la mitad—. ¡¡Aaaaaggggh!!
La llama de su otra mano se apagó y cerró el puño sobre su dedo, volviendo a caer de rodillas. Apretó los dientes y siseó, resistiendo el dolor, y, con dificultad, volvió a levantarse.
«Es peor de lo que pensaba. Es capaz... Es capaz de derrotarme. Debería... Por Uzushio. No, por la paz. Por el mundo.»
···
Shiona volvió a personarse en la dimensión de Haskoz. Se agachó frente al cuerpo sin consciencia del genin, levantó un poco su ropa por el costado, y posó suavemente sus dos dedos índice y corazón...
—Espero que nunca tengas que utilizar esto, Haskoz-kun. Lo espero de corazón. Por ti.
···
«Tengo que pensar muy bien los siguientes movimientos. Si vuelve a hacer esa extraña técnica, tendré que cortarme el otro pulgar. Me puedo ir olvidando de hacer ciertas técnicas de sellado con la mano izquierda», pensó, con tristeza. «Tengo... tengo que detenerla.»
Shiona jadeó, con el corazón bombeándole a mil por hora. No podía permitirse demasiados errores a partir de ahora. Dado su estado —aún no podía siquiera abrir del todo el ojo afectado por la técnica de aquella mujer— y las circunstancias, no podía esperar mucho más que sacrificarse por el bien de su aldea.
Ya había vivido mucho tiempo, al fin y al cabo.
Aunque, por supuesto, eso no iba a hacer que se rindiera tan fácilmente.
—Eres un demonio.
Se quitó el kimono de kage para pelear mejor. Debajo llevaba el suyo propio, más ceñido y de color morado, sin mangas. Dos mitones de color negro cubrían sus brazos hasta casi las axilas.
Metió la mano entre el kimono, sorteando el cinturón, y la posó en su estómago. Puf, otra nube de humo, y de ella, otro pergamino, que desplegó frente a ella. El kanji 水 que rezaba en el papel brilló con una luz muy intensa, antes de estallar en un chorro gigantesco de agua a presión que se dirigió directo hacia su contrincante.
Y así, como si alguien hubiera abierto una tubería, fue como el Cráter de la Hoja se transformó, poco a poco, en un lago de agua salada, como si alguien hubiera teleportado allí un pequeño trozo de mar. Shiona se preparó y dio un salto cuando el agua empezó a mandar oleaje bajo sus pies. Posó las suelas y trató de estabilizarse como pudo, mientras el pergamino ya se hundía en el propio agua y seguía emitiendo y emitiendo litros de espuma marina.
Las olas, gigantescas como en una tormenta, arrancaron trozos de suelo e hicieron más profundo todavía el cráter para hacerse espacio. Se agitaban, zarandeando a los que navegaban por su superficie con sus zapatos hechos de chakra, pero ágilmente la Uzukage saltaba y sorteaba olas hasta que, aún fiero, el mar se estabilizó un poco. Estaba acostumbrada a entrenar sobre la superficie marina inestable de la Aldea del Remolino, que no en vano tenía ese nombre.
Aún ni con esas había suficiente lugar para tanto líquido, tanto es así que el agua desparramó por el bosque hasta que se formaron orillas donde antes no había más que tierra yerma.
«Esto prepara el terreno para el acto final, si es que de verdad tiene que llegar.»
Como si algún Dios aburrido hubiera escuchado las olas, más propias de un mar en la tempestad que de un apacible lago en medio del bosque, el cielo empezó a nublarse, tintando de un tono gris desesperanzador el hermoso conjunto violeta de Shiona. En la lejanía, se oyó un trueno.
Shiona abrió el ojo malherido con dificultad, y abrió y cerró los dedos de ambas manos. El dolor estaba empezando a remitir, pero la batalla aún no había terminado, ni con ella el sufrimiento de otra clase.
Shiona, Sandaime Uzukage
– (-200)
– (-2) (-5) (-5) (regen. impedida)
- 10 Fuuma Shuriken (sellados en los mitones, cinco en cada brazo)
- 2 Ninjato (uno sellado en la palma derecha, otro empuñado)
- 50 Shuriken (sellados a lo largo de cada uno de los 10 dedos de las manos)
- 6 paquetes de hilo (sellados en los mitones, en el dorso de las manos, 3 en cada una)
- 2 pergaminos medianos con relámpagos sellados en cada uno de los muslos (50 PV de daño por impacto directo)
Haskoz
–
–
2 AO
250/450
82/270
- 10 Fuuma Shuriken (sellados en los mitones, cinco en cada brazo)
- 2 Ninjato (uno sellado en la palma derecha, otro empuñado)
- 50 Shuriken (sellados a lo largo de cada uno de los 10 dedos de las manos)
- 6 paquetes de hilo (sellados en los mitones, en el dorso de las manos, 3 en cada una)
- 2 pergaminos medianos con relámpagos sellados en cada uno de los muslos (50 PV de daño por impacto directo)
Haskoz
1/180
10/60
2 AO