30/05/2017, 11:26
(Última modificación: 30/05/2017, 11:27 por Uzumaki Eri.)
— No te preocupes por ella Eri-san, se quedara aquí.
La joven asintió y lo siguió con la mirada, mientras Reika se dirigía hacia donde al parecer había dejado un paraguas que había traído con ella. «Vaya, con que los de Amegakure llevan paraguas...» pensó la joven «Pensaba que no les importaba mojarse.»
— Señora, la seguimos, nosotros le ayudaremos.
— Exacto señora, tu solo guienos y nosotros nos encargamos de esos vándalos. — Alegó ahora la kunoichi del remolino con una sonrisa.
Ambas esperaron por Ashito que al parecer ya se encontraba dispuesto a irse, dejando a su hermana en aquel local mientras ellos se encargaban de lo que fuese que necesitaba aquella mujer, salieron del local, y la siguieron...
El lugar era demasiado grande, es más, con una simple ojeada era incapaz de vislumbrar todos los cultivos que se alzaban frente a ella. La mujer todavía seguía gimoteando mientras abría el vallado y dejaba pasar a los tres shinobi mientras ella explicaba un poco la situación.
— Mi marido siempre se ha dedicado al cultivo de calabazas, es uno de los más importantes de aquí, ¿sabéis? Por eso suele ser objetivo de muchos, ¡para quitarle la hegemonía y sus ah- — Tosió sonrojándose. — Para quitarle reputación y perder todo lo que ha conseguido con sus propias manos... ¡Y eso no se puede tolerar!
Eri la miraba de vez en cuando, sobre todo cuando hablaba, y algo dentro de ella decía que no estaba siendo del todo honesta con ellos, pero lo olvidó cuando vio como menos de la mitad —y eso era bastante— de los cultivos estaban demacrados, picoteados y pisoteados de tal forma que lo que parecía ser una gran calabaza saludable ahora era puré.
— Lo peor es que esta misma mañana recibimos una carta alegando que si no nos retirábamos del concurso de mañana, vendrían esta noche a destrozar a nuestra candidata para el concurso... ¡Y eso no se puede tolerar! Por eso necesito ayuda, ¡necesito salvar a mi pequeña!
La joven asintió y lo siguió con la mirada, mientras Reika se dirigía hacia donde al parecer había dejado un paraguas que había traído con ella. «Vaya, con que los de Amegakure llevan paraguas...» pensó la joven «Pensaba que no les importaba mojarse.»
— Señora, la seguimos, nosotros le ayudaremos.
— Exacto señora, tu solo guienos y nosotros nos encargamos de esos vándalos. — Alegó ahora la kunoichi del remolino con una sonrisa.
Ambas esperaron por Ashito que al parecer ya se encontraba dispuesto a irse, dejando a su hermana en aquel local mientras ellos se encargaban de lo que fuese que necesitaba aquella mujer, salieron del local, y la siguieron...
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El lugar era demasiado grande, es más, con una simple ojeada era incapaz de vislumbrar todos los cultivos que se alzaban frente a ella. La mujer todavía seguía gimoteando mientras abría el vallado y dejaba pasar a los tres shinobi mientras ella explicaba un poco la situación.
— Mi marido siempre se ha dedicado al cultivo de calabazas, es uno de los más importantes de aquí, ¿sabéis? Por eso suele ser objetivo de muchos, ¡para quitarle la hegemonía y sus ah- — Tosió sonrojándose. — Para quitarle reputación y perder todo lo que ha conseguido con sus propias manos... ¡Y eso no se puede tolerar!
Eri la miraba de vez en cuando, sobre todo cuando hablaba, y algo dentro de ella decía que no estaba siendo del todo honesta con ellos, pero lo olvidó cuando vio como menos de la mitad —y eso era bastante— de los cultivos estaban demacrados, picoteados y pisoteados de tal forma que lo que parecía ser una gran calabaza saludable ahora era puré.
— Lo peor es que esta misma mañana recibimos una carta alegando que si no nos retirábamos del concurso de mañana, vendrían esta noche a destrozar a nuestra candidata para el concurso... ¡Y eso no se puede tolerar! Por eso necesito ayuda, ¡necesito salvar a mi pequeña!