8/05/2017, 21:04
Se podía decir que Reika lo estaba intentando. Su capa la había dejado en casa, pero en realidad estaba protegiendo a la pequeña Inaru con su amabilidad, con su comprensión, con su entendimiento. Eso pareció ser suficiente como para que las lágrimas cesaran, y que las anteriores, mezclándose con la lluvia; se perdieran en un simple recuerdo.
En una anécdota lúgubre, allí en el país de la Tormenta.
Finalmente, la kunoichi le ofreció lo esperado: adentrarse nuevamente en sus aposentos y buscar algo de tomar. ¡Y qué mejor que un té, calientito! para que el mundo se tornara un poco mejor.
Con paso leve, y en vista de que Reika no había tomado la iniciativa de moverse; la pequeña tomó rumbo hacia la casa nuevamente. Una vez dentro, se acercó hasta el sofá más cercano en la cocina y comenzó a tiritar por el frío. Se sabía incapaz de pensar en la sutil realidad de que la respuesta a su frío era una simple manta o toalla para secarse, por lo que Reika probablemente tendría que encargarse de eso. Y de preparar el té, pues Inaru no tenía ni idea de cómo encender la hornilla de la cocina.
—Tengo mucho frío.
En una anécdota lúgubre, allí en el país de la Tormenta.
Finalmente, la kunoichi le ofreció lo esperado: adentrarse nuevamente en sus aposentos y buscar algo de tomar. ¡Y qué mejor que un té, calientito! para que el mundo se tornara un poco mejor.
Con paso leve, y en vista de que Reika no había tomado la iniciativa de moverse; la pequeña tomó rumbo hacia la casa nuevamente. Una vez dentro, se acercó hasta el sofá más cercano en la cocina y comenzó a tiritar por el frío. Se sabía incapaz de pensar en la sutil realidad de que la respuesta a su frío era una simple manta o toalla para secarse, por lo que Reika probablemente tendría que encargarse de eso. Y de preparar el té, pues Inaru no tenía ni idea de cómo encender la hornilla de la cocina.
—Tengo mucho frío.