11/05/2017, 01:57
Seguramente habría sido mucho menos trabajoso para el Uchiha si se hubiese tomado la libertad de tomar por las piernas a Noemi, pero en su lugar prefirió que arrastrase los pies en claro peso muerto y la muy ebria siquiera se mostraba molesta por eso, en su lugar daba alguna débil señal de que seguía viva mediante el hipo que no se le pasaba.
—No quiero —Se quejó una vez más —. No quiero lentejas —concluyó al fin.
Pero ya era tarde para que Datsue se plantease el llevarla a su casa, ¿verdad? Después de todo ya la estaba depositando en el suelo a un lado de la puerta cuando la chica se dignó a completar la dichosa frase.
Por si fuera poco, cuando el chico la dejó en el piso la joven simplemente se dejó caer a un lado y comenzó a rodar por el piso, sin motivo aparente y soltaba un ligero sonido que se asemejaba al de un animal gruñendo muy suavemente, interrumpido únicamente por el insistente hipo.
En un momento incluso se chocó el marco de la puerta pero lejos de quejarse retomó las vueltas en sentido contrario hasta que finalmente alguien le habló y en consecuencia se levantó de golpe dándole la espalda a la puerta abierta y gritó sin ningún tipo de reparo.
—¡No quiero lentejas! —Y tras semejante exclamación, la kunoichi se dejó caer de espaldas al piso a peso muerto, quedando únicamente sus pies fuera de la vivienda.
Luego de todo lo que llevaba haciendo la vestimenta de la rubia ya estaba completamente desarreglada, cualquiera que la cruzase en la calle seguramente pensaría que acababa de salir de un callejón con su pareja de no ser por el color rojizo que adornaba sus mejillas y sus ojos.
—Quiero chocolate —balbuceó más para sí misma que para alguien más extendiendo ambas manos al techo como si pretendiese levantarse por arte de magia.
—No quiero —Se quejó una vez más —. No quiero lentejas —concluyó al fin.
Pero ya era tarde para que Datsue se plantease el llevarla a su casa, ¿verdad? Después de todo ya la estaba depositando en el suelo a un lado de la puerta cuando la chica se dignó a completar la dichosa frase.
Por si fuera poco, cuando el chico la dejó en el piso la joven simplemente se dejó caer a un lado y comenzó a rodar por el piso, sin motivo aparente y soltaba un ligero sonido que se asemejaba al de un animal gruñendo muy suavemente, interrumpido únicamente por el insistente hipo.
En un momento incluso se chocó el marco de la puerta pero lejos de quejarse retomó las vueltas en sentido contrario hasta que finalmente alguien le habló y en consecuencia se levantó de golpe dándole la espalda a la puerta abierta y gritó sin ningún tipo de reparo.
—¡No quiero lentejas! —Y tras semejante exclamación, la kunoichi se dejó caer de espaldas al piso a peso muerto, quedando únicamente sus pies fuera de la vivienda.
Luego de todo lo que llevaba haciendo la vestimenta de la rubia ya estaba completamente desarreglada, cualquiera que la cruzase en la calle seguramente pensaría que acababa de salir de un callejón con su pareja de no ser por el color rojizo que adornaba sus mejillas y sus ojos.
—Quiero chocolate —balbuceó más para sí misma que para alguien más extendiendo ambas manos al techo como si pretendiese levantarse por arte de magia.