30/04/2017, 17:35
Las ratas parecían inquietas, pero ella no se detuvo en su empeño de atravesar aquella línea defensiva que la separaba de su objetivo. Nada, ni nadie, iba a impedir que Izumi cumpliese su misión para gloria y orgullo de Kusagakure.
Conforme se iba acercando, la formación ratil empezaba a desbandarse. No parecían dispuestas a dar la vida por proteger lo que fuese que la chica deseaba coger, así que se fueron apelotonando unas contra otras de forma caótica y luego empezaron a correr de un sitio a otro como si estuviesen en modo pánico. Incluso pudo ver como en la huida se mordían y pisaban unas a otras.
Frente a ella solo quedaron dos, las más valientes o temerarias de entre las suyas. Por un instante, la kunoichi llego a pensar que no le quedaría más remedio que enfrentarse a ellas pero cuando llegó a la altura de los animales, estos se retiraron finalmente. Una de las que paso por debajo de sus pies le soltó otro bocado en el tobillo
—Iff— Izumi no pudo evitar exhalar aire para contener la sensación de dolor, no tenían mandíbulas grandes... pero esos bocaditos como pellizcos picaban lo suyo. Sin embargo, sobre poniéndose al dolor. Siguió avanzando intentando no mostrar ningún dolor, para marcar aún más su presencia entre aquellos bichejos.
Cruzó sobre la extinta barricada y pronto llegó hasta su preciado tesoro. Sin perder más tiempo, recogió todo lo que pudo entre sus brazos y volvió a cruzar la habitación para dejarlo todo una vez más junto a la puerta. Descargado todo el material, regresó una vez y terminó de trasportar todo lo que creyó imprescindible.
Volvió junto a la puerta y una vez más, atascó con una lata la hoja y sacó todo el material rápidamente. Una vez acabado el trasvase, Izumi cerraría la puerta tras ella y comenzaría el trasporte hacia la planta baja en varias rondas. Sin el peligro de acabar en una guerra contra las ratas, podía permitirse dilatar un poco más la situación. Dejaría todo finalmente, junto a la escalera y una vez que hubiera bajado todo los elementos. Comenzaría a rellenar las estanterías restantes rezando para no tener que volver a entrar a ese maldito almacén
"Ya falta poco"
Conforme se iba acercando, la formación ratil empezaba a desbandarse. No parecían dispuestas a dar la vida por proteger lo que fuese que la chica deseaba coger, así que se fueron apelotonando unas contra otras de forma caótica y luego empezaron a correr de un sitio a otro como si estuviesen en modo pánico. Incluso pudo ver como en la huida se mordían y pisaban unas a otras.
Frente a ella solo quedaron dos, las más valientes o temerarias de entre las suyas. Por un instante, la kunoichi llego a pensar que no le quedaría más remedio que enfrentarse a ellas pero cuando llegó a la altura de los animales, estos se retiraron finalmente. Una de las que paso por debajo de sus pies le soltó otro bocado en el tobillo
—Iff— Izumi no pudo evitar exhalar aire para contener la sensación de dolor, no tenían mandíbulas grandes... pero esos bocaditos como pellizcos picaban lo suyo. Sin embargo, sobre poniéndose al dolor. Siguió avanzando intentando no mostrar ningún dolor, para marcar aún más su presencia entre aquellos bichejos.
Cruzó sobre la extinta barricada y pronto llegó hasta su preciado tesoro. Sin perder más tiempo, recogió todo lo que pudo entre sus brazos y volvió a cruzar la habitación para dejarlo todo una vez más junto a la puerta. Descargado todo el material, regresó una vez y terminó de trasportar todo lo que creyó imprescindible.
Volvió junto a la puerta y una vez más, atascó con una lata la hoja y sacó todo el material rápidamente. Una vez acabado el trasvase, Izumi cerraría la puerta tras ella y comenzaría el trasporte hacia la planta baja en varias rondas. Sin el peligro de acabar en una guerra contra las ratas, podía permitirse dilatar un poco más la situación. Dejaría todo finalmente, junto a la escalera y una vez que hubiera bajado todo los elementos. Comenzaría a rellenar las estanterías restantes rezando para no tener que volver a entrar a ese maldito almacén
"Ya falta poco"