26/06/2015, 14:40
El rubio quedó sin respuesta por parte del peliblanco. Que a momento, aún era de nombre desconocido para él. Vaya par de dos, encerrados en una "tierna" hospitalidad. Sin reparo en ese descaro, el chico miró con algo de recelo a su compañero... era obvio que había hecho alguna trampa, y no estaba por la labor de ayudar. Se dejó caer sobre el respaldo de la silla, tras apartar el enorme cuenco vacío. Así quedó, mas pancho que una ostra en el mar muerto.
"Tsk! Tramposo y encima de poco compañerismo... no se ha molestado ni en contestar a la señora... vaya chico mas molesto."
Zukamane soltó una profunda exhalación, y miró hacia la puerta. No había ningún tipo de mecanismo de seguridad, ni llaves, nada.... la mujer estaba algo alejada, y su peso seguramente era difícil de digerir en una carrera contra un shinobi, por novicio que fuese.
— Bueno... se ha intentado por las buenas... no me queda otra opción. — Se dijo a sí mismo, en un tono casi inaudible.
Sin pensarlo dos veces, el chico alejó también un poco el cuenco. No lo había terminado, y ésto alarmó quizás un poco a la mujer. Era evidente que los chicos no podían haber terminado tan rápido tras el rapapolvo. Alzó de nuevo una ceja, y elevó a la misma vez un poco la cabeza, intentando avistar el interior de los cuencos desde su posición.
Entre tanto, el rubio cerró de manera tosca los puños, apretando las ciñas de los guantes con el mismo gesto. De éstos comenzaron a iluminarse unos pequeños chisporroteos, ligeras descargas eléctricas que recorrían sus manos de principio a fin. Desvió su mirada hacia la mujer, y enfrentó su mirada a la de ella. El silencio se hizo por un instante, y tras ello, le mostró una sonrisa.
— La comida estaba deliciosa, señora... pero no puedo terminar el plato. Así que, sabiendo que usted no me dejará ir sin terminar el plato, le tengo que decir... adiós! —
Acto seguido, bajo los pies del chico se iluminaron unas plataformas eléctricas. Se bajó de un salto de su asiento, empujando de manera despectiva al otro chico, y patinó literalmente hacia la salida. Su velocidad era mas que notable, ese nin-taijutsu de la familia era fabuloso. Pararía a la altura de la puerta, y la abriría de sopetón. En el abismo de la puerta, quedaría un solo instante, observando la situación en el interior de la casa.
La mujer, enervada, se alzó de su silla y alzó su brazo como si fuese un hacha de batalla. Su mirada lo decía todo, y sus pulmones también lo dejaron claro. Del mismo grito despertó hasta al hombre, que plácidamente dormía. Solo hasta ese momento, claro.
— UN CARAHO! TU TE COME SO COMO YIO ME LLAMO SHUN SI! —
Inmediatamente, la mujer comenzaría a correr hacia la puerta, cual loca de los gatos hacia un minino. Lamentablemente, en éste caso el rubio no iba a llevarse caricias, bueno... las iba a recibir, pero a toda velocidad, y posiblemente con el puño cerrado. En fin, no es lo mismo.
El Yotsuki comenzaría a correr como alma que lleva el diablo, patinando a toda velocidad en la primera dirección que viese oportuna, le siguiese o no el chico de Uzu. La cuestión era no ser martilleado por una moza de ese tamaño. Entre tanto, el hombre de la casa intentaba reponerse del susto, y al primero que vería es al peliblanco, si es que no había huido también.
"Tsk! Tramposo y encima de poco compañerismo... no se ha molestado ni en contestar a la señora... vaya chico mas molesto."
Zukamane soltó una profunda exhalación, y miró hacia la puerta. No había ningún tipo de mecanismo de seguridad, ni llaves, nada.... la mujer estaba algo alejada, y su peso seguramente era difícil de digerir en una carrera contra un shinobi, por novicio que fuese.
— Bueno... se ha intentado por las buenas... no me queda otra opción. — Se dijo a sí mismo, en un tono casi inaudible.
Sin pensarlo dos veces, el chico alejó también un poco el cuenco. No lo había terminado, y ésto alarmó quizás un poco a la mujer. Era evidente que los chicos no podían haber terminado tan rápido tras el rapapolvo. Alzó de nuevo una ceja, y elevó a la misma vez un poco la cabeza, intentando avistar el interior de los cuencos desde su posición.
Entre tanto, el rubio cerró de manera tosca los puños, apretando las ciñas de los guantes con el mismo gesto. De éstos comenzaron a iluminarse unos pequeños chisporroteos, ligeras descargas eléctricas que recorrían sus manos de principio a fin. Desvió su mirada hacia la mujer, y enfrentó su mirada a la de ella. El silencio se hizo por un instante, y tras ello, le mostró una sonrisa.
— La comida estaba deliciosa, señora... pero no puedo terminar el plato. Así que, sabiendo que usted no me dejará ir sin terminar el plato, le tengo que decir... adiós! —
Acto seguido, bajo los pies del chico se iluminaron unas plataformas eléctricas. Se bajó de un salto de su asiento, empujando de manera despectiva al otro chico, y patinó literalmente hacia la salida. Su velocidad era mas que notable, ese nin-taijutsu de la familia era fabuloso. Pararía a la altura de la puerta, y la abriría de sopetón. En el abismo de la puerta, quedaría un solo instante, observando la situación en el interior de la casa.
La mujer, enervada, se alzó de su silla y alzó su brazo como si fuese un hacha de batalla. Su mirada lo decía todo, y sus pulmones también lo dejaron claro. Del mismo grito despertó hasta al hombre, que plácidamente dormía. Solo hasta ese momento, claro.
— UN CARAHO! TU TE COME SO COMO YIO ME LLAMO SHUN SI! —
Inmediatamente, la mujer comenzaría a correr hacia la puerta, cual loca de los gatos hacia un minino. Lamentablemente, en éste caso el rubio no iba a llevarse caricias, bueno... las iba a recibir, pero a toda velocidad, y posiblemente con el puño cerrado. En fin, no es lo mismo.
El Yotsuki comenzaría a correr como alma que lleva el diablo, patinando a toda velocidad en la primera dirección que viese oportuna, le siguiese o no el chico de Uzu. La cuestión era no ser martilleado por una moza de ese tamaño. Entre tanto, el hombre de la casa intentaba reponerse del susto, y al primero que vería es al peliblanco, si es que no había huido también.