28/05/2017, 01:14
Taeko sonrió, pero a Ayame le pareció que no era una sonrisa igual de alegre que las anteriores. Mientras se preguntaba si habría dicho algo incorrecto, la de Kusagakure se inclinó de nuevo sobre el cuaderno que estaba utilizando para comunicarse con ella. A mitad de mensaje se interrumpió momentáneamente, pero enseguida lo terminó:
—Ay... yo... lo siento, Taeko-san. No lo sabía —respondió Ayame, con un súbito peso en el estómago.
Incapaz de continuar hablando, se mordió el labio inferior y agachó la mirada. ¿Qué podía decirle? ¿Que su padre también estaría orgulloso de ella estuviera donde estuviese? ¿Eso de verdad era una frase de consuelo? Resultaba irónico como alguien como ella, que tampoco tenía madre, era incapaz de sacar una frase ideal para el contexto sin resultar brusca ni hiriente. Definitivamente, las palabras no eran lo suyo.
El susurro del papel le hizo alzar la mirada de nuevo. Taeko había escrito otro mensaje:
Le había preguntado. Y Ayame no pudo evitar sentirse mal cuando una parte de ella se alegró por haber conseguido cambiar de tema.
«Eres una egoísta.» Se recriminó para sus adentros.
—Bueno... Me gusta dibujar —confesó encogiéndose de hombros con una sonrisa—. Pero lo hago como hobby en mi tiempo libre, ni siquiera es algo que me tome realmente en serio. Me relaja y de vez en cuando me gusta imaginar como podría desarrollar una técnica a partir de mis propias habilidades.
Suspiró y volvió la mirada hacia las tres estatuas de los Kage. De repente cayó en la cuenta de que había ido hasta allí como si estuviera buscando la respuesta a una pregunta que ni ella misma conocía. ¿Había obtenido algo de su visita al Valle del Fin? Aparte de conocer a Taeko, no parecía haber tenido mucho éxito. No había descubierto nada nuevo acerca de los bijuu ni de la batalla que sucedió allí mismo. De alguna manera se sentía algo...
Frustrada.
—Ojalá hubiera más información sobre lo que ocurrió aquí... —murmuró al aire, casi de manera inconsciente. Pero enseguida se dio cuenta de que estaba hablando sola y agitó una mano en el aire con una sonrisa nerviosa—. Perdona, me he perdido durante unos instantes.
«¡Muchas gracias, Ayame-san!
Solo a mi madre. Mi padre falleció hace mucho tiempo.»
Solo a mi madre. Mi padre falleció hace mucho tiempo.»
—Ay... yo... lo siento, Taeko-san. No lo sabía —respondió Ayame, con un súbito peso en el estómago.
Incapaz de continuar hablando, se mordió el labio inferior y agachó la mirada. ¿Qué podía decirle? ¿Que su padre también estaría orgulloso de ella estuviera donde estuviese? ¿Eso de verdad era una frase de consuelo? Resultaba irónico como alguien como ella, que tampoco tenía madre, era incapaz de sacar una frase ideal para el contexto sin resultar brusca ni hiriente. Definitivamente, las palabras no eran lo suyo.
El susurro del papel le hizo alzar la mirada de nuevo. Taeko había escrito otro mensaje:
«Dime, Ayame-san. ¿Practicas algún pasatiempo o arte como éste?»
Le había preguntado. Y Ayame no pudo evitar sentirse mal cuando una parte de ella se alegró por haber conseguido cambiar de tema.
«Eres una egoísta.» Se recriminó para sus adentros.
—Bueno... Me gusta dibujar —confesó encogiéndose de hombros con una sonrisa—. Pero lo hago como hobby en mi tiempo libre, ni siquiera es algo que me tome realmente en serio. Me relaja y de vez en cuando me gusta imaginar como podría desarrollar una técnica a partir de mis propias habilidades.
Suspiró y volvió la mirada hacia las tres estatuas de los Kage. De repente cayó en la cuenta de que había ido hasta allí como si estuviera buscando la respuesta a una pregunta que ni ella misma conocía. ¿Había obtenido algo de su visita al Valle del Fin? Aparte de conocer a Taeko, no parecía haber tenido mucho éxito. No había descubierto nada nuevo acerca de los bijuu ni de la batalla que sucedió allí mismo. De alguna manera se sentía algo...
Frustrada.
—Ojalá hubiera más información sobre lo que ocurrió aquí... —murmuró al aire, casi de manera inconsciente. Pero enseguida se dio cuenta de que estaba hablando sola y agitó una mano en el aire con una sonrisa nerviosa—. Perdona, me he perdido durante unos instantes.