22/06/2015, 18:00
Yoshimitsu trató de explicarse en cuanto Kunie llevó a cabo su pícara maniobra, haciéndole creer que realmente estaba molesta por su forma de dirigirse a ella. Sí que era verdad que aquel niño era un espabilado para su edad, probablemente a causa de unos hermanos mayores que le hubieran empapado con sus enseñanzas ya adultas; pero eso no molestaba a la Asahina, en absoluto. Ella tenía el don de saber qué verdaderas intenciones tenía un hombre cuando la abordaba, y por eso pudo ver que no había maldad en los pensamientos de Yoshimitsu. Sólo la inquietud propia de la edad... Y ciertas hormonas.
- Vaya, eso es muy galante. - respondió Kunie cuando el niño volvió a alabar su aspecto físico de manera ingeniosa.- Quizás sí que sabes cómo hablar a una chica, después de todo.
Kunie sentía curiosidad, y no iba a dejar que una simple broma hundiera sus posibilidades de satisfacerla. De modo que, sonriendo de nuevo, se cruzó de piernas y centró toda su atención en el artista. Le observaba con aquellos ojos dorados, que parecían dos soles, mientras éste le pedía a cambio su amistad. Ella enarcó una ceja, escéptica.
"Somos ninjas de distintas aldeas... ¿No es un poco imprudente?"
Sin embargo, sus pensamientos no se transformaron en palabras. Se limitó a asentir, sin alterar aquella sonrisa plácida ni por un momento, mientras se apoyaba con ambos brazos en las rodillas.
Yoshimitsu se llevó una mano al portaobjetos shinobi que le colgaba del cinturón. Se pudo oír un crujido sumamente desagradable, y por un momento la chica creyó que el Bakuhatsu iba a devolverle la broma de una forma más pesada. Sin embargo, apenas instantes después supo que no tenía motivos para preocuparse; Yoshimitsu abrió la mano y descubrió un pajarito de arcilla.
- ¡Increíble! - exclamó Kunie, con un suspiro de asombro.- ¿Has podido hacer eso sólo con una mano? ¡Pues la verdad es que estoy impresionada!
De repente, su mirada color oro captó algo más en la palma de aquella mano. No era otra figura, ni muchísimo menos se podía llamar arte, sino una costura extremadamente grotesca que atravesaba la piel del muchacho. Entre asombrada y cauta, Kunie se atrevió a preguntar.
- ¿Qué es eso, Yoshimitsu-kun?
- Vaya, eso es muy galante. - respondió Kunie cuando el niño volvió a alabar su aspecto físico de manera ingeniosa.- Quizás sí que sabes cómo hablar a una chica, después de todo.
Kunie sentía curiosidad, y no iba a dejar que una simple broma hundiera sus posibilidades de satisfacerla. De modo que, sonriendo de nuevo, se cruzó de piernas y centró toda su atención en el artista. Le observaba con aquellos ojos dorados, que parecían dos soles, mientras éste le pedía a cambio su amistad. Ella enarcó una ceja, escéptica.
"Somos ninjas de distintas aldeas... ¿No es un poco imprudente?"
Sin embargo, sus pensamientos no se transformaron en palabras. Se limitó a asentir, sin alterar aquella sonrisa plácida ni por un momento, mientras se apoyaba con ambos brazos en las rodillas.
Yoshimitsu se llevó una mano al portaobjetos shinobi que le colgaba del cinturón. Se pudo oír un crujido sumamente desagradable, y por un momento la chica creyó que el Bakuhatsu iba a devolverle la broma de una forma más pesada. Sin embargo, apenas instantes después supo que no tenía motivos para preocuparse; Yoshimitsu abrió la mano y descubrió un pajarito de arcilla.
- ¡Increíble! - exclamó Kunie, con un suspiro de asombro.- ¿Has podido hacer eso sólo con una mano? ¡Pues la verdad es que estoy impresionada!
De repente, su mirada color oro captó algo más en la palma de aquella mano. No era otra figura, ni muchísimo menos se podía llamar arte, sino una costura extremadamente grotesca que atravesaba la piel del muchacho. Entre asombrada y cauta, Kunie se atrevió a preguntar.
- ¿Qué es eso, Yoshimitsu-kun?