24/06/2015, 05:32
Luego de que el Ishimura comenzara su “enfrentamiento” con aquel plato de arroz. La señora de la casa pareció relajarse un poco, como si estuviera haciendo valer las reglas de su hogar y aquello fuera motivo de orgullo.
El joven estaba consciente de que terminar aquel cuenco le sería imposible, pero igual de imposible, parecía explicarle a aquella gigante ese hecho tan aparentemente obvio. Aquello le molestaba en cierto modo, que le estuvieran obligando a terminarse los alimentos como si fuera un niño pequeño.
Durante unos instantes pensó en la gracia que tienen los giros irónicos de la vida. Luego de haber perdido su familia y vivir como un mendigo por dos años, recordó que hubo momentos en los que hubiera hecho lo que fuese para obtener un plato de comida como tal. Aunque a su parecer, era evidente que ni con el hambre de un vagabundo raquítico podría terminar sus alimentos.
Así que decidió hacer lo natural de los ninjas, desenvolverse en situaciones difíciles.
Durante un momento, la atención de la mujer se alejo de los chicos, mientras se tomaba unos instantes para observar a su esposo y lanzar suspiros por él. Aquella pequeña muestra de melosidad era justamente la distracción que necesitaba.
Para cuando la señora volvió a fijar la mirada en ambos chicos, el plato de Kazuma parecería haber sido atacado por una bandada de aves, ya que en el mismo solo quedaría un pequeño puñado de arroz en el fondo, que el joven peliblanco raspaba de a poco con sus palillos.
El joven estaba consciente de que terminar aquel cuenco le sería imposible, pero igual de imposible, parecía explicarle a aquella gigante ese hecho tan aparentemente obvio. Aquello le molestaba en cierto modo, que le estuvieran obligando a terminarse los alimentos como si fuera un niño pequeño.
Durante unos instantes pensó en la gracia que tienen los giros irónicos de la vida. Luego de haber perdido su familia y vivir como un mendigo por dos años, recordó que hubo momentos en los que hubiera hecho lo que fuese para obtener un plato de comida como tal. Aunque a su parecer, era evidente que ni con el hambre de un vagabundo raquítico podría terminar sus alimentos.
Así que decidió hacer lo natural de los ninjas, desenvolverse en situaciones difíciles.
Durante un momento, la atención de la mujer se alejo de los chicos, mientras se tomaba unos instantes para observar a su esposo y lanzar suspiros por él. Aquella pequeña muestra de melosidad era justamente la distracción que necesitaba.
Para cuando la señora volvió a fijar la mirada en ambos chicos, el plato de Kazuma parecería haber sido atacado por una bandada de aves, ya que en el mismo solo quedaría un pequeño puñado de arroz en el fondo, que el joven peliblanco raspaba de a poco con sus palillos.