22/06/2015, 12:40
"Oh..."
Kunie se molestó advirtiéndome de que no fuera un espabilado. -¿Cómo? Contesté cuando la kunoichi se giró como símbolo de desaprobación, asegurando que esa no era forma de tratar a las mujeres.
-Hmmm...Bueno, míralo de este modo. Tengo tanto interés en ti, como tú en mi arte. Cómo te dije antes, me interesan las cosas bellas. Son cosas que me inspiran...¿Sabes? Era cierto, era muy atrevido, quizás demasiado, pero esas eran las cosas que me hacían sentir vivo. La vida sin atrevimiento no era vida para mi, reprimirse no era una opción.
Al cabo de un rato Kunie se giró nuevamente y trató de darme una lección, afirmaba que no era buena idea ser tan atrevido con una chica, sobre todo si era una completa desconocida. Entendía perfectamente a lo que se refería, pero lo veía como las normas de un manual de etiqueta, algo que no me interesaba en absoluto. Cada uno podía regirse por aquella filosofía, pero la mía era actuar así, sin dudar. -Entiendo, si te molesta, no lo haré más. Me comportaré para ti como un monje incorruptible, si te hace feliz...
Aún así, me confesó poniéndome una mirada tierna. "Es verdad, nadie puede entender a las mujeres..." que si le mostraba mi arte, me compensaría de alguna forma, o eso creí entender. -Te lo enseñaré, pero quiero que sepas que lo único que pido a cambio, a pesar de que seamos de villas diferentes. Es que seamos amigos, nada más. Aunque si me quieres dar otra cosa no me importará en absoluto jaja. Adorné mis palabras con una leve carcajada final
-Bueno, allá va. Observa atentamente. Aparté mi túnica para que pudiera ver como mi mano que se encontraba más próximo a ella se introducía en mi portaobjetos que se encontraba abierto de par en par, pudiendo verse su contenido, estaba repleto de arcilla blanca en su totalidad. Agarré con la palma de la mano un puñado de aquella arcilla, pero algo fue mal, se pudo escuchar un sonido grotesco, como si algo hubiera engullido aquella arcilla y la masticara durante un instante. Saqué la mano del portaobjetos con el puño cerrado. Cuando el proceso terminó, abrí la mano y Kunie pudo observar un pequeño y minúsculo pajarillo blanquecino que tenía las alas recogidas en la palma de mi mano y que tenía aspecto de ser un pájaro de otro planeta.
-Aquí está, mi arte.
Kunie se molestó advirtiéndome de que no fuera un espabilado. -¿Cómo? Contesté cuando la kunoichi se giró como símbolo de desaprobación, asegurando que esa no era forma de tratar a las mujeres.
-Hmmm...Bueno, míralo de este modo. Tengo tanto interés en ti, como tú en mi arte. Cómo te dije antes, me interesan las cosas bellas. Son cosas que me inspiran...¿Sabes? Era cierto, era muy atrevido, quizás demasiado, pero esas eran las cosas que me hacían sentir vivo. La vida sin atrevimiento no era vida para mi, reprimirse no era una opción.
Al cabo de un rato Kunie se giró nuevamente y trató de darme una lección, afirmaba que no era buena idea ser tan atrevido con una chica, sobre todo si era una completa desconocida. Entendía perfectamente a lo que se refería, pero lo veía como las normas de un manual de etiqueta, algo que no me interesaba en absoluto. Cada uno podía regirse por aquella filosofía, pero la mía era actuar así, sin dudar. -Entiendo, si te molesta, no lo haré más. Me comportaré para ti como un monje incorruptible, si te hace feliz...
Aún así, me confesó poniéndome una mirada tierna. "Es verdad, nadie puede entender a las mujeres..." que si le mostraba mi arte, me compensaría de alguna forma, o eso creí entender. -Te lo enseñaré, pero quiero que sepas que lo único que pido a cambio, a pesar de que seamos de villas diferentes. Es que seamos amigos, nada más. Aunque si me quieres dar otra cosa no me importará en absoluto jaja. Adorné mis palabras con una leve carcajada final
-Bueno, allá va. Observa atentamente. Aparté mi túnica para que pudiera ver como mi mano que se encontraba más próximo a ella se introducía en mi portaobjetos que se encontraba abierto de par en par, pudiendo verse su contenido, estaba repleto de arcilla blanca en su totalidad. Agarré con la palma de la mano un puñado de aquella arcilla, pero algo fue mal, se pudo escuchar un sonido grotesco, como si algo hubiera engullido aquella arcilla y la masticara durante un instante. Saqué la mano del portaobjetos con el puño cerrado. Cuando el proceso terminó, abrí la mano y Kunie pudo observar un pequeño y minúsculo pajarillo blanquecino que tenía las alas recogidas en la palma de mi mano y que tenía aspecto de ser un pájaro de otro planeta.
-Aquí está, mi arte.