7/05/2017, 17:15
Asentí ante su duda, confirmando así que era un genin de Amegakure, un shinobi no quedaba duda, después de todo yo sí tenía mi protector con orgullo cubriendo mi frente, demostrándolo como sí de un trofeo se tratase, uno muy especial.
Aunque ambos trataron de mantener una conversación, llego el silencio inevitable a tal punto que solo se podía escuchar el escaso ruido que podían producir sus pasos; y nuevamente el panorama cambió, la presencia de aquel oso se convirtió en un obstáculo, pero sería fácil de vencer.
Sonreí en consentimiento del chiste que emitió la pelirroja, incluso intenté silenciar una posible carcajada, aun así era evidente el movimiento que realizó mi tórax por contracción de mi diafragma, lo peor de todo es que prácticamente estaba frente a la bestia cuando me atacó la risa. Afortunadamente pasé sin dificultad, y aunque llegué a rosar la piel de éste, no se inmutó; sentí un alivio, no estaba en la disposición de empezar una batalla o correr desenfrenadamente por el camino gélido.
Una vez estuve del otro lado vi como Aiko lograba llegar hasta mi lado con una técnica muy peculiar. "¿Será? Se parece a lo que vi la otra vez en el torreón" Recordé rápidamente, aquel momento pude haber pensado en que estaba loco pero ahora que lo veía de cerca me aseguré de que mi vista no fallaba.
—Que técnica tan interesante.— Susurré como un niño pequeño, con cierto brillo en mis ojos y mi curiosidad siempre podía a más. —¿Cómo lo hiciste?.— Pregunté seguidamente.
Aunque la iluminación de la caverna no era la mejor, se podía ver claramente, pero la luz se fue apagando lentamente, la nueva presencia se presentó ante un fuerte rugido, el oso que yacía dormido hace unos segundos, ahora estaba despierto, sin saber exactamente porqué si al parecer ninguno lo estímulo lo suficiente como para ello. Su bramido retumbo por todo el lugar, pudiéndose escuchar múltiples veces, fue tan fuerte que sintió una leve vibración y algunas estalagmitas de cristal, las más pequeñas, atentaron contra la integridad de los tres.
—Cuidado!.— Grité señalando al techo, 5 espinas congeladas caían a nuestro alrededor, esquivé las dos que me buscaban.
Nuevamente el lugar vibró pero en menor cantidad; el oso se había levantado en ambas patas traseras, estaba dispuesto a luchar, en su rostro se podía ver lo tenso de su mandíbula y sus ojos demostraban cierto rencor y odio hacia los humanos, que al parecer lo habían alejado de morfeo.
—No creo que sea buena idea luchar, ¿y tú?.— Pedí el consentimiento de la fémina antes de saber qué íbamos a hacer, pero el tiempo sería escaso porque la bestia daba cortos pero feroces pasos hacia el dúo.
Aunque ambos trataron de mantener una conversación, llego el silencio inevitable a tal punto que solo se podía escuchar el escaso ruido que podían producir sus pasos; y nuevamente el panorama cambió, la presencia de aquel oso se convirtió en un obstáculo, pero sería fácil de vencer.
Sonreí en consentimiento del chiste que emitió la pelirroja, incluso intenté silenciar una posible carcajada, aun así era evidente el movimiento que realizó mi tórax por contracción de mi diafragma, lo peor de todo es que prácticamente estaba frente a la bestia cuando me atacó la risa. Afortunadamente pasé sin dificultad, y aunque llegué a rosar la piel de éste, no se inmutó; sentí un alivio, no estaba en la disposición de empezar una batalla o correr desenfrenadamente por el camino gélido.
Una vez estuve del otro lado vi como Aiko lograba llegar hasta mi lado con una técnica muy peculiar. "¿Será? Se parece a lo que vi la otra vez en el torreón" Recordé rápidamente, aquel momento pude haber pensado en que estaba loco pero ahora que lo veía de cerca me aseguré de que mi vista no fallaba.
—Que técnica tan interesante.— Susurré como un niño pequeño, con cierto brillo en mis ojos y mi curiosidad siempre podía a más. —¿Cómo lo hiciste?.— Pregunté seguidamente.
Aunque la iluminación de la caverna no era la mejor, se podía ver claramente, pero la luz se fue apagando lentamente, la nueva presencia se presentó ante un fuerte rugido, el oso que yacía dormido hace unos segundos, ahora estaba despierto, sin saber exactamente porqué si al parecer ninguno lo estímulo lo suficiente como para ello. Su bramido retumbo por todo el lugar, pudiéndose escuchar múltiples veces, fue tan fuerte que sintió una leve vibración y algunas estalagmitas de cristal, las más pequeñas, atentaron contra la integridad de los tres.
—Cuidado!.— Grité señalando al techo, 5 espinas congeladas caían a nuestro alrededor, esquivé las dos que me buscaban.
Nuevamente el lugar vibró pero en menor cantidad; el oso se había levantado en ambas patas traseras, estaba dispuesto a luchar, en su rostro se podía ver lo tenso de su mandíbula y sus ojos demostraban cierto rencor y odio hacia los humanos, que al parecer lo habían alejado de morfeo.
—No creo que sea buena idea luchar, ¿y tú?.— Pedí el consentimiento de la fémina antes de saber qué íbamos a hacer, pero el tiempo sería escaso porque la bestia daba cortos pero feroces pasos hacia el dúo.