10/05/2017, 02:20
Una noticia había llegado a su residencia la cual fue transmitida ni más ni menos por Koko, la pecosa sirvienta personal de la menor de los hermanos aceptados. Una noticia que probablemente no habría sentado bien a la rubia sin importar quién se la comunicase por más que la persona afectada haya sido alguien a quien siquiera pudiera decir que conoció realmente, después de todo ni siquiera era consciente de que ese alguien había salido de viaje durante los últimos días.
—¡No me jodas! —Exclamó antes de retirarse.
La pobre Koko se había quedado sola y un tanto dolida por la reacción, pero no se podía esperar menos considerando lo que se había visto obligada a decirle a la Sakamoto.
Desde aquello pasaron varios días y también varias, pero una noche en que casi no habían personas en la calle salvo por alguno que otro vago de paso o algún ebrio… Entre estos últimos se encontraba ella. Sakamoto Noemi cuyo paso por los jardines de cerezo dejaban en duda a muchos ya que no seguía una línea recta, en su lugar se tambaleaba de un lado a otro y cualquiera que pudiera verla en la oscuridad seguramente podría identificar en su diestra una botella. ¿De qué? Solo ella lo sabría seguramente.
Aquella fatídica noche la kunoichi vestía un yukata más que sencillo completamente negro, sin mangas y de falda corta, como si no quisiese que en Uzushio se olvidasen de su silueta. Siquiera llevaba calzado y ni hablar de sus herramientas shinobi, todo eso había quedado en su habitación. Fuera como fuere, el rostro de la chica estaba completamente enrojecido y su habitual expresión de seguridad y arrogancia había desaparecido dando lugar a un rostro deformado totalmente por la tristeza que asolaba su alma. Aunque si algo se mantenía intacto pese a todo, eso seguramente era su perfecta melena dorada que parecía haber recibido la misma atención de siempre.
—Es mentira, no te pudiste haber muerto, ¿verdad, Haskoz…? —Se preguntaba a sí misma justo antes de acercar la botella una vez más a sus labios y beber como buenamente pudo.
En consecuencia, el líquido cayó en abundancia en su boca y una buena cantidad se le escapó empapándola parcialmente pero por encima de todo ello terminó por desplomarse de espalda al suelo donde permaneció completamente quieta mientras tragaba tanto como podía del sake que caía a montones de la botella.
—Es mentira —Repetía una y otra vez entre sollozos.
Seguramente los problemas caerían si alguien la encontraba en ese estado, pero la joven había caído en una zona justo detrás de uno de los cerezos más grandes del lugar y donde curiosamente la luz no llegaba y por ende, a ella no se la podría identificar casi de ninguna manera a no ser que decidieras acercarte. Pero una vez más, señales de su presencia allí casi no habían a excepción de unos casi imperceptibles sollozos que para escuchar uno tendría que pasar excesivamente cerca del árbol y en silencio.
—¡No me jodas! —Exclamó antes de retirarse.
La pobre Koko se había quedado sola y un tanto dolida por la reacción, pero no se podía esperar menos considerando lo que se había visto obligada a decirle a la Sakamoto.
Desde aquello pasaron varios días y también varias, pero una noche en que casi no habían personas en la calle salvo por alguno que otro vago de paso o algún ebrio… Entre estos últimos se encontraba ella. Sakamoto Noemi cuyo paso por los jardines de cerezo dejaban en duda a muchos ya que no seguía una línea recta, en su lugar se tambaleaba de un lado a otro y cualquiera que pudiera verla en la oscuridad seguramente podría identificar en su diestra una botella. ¿De qué? Solo ella lo sabría seguramente.
Aquella fatídica noche la kunoichi vestía un yukata más que sencillo completamente negro, sin mangas y de falda corta, como si no quisiese que en Uzushio se olvidasen de su silueta. Siquiera llevaba calzado y ni hablar de sus herramientas shinobi, todo eso había quedado en su habitación. Fuera como fuere, el rostro de la chica estaba completamente enrojecido y su habitual expresión de seguridad y arrogancia había desaparecido dando lugar a un rostro deformado totalmente por la tristeza que asolaba su alma. Aunque si algo se mantenía intacto pese a todo, eso seguramente era su perfecta melena dorada que parecía haber recibido la misma atención de siempre.
—Es mentira, no te pudiste haber muerto, ¿verdad, Haskoz…? —Se preguntaba a sí misma justo antes de acercar la botella una vez más a sus labios y beber como buenamente pudo.
En consecuencia, el líquido cayó en abundancia en su boca y una buena cantidad se le escapó empapándola parcialmente pero por encima de todo ello terminó por desplomarse de espalda al suelo donde permaneció completamente quieta mientras tragaba tanto como podía del sake que caía a montones de la botella.
—Es mentira —Repetía una y otra vez entre sollozos.
Seguramente los problemas caerían si alguien la encontraba en ese estado, pero la joven había caído en una zona justo detrás de uno de los cerezos más grandes del lugar y donde curiosamente la luz no llegaba y por ende, a ella no se la podría identificar casi de ninguna manera a no ser que decidieras acercarte. Pero una vez más, señales de su presencia allí casi no habían a excepción de unos casi imperceptibles sollozos que para escuchar uno tendría que pasar excesivamente cerca del árbol y en silencio.