1/06/2017, 23:31
La reacción de la kunoichi de Kusagakure sin duda alguna no fue la que esperaba, su atuendo había cambiado un poco y su actitud parecía que también pero desgraciadamente no para bien. Al leer la nota de Taeko, hizo una expresión un tanto rara y sin mediar mayor palabra, se volvió al piso superior.
Taeko haría entonces un gesto al joven médico, quería un poco de tiempo. No era nadie para negarselo por lo que hizo una ligera reverencia en señal de aprobación. Si a alguien le correspondía hablar con la pelirroja era a su compatriota.
«Supongo que tendré que ponerme con la tarea de conseguir la información para Ritsuko.»
Consideró como lo más apropiado.
Avanzó hasta la puerta de la posada, una puerta no muy genial pero que aún lograba su cometido. Llevó su mano hasta el picaporte y la abrió un poco para ver afuera. No parecía que las cosas hubiesen cambiado tanto desde que entraron a la cabaña.
¡Bam!
La puerta se azotó de golpe y de no haber sido por su bandana le abría golpeado en serio en la frente. Mogura retrocedió y se fijo que no tuviese nada serio. En el proceso tuvo que atender su manía de arreglarse el pelo, pero esa vez si fue necesario.
«Parece que la tormenta llegó...»
No estaba seguro de si era seguro volver a intentar abrir la puerta, quizás asegurarla fuese lo más sensato. Tuvo que dedicarle una mirada al lugar para examinar que no hubiese peligro alguno en permanecer ahí. ¿Aguantaría la cabaña una tormenta como esa?
Taeko haría entonces un gesto al joven médico, quería un poco de tiempo. No era nadie para negarselo por lo que hizo una ligera reverencia en señal de aprobación. Si a alguien le correspondía hablar con la pelirroja era a su compatriota.
«Supongo que tendré que ponerme con la tarea de conseguir la información para Ritsuko.»
Consideró como lo más apropiado.
Avanzó hasta la puerta de la posada, una puerta no muy genial pero que aún lograba su cometido. Llevó su mano hasta el picaporte y la abrió un poco para ver afuera. No parecía que las cosas hubiesen cambiado tanto desde que entraron a la cabaña.
¡Bam!
La puerta se azotó de golpe y de no haber sido por su bandana le abría golpeado en serio en la frente. Mogura retrocedió y se fijo que no tuviese nada serio. En el proceso tuvo que atender su manía de arreglarse el pelo, pero esa vez si fue necesario.
«Parece que la tormenta llegó...»
No estaba seguro de si era seguro volver a intentar abrir la puerta, quizás asegurarla fuese lo más sensato. Tuvo que dedicarle una mirada al lugar para examinar que no hubiese peligro alguno en permanecer ahí. ¿Aguantaría la cabaña una tormenta como esa?
Hablo - Pienso