13/05/2017, 12:26
(Última modificación: 29/07/2017, 02:38 por Amedama Daruu.)
Retiró el palo del fuego y se lo acercó a los labios. Sopló un par de veces, fuerte, y luego más flojo. Con cuidado, rozó con la boca la nube de azúcar y, comprobado que no quemaba, le dio un bocado. Mmh. Qué dulce que estaba. Un bocado de cielo: normal que le llamasen nube de azúcar.
Las nubes de azúcar, o malvaviscos: poco nutritivos, sí, pero deliciosos, sin duda. ¿Y qué otro mejor dulce que tostar al calorcillo de una hoguera?
Terminó de comerse el que ya tenía mordisqueado, y sin dudarlo ni un instante, pinchó otra nube de la bolsa y la puso a tostar al fuego. La llama chisporroteó y se desprendió una pequeña chispa que tuvo que esquivar retirando la mano hacia atrás. Suspiró, y sonrió como un tonto, frente al calorcillo nocturno del fuego, disfrutando del olor de las nubes tostadas y del suave chisporroteo que emitían.
Cerró los ojos, dejó la nube en el fuego, y se relajó. Después de comerse la última nube, decidió que ya era muy tarde, y qué mejor que dormir al raso, auspiciado por las estrellas...
—¿Huh? ¿Qué...? —musitó. Notaba un extraño traqueteo, como si estuviera subido en un carro tirado por caballos. La idea de que lo hubiera secuestrado un grupo de bandidos se le antojó terrorífica, pero el antojo se le había quedado corto. Dicen que la realidad es más cruda que la ficción, y en este caso fue verdad, sin lugar a dudas.
¿Queréis saber lo que pasó? Atended:
Imaginad que os dormís una noche feliz, sin preocupaciones, con la panza llena de malvaviscos. Visualizad como, al abrir los ojos, véis una procesión de gente delante vuestra, gente con máscaras y vestidos con faldas de hojas de roble. Vais por un camino. Pensáis que es un sueño, así que intentáis despertaros, pero no funciona. Os movéis desesperados, o mejor dicho, no os movéis porque estáis atados con una cuerda.
Os transporta un grupo de cuatro hombres enmascarados, danzando animadamente. Vosotros estáis subidos a un palo, atados en posición vertical, y a vuestro lado viaja otro chaval, de vuestra edad, debidamente sujeto como vosotros en un poste idéntico.
—Eh. ¡EH! ¿QUÉ HACÉIS? ¡SOCORRO!
El extraño ahora abría los ojos. Daruu se acababa de fijar que vestía la bandana de Kusagakure.
—¡¡UN, CHACA CHACA ÚN, CHACA CHACA ÚN!! —gritó el grupo de hombres que les llevaba a cuestas, al unísono.
Las nubes de azúcar, o malvaviscos: poco nutritivos, sí, pero deliciosos, sin duda. ¿Y qué otro mejor dulce que tostar al calorcillo de una hoguera?
Terminó de comerse el que ya tenía mordisqueado, y sin dudarlo ni un instante, pinchó otra nube de la bolsa y la puso a tostar al fuego. La llama chisporroteó y se desprendió una pequeña chispa que tuvo que esquivar retirando la mano hacia atrás. Suspiró, y sonrió como un tonto, frente al calorcillo nocturno del fuego, disfrutando del olor de las nubes tostadas y del suave chisporroteo que emitían.
Cerró los ojos, dejó la nube en el fuego, y se relajó. Después de comerse la última nube, decidió que ya era muy tarde, y qué mejor que dormir al raso, auspiciado por las estrellas...
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—¿Huh? ¿Qué...? —musitó. Notaba un extraño traqueteo, como si estuviera subido en un carro tirado por caballos. La idea de que lo hubiera secuestrado un grupo de bandidos se le antojó terrorífica, pero el antojo se le había quedado corto. Dicen que la realidad es más cruda que la ficción, y en este caso fue verdad, sin lugar a dudas.
¿Queréis saber lo que pasó? Atended:
Imaginad que os dormís una noche feliz, sin preocupaciones, con la panza llena de malvaviscos. Visualizad como, al abrir los ojos, véis una procesión de gente delante vuestra, gente con máscaras y vestidos con faldas de hojas de roble. Vais por un camino. Pensáis que es un sueño, así que intentáis despertaros, pero no funciona. Os movéis desesperados, o mejor dicho, no os movéis porque estáis atados con una cuerda.
Os transporta un grupo de cuatro hombres enmascarados, danzando animadamente. Vosotros estáis subidos a un palo, atados en posición vertical, y a vuestro lado viaja otro chaval, de vuestra edad, debidamente sujeto como vosotros en un poste idéntico.
—Eh. ¡EH! ¿QUÉ HACÉIS? ¡SOCORRO!
El extraño ahora abría los ojos. Daruu se acababa de fijar que vestía la bandana de Kusagakure.
—¡¡UN, CHACA CHACA ÚN, CHACA CHACA ÚN!! —gritó el grupo de hombres que les llevaba a cuestas, al unísono.