29/04/2017, 16:34
El Demonio Blanco contempló divertido como la mujer se cercenaba un dedo, con la sonrisa de un niño al ver realizarse una travesura. El hilo negro anudado al meñique cayó junto a la falange, mientras la mujer le gritaba todo tipo de improperios. Los insultos no le ofendieron, pero otra cosa sí lo hizo: no hubo fuegos artificiales para su vista. Tampoco la dulce fragancia del líquido carmesí inundando su olfato.
Nada.
—¿Yo? —rugió, fuera de sí, mientras llevaba su mano, aquella sí ensangrentada, a su cuello. De él extrajo cinco agujas—. Tú sí que eres una grandísima hija de la gran puta… ¡TE VOY A SACAR LA SANGRE A HOSTIAS!
Primero el brazo, luego el dedo. Si algo ponía de mal humor al Demonio Blanco, eso era la gente cabezuda que se negaba a sangrar. O a que los demás sangrasen. Pero más tozudo era él, que había tirado las puertas del Yomi abajo a cabezazos. Hizo un rápido movimiento con la zurda, mientras la mujer se levantaba, y los senbon teñidos por su propio líquido carmesí volaron indiscriminadamente hacia el torso de ella. Pequeñas agujas insignificantes, podría decir…
Probablemente no hablaría tanto cuando terminase como el cuerpo de un erizo.
Su mano se desplazó al otro lado de su cuello. A por más agujas. A por más picotazos que lanzar. Pero entonces ella hizo una afirmación que le hizo reír desde lo más profundo de su alma:
—Eres un demonio.
Pues claro que lo era. Así lo llamaban. El Demonio Blanco.
—No siempre fui uno —Misma respuesta. Misma carcajada.
Pero aquella afirmación le evocó a algo. A alguien. Una mujer que le había matado. O a él mismo. O quizá a ambas cosas. La pelirroja se quitó el kimono. Con este recuerdo en mente, el Demonio Blanco cambió de idea, e iluminó su dedo índice y corazón de un chakra oscuro, negro como la ponzoña. Entonces, restregó dedos y palma por su rostro, lengua, labios… embadurnándose de sangre. Ahora estaba tan listo como ella.
Pero a la pelirroja le gustaba usar trucos molestos. Alzó otras fauces ante él, dispuestas a abrirse de nuevo. Reconoció el símbolo iluminado en el pergamino: la sangre de Susano'o. No le gustaba especialmente aquel tipo de sangre. Era limpia, clara, insulsa… Todo lo contrario a lo que debería ser.
Su mano entrelazó el sello del carnero, y de pronto se encontraba al otro lado del torrente de agua, que salía del pergamino como si se tratase de una herida abierta. Una herida abierta en el mismísimo cuello de Susano’o. Pero no solo se encontraba detrás del pergamino… también lo estaba de ella.
Se notaba cansado. Como si alguien hubiese extinguido el oxígeno del mundo para ahogar el fuego que corría por sus venas, sofocándolo. Pero más se tendrían que esforzar si querían subyugar al Demonio Blanco. Su única mano rodeó el cuello de la mujer, atrayéndola hacia él, apretando…
Sus labios se deslizaron por la oreja derecha de ella de forma tierna:
—Sé mi amante esta noche —susurró, y le dio un beso en el lóbulo. Una carantoña. Un simple mordisquito pasional que le arrancó de cuajo parte de la oreja.
A medida que el agua iba subiendo y subiendo, su antebrazo iba ejerciendo cada vez más presión…
Nada.
—¿Yo? —rugió, fuera de sí, mientras llevaba su mano, aquella sí ensangrentada, a su cuello. De él extrajo cinco agujas—. Tú sí que eres una grandísima hija de la gran puta… ¡TE VOY A SACAR LA SANGRE A HOSTIAS!
Primero el brazo, luego el dedo. Si algo ponía de mal humor al Demonio Blanco, eso era la gente cabezuda que se negaba a sangrar. O a que los demás sangrasen. Pero más tozudo era él, que había tirado las puertas del Yomi abajo a cabezazos. Hizo un rápido movimiento con la zurda, mientras la mujer se levantaba, y los senbon teñidos por su propio líquido carmesí volaron indiscriminadamente hacia el torso de ella. Pequeñas agujas insignificantes, podría decir…
Probablemente no hablaría tanto cuando terminase como el cuerpo de un erizo.
Su mano se desplazó al otro lado de su cuello. A por más agujas. A por más picotazos que lanzar. Pero entonces ella hizo una afirmación que le hizo reír desde lo más profundo de su alma:
—Eres un demonio.
Pues claro que lo era. Así lo llamaban. El Demonio Blanco.
—No siempre fui uno —Misma respuesta. Misma carcajada.
Pero aquella afirmación le evocó a algo. A alguien. Una mujer que le había matado. O a él mismo. O quizá a ambas cosas. La pelirroja se quitó el kimono. Con este recuerdo en mente, el Demonio Blanco cambió de idea, e iluminó su dedo índice y corazón de un chakra oscuro, negro como la ponzoña. Entonces, restregó dedos y palma por su rostro, lengua, labios… embadurnándose de sangre. Ahora estaba tan listo como ella.
Pero a la pelirroja le gustaba usar trucos molestos. Alzó otras fauces ante él, dispuestas a abrirse de nuevo. Reconoció el símbolo iluminado en el pergamino: la sangre de Susano'o. No le gustaba especialmente aquel tipo de sangre. Era limpia, clara, insulsa… Todo lo contrario a lo que debería ser.
Su mano entrelazó el sello del carnero, y de pronto se encontraba al otro lado del torrente de agua, que salía del pergamino como si se tratase de una herida abierta. Una herida abierta en el mismísimo cuello de Susano’o. Pero no solo se encontraba detrás del pergamino… también lo estaba de ella.
Se notaba cansado. Como si alguien hubiese extinguido el oxígeno del mundo para ahogar el fuego que corría por sus venas, sofocándolo. Pero más se tendrían que esforzar si querían subyugar al Demonio Blanco. Su única mano rodeó el cuello de la mujer, atrayéndola hacia él, apretando…
Sus labios se deslizaron por la oreja derecha de ella de forma tierna:
—Sé mi amante esta noche —susurró, y le dio un beso en el lóbulo. Una carantoña. Un simple mordisquito pasional que le arrancó de cuajo parte de la oreja.
A medida que el agua iba subiendo y subiendo, su antebrazo iba ejerciendo cada vez más presión…
Demonio Blanco
–
–
- 1 Ninjato (perdida en la lava)
- Ōkunai (sellado en la palma derecha, ahora perdido, junto con el brazo)
- 10 Shuriken (5 sellados en la mano izquierda, los otros perdidos junto con la mano derecha)
- 1 Ono (sellada en la cadera, parte derecha)
- 2 Paquete de 5 senbon ( 1 sellado en el cuello, parte izquierda; el otro usado)
1 AO nueva
170/390
45/300
-14
– - 1 Ninjato (perdida en la lava)
- Ōkunai (sellado en la palma derecha, ahora perdido, junto con el brazo)
- 10 Shuriken (5 sellados en la mano izquierda, los otros perdidos junto con la mano derecha)
- 1 Ono (sellada en la cadera, parte derecha)
- 2 Paquete de 5 senbon ( 1 sellado en el cuello, parte izquierda; el otro usado)
1 AO nueva
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado