29/04/2017, 15:03
Le resultaba un tanto perturbador aquel enorme agujero que ahora era una cicatriz en la faz de la tierra. Quizás, lo más inquietante era la sensación residual que se agitaba por los alrededores. Casi podía asegurar que había algo de siniestro en aquel sitio, y, teniendo en cuenta que había sido una villa cuyos miles de habitantes fueron vaporizados en un instante, era natural que una muerte tan fulminante dejara atrás alguna anomalía.
“Es aterrador el pensar que esto no fue un accidente, sino que es obra de un acto bélico… De alguien para quien la vida ajena era algo poco más que insignificante.”
El viento comenzó a soplar con su inusual silbido, un sonido que lograba conseguir que el posterior silencio fuese sobrecogedor. La polvorienta neblina se acumulaba y dispersaba de manera irregular, revelando y ocultando lugares según como cambiara el viento. Kōtetsu, caminaba observando todo aquello que aparecía ante su vista, aunque pocas eran las variaciones entre un sitio y otro, pues la destrucción era igual por donde se le mirase. Sin embargo, detrás de una de las tantas nubes informes, consiguió divisar lo que parecía ser una figura humana. Debía de tener aproximadamente su estatura, y daba la impresión de que estaba vagando en círculos.
El corazón del Hakagurē dio un pequeño salto cuando la silueta miro hacia donde él se encontraba. Dadas las circunstancias, le parecía mucho más probable que se tratase de un alma en pena que de una persona caminando por aquel yermo desolado. Se vieron a lo lejos, y lo único que pudo hacer fue levantar la mano en señal de respetuoso saludo, como esperando que la figura se desvaneciera en el aire, dándole pruebas de que se trataba de un espectro.
“Es aterrador el pensar que esto no fue un accidente, sino que es obra de un acto bélico… De alguien para quien la vida ajena era algo poco más que insignificante.”
El viento comenzó a soplar con su inusual silbido, un sonido que lograba conseguir que el posterior silencio fuese sobrecogedor. La polvorienta neblina se acumulaba y dispersaba de manera irregular, revelando y ocultando lugares según como cambiara el viento. Kōtetsu, caminaba observando todo aquello que aparecía ante su vista, aunque pocas eran las variaciones entre un sitio y otro, pues la destrucción era igual por donde se le mirase. Sin embargo, detrás de una de las tantas nubes informes, consiguió divisar lo que parecía ser una figura humana. Debía de tener aproximadamente su estatura, y daba la impresión de que estaba vagando en círculos.
El corazón del Hakagurē dio un pequeño salto cuando la silueta miro hacia donde él se encontraba. Dadas las circunstancias, le parecía mucho más probable que se tratase de un alma en pena que de una persona caminando por aquel yermo desolado. Se vieron a lo lejos, y lo único que pudo hacer fue levantar la mano en señal de respetuoso saludo, como esperando que la figura se desvaneciera en el aire, dándole pruebas de que se trataba de un espectro.
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