11/05/2017, 01:45
Como no sabía cómo tomar aquel “Jum”, lo hizo de la manera que más le convenía a él. Es decir, como un sí.
Agarrando los antebrazos de ella, cruzados por delante de su cuello, arrastró como si se tratase de un saco de patatas a aquella triste y borracha kunoichi, mientras el viento gélido que se había levantado le zarandeaba de un lado a otro, haciendo que la lluvia se colase por cada recóndito lugar que todavía estaba seco… hasta entonces.
Cuando al fin llegaron a su casa —el noveno piso de un gran edificio—, el lenguaje corporal de Datsue gritaba al cielo ayuda. Tenía los gemelos y los cuádriceps ardiendo, los pulmones asfixiados y las manos y los dedos de los pies congelados por el frío. Se había planteado en no menos de cinco ocasiones tirar a Noemi en alguna cuneta y correr a refugiarse al cobijo de su hogar...
... y todavía no sabía si había obrado bien o mal al no hacerlo. Pero allí estaban, al menos.
—Espera aquí un segundo —farfulló, agachándose para que se soltase y se sentase contra la pared, junto a la puerta. Entonces estiró la espalda y emitió un suspiro de alivio. Puede que Noemi pesase poco, pero tras cargarla durante no menos de quince minutos bajo la peor tormenta de verano que había visto en Uzu, para él pesaba como un mamut.
Se llevó una mano al pecho, donde siempre guardaba sellado la llave de su corazón… del corazón de su casa. Tras un leve gasto de chakra, extrajo la llave del pecho y abrió la puerta.
—Oh, hogar dulce hogar.
El pequeño apartamento de Datsue era de lo más simple. Una mesa redonda en el centro, tan grande como para que pudiesen comer ocho personas en ella. Sin embargo, él la usaba para otros menesteres, y es que estaba cubierta por innumerables folios, pergaminos y libretas, en un aparente caos. Para él, sin embargo, constituía un desorden ordenado. Apenas le llevaría medio minuto encontrar tal o cual esquema de alguna de las novelas que tenía pensadas; la ficha de cualquier personaje; algún relato corto que hubiese escrito en el pasado; cualquiera de los pocos poemas que se había molestado en plasmar en papel —salvo el Himno de Uzushiogakure, el cual se había encargado de quemar y echar las cenizas a un pozo sin fondo el día en que había viajado junto a tres shinobis para convertirse en ninja de aquella Aldea—. También estaba, por supuesto, una carpeta con toda la contabilidad —clientes que sabía habían acudido a la tienda de Okane; la comisión exacta que se había llevado o debía llevar por ello…—.
Al frente, tras la mesa, un pequeño sofá tras una amplia ventana. Pegado a la izquierda, nada más entrar, la cocina, con una pila de platos sin lavar en el fregadero. También a la izquierda, entre la cocina y el sofá, una puerta que conducía a su habitación. Finalmente, a la derecha había otra puerta, que conducía al baño.
—¿Te las arreglas para pasar o necesitas ayuda? —preguntó, volviendo a echar una ojeada a Noemi. Esperaba que por lo menos aquella vez vocalizase algo entendible.
Agarrando los antebrazos de ella, cruzados por delante de su cuello, arrastró como si se tratase de un saco de patatas a aquella triste y borracha kunoichi, mientras el viento gélido que se había levantado le zarandeaba de un lado a otro, haciendo que la lluvia se colase por cada recóndito lugar que todavía estaba seco… hasta entonces.
Cuando al fin llegaron a su casa —el noveno piso de un gran edificio—, el lenguaje corporal de Datsue gritaba al cielo ayuda. Tenía los gemelos y los cuádriceps ardiendo, los pulmones asfixiados y las manos y los dedos de los pies congelados por el frío. Se había planteado en no menos de cinco ocasiones tirar a Noemi en alguna cuneta y correr a refugiarse al cobijo de su hogar...
... y todavía no sabía si había obrado bien o mal al no hacerlo. Pero allí estaban, al menos.
—Espera aquí un segundo —farfulló, agachándose para que se soltase y se sentase contra la pared, junto a la puerta. Entonces estiró la espalda y emitió un suspiro de alivio. Puede que Noemi pesase poco, pero tras cargarla durante no menos de quince minutos bajo la peor tormenta de verano que había visto en Uzu, para él pesaba como un mamut.
Se llevó una mano al pecho, donde siempre guardaba sellado la llave de su corazón… del corazón de su casa. Tras un leve gasto de chakra, extrajo la llave del pecho y abrió la puerta.
—Oh, hogar dulce hogar.
El pequeño apartamento de Datsue era de lo más simple. Una mesa redonda en el centro, tan grande como para que pudiesen comer ocho personas en ella. Sin embargo, él la usaba para otros menesteres, y es que estaba cubierta por innumerables folios, pergaminos y libretas, en un aparente caos. Para él, sin embargo, constituía un desorden ordenado. Apenas le llevaría medio minuto encontrar tal o cual esquema de alguna de las novelas que tenía pensadas; la ficha de cualquier personaje; algún relato corto que hubiese escrito en el pasado; cualquiera de los pocos poemas que se había molestado en plasmar en papel —salvo el Himno de Uzushiogakure, el cual se había encargado de quemar y echar las cenizas a un pozo sin fondo el día en que había viajado junto a tres shinobis para convertirse en ninja de aquella Aldea—. También estaba, por supuesto, una carpeta con toda la contabilidad —clientes que sabía habían acudido a la tienda de Okane; la comisión exacta que se había llevado o debía llevar por ello…—.
Al frente, tras la mesa, un pequeño sofá tras una amplia ventana. Pegado a la izquierda, nada más entrar, la cocina, con una pila de platos sin lavar en el fregadero. También a la izquierda, entre la cocina y el sofá, una puerta que conducía a su habitación. Finalmente, a la derecha había otra puerta, que conducía al baño.
—¿Te las arreglas para pasar o necesitas ayuda? —preguntó, volviendo a echar una ojeada a Noemi. Esperaba que por lo menos aquella vez vocalizase algo entendible.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado