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Concluyó que lo más seguro sería alejarse de las aberturas de la cabaña, aseguró la puerta y fue revisando una a una las ventanas de la planta en la que se encontraba. En el mejor de los casos, la intervención de algún personal a cargo sería útil para reducir el tiempo de la tarea, pero no tenía muchas intenciones de ponerse a esperar por esa clase de ayuda.
«¿Estaran bien esas dos?»
Se preguntaba el joven médico mientras se daba a la tarea, totalmente ignorante de lo que ocurría en el piso de arriba. Las paredes de la cabaña eran delgadas como papel y no esperaba que las tablas del techo que hacía también de piso en la planta superior fuesen mucho más gruesas. Cualquier clase de griterío sería fácilmente escuchado a lo largo de todo el edificio, sin duda alguna uno de esos lugares donde el concepto de intimidad no existe.
Hablo - Pienso