1/05/2017, 23:28
(Última modificación: 1/05/2017, 23:28 por Aotsuki Ayame.)
Ella negó con la cabeza. Volvió a escribir en aquella libreta y le enseñó un nuevo mensaje.
—¡Ah, shodō! —exclamó Ayame, sorprendida, mientras la muchacha le daba la vuelta a la hoja y volvía a escribir—. Es la primera vez que veo a alguien que lo practica.
—Ah, disculpa mis modales, Taeko-san. Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —le devolvió la presentación, con una ligera inclinación de cabeza.
Se quedó observando a Taeko durante algunos segundos, mientras ella se afanaba en su tarea. Había vertido el agua del lago que había recogido con el cuenco en el otro recipiente, llenándolo aproximadamente hasta la mitad.
Era una genin de Kusagakure. Era algo que resaltaba a la vista desde su vientre, donde lucía con orgullo la placa de su aldea. Era la primera vez que veía a alguien de aquella aldea, y por una parte Ayame no sabía cómo debía comportarse frente a un extranjero.
Taeko tomó la barra negra y comenzó a frotarla contra la piedra del recipiente. Poco a poco, el agua iba enturbiándose y comenzó a adquirir el color del carbón mientras la barra se iba deshaciendo entre sus dedos. Parecía un proceso laborioso, y Ayame no deseaba desconcentrarla de su tarea, pero había una pregunta que había estado arañando su lengua. Y fue incapaz de reprimirla por más tiempo.
—Perdona que te pregunte... No puedes hablar, ¿verdad? —dijo, con un hilo de voz y el corazón en un puño. La curiosidad le acabaría jugando una mala pasada en algún momento, pero era completamente incapaz de reprimir aquellos impulsos—. ¿Algún tipo de accidente o...?
«No. Vengo a escribir, pues practico shodō. Además vine a admirar el lugar. ¡Es impresionante!»
—¡Ah, shodō! —exclamó Ayame, sorprendida, mientras la muchacha le daba la vuelta a la hoja y volvía a escribir—. Es la primera vez que veo a alguien que lo practica.
«Soy Kikazura Taeko. Un gusto.»
—Ah, disculpa mis modales, Taeko-san. Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —le devolvió la presentación, con una ligera inclinación de cabeza.
Se quedó observando a Taeko durante algunos segundos, mientras ella se afanaba en su tarea. Había vertido el agua del lago que había recogido con el cuenco en el otro recipiente, llenándolo aproximadamente hasta la mitad.
Era una genin de Kusagakure. Era algo que resaltaba a la vista desde su vientre, donde lucía con orgullo la placa de su aldea. Era la primera vez que veía a alguien de aquella aldea, y por una parte Ayame no sabía cómo debía comportarse frente a un extranjero.
Taeko tomó la barra negra y comenzó a frotarla contra la piedra del recipiente. Poco a poco, el agua iba enturbiándose y comenzó a adquirir el color del carbón mientras la barra se iba deshaciendo entre sus dedos. Parecía un proceso laborioso, y Ayame no deseaba desconcentrarla de su tarea, pero había una pregunta que había estado arañando su lengua. Y fue incapaz de reprimirla por más tiempo.
—Perdona que te pregunte... No puedes hablar, ¿verdad? —dijo, con un hilo de voz y el corazón en un puño. La curiosidad le acabaría jugando una mala pasada en algún momento, pero era completamente incapaz de reprimir aquellos impulsos—. ¿Algún tipo de accidente o...?