—Wow.— Emití en forma de asombro al ver como sus brazos se desvanecían y formaban aquellos papelillos voladores que se aventuraban por ambos pasillos. —Eres multifuncional jeje.— Aunque la pelirroja dijo lo obvio, vi tontamente a Aiko, tenía más de una carta bajo de la manga; sinceramente me sorprendía cada vez más de ella.
—¿Realmente eres inmortal?— Dije un poco dubitativo. Sí era cierto ella tendría cientos o quizás milenios de experiencia por encima de mí… Acto que me causaba interés, ansiedad e incluso temor.
Las mariposas de papel siguieron ambos caminos a la par. El camino de la derecha sería de unos 40 metros de largos, al igual que el izquierdo, y ambos se encontraban de frente, ya que el de la derecha tenía una curva hacia la izquierda y el de la izquierda, una a la derecha, dando a entender que era un circulo; a los 20 metros de cada uno de los caminos se encontraban una sala idéntica en donde estuvieron los shinobis encerrados, con la diferencia que tenía una reja, por lo que sí eran verdaderas celdas, en las cuales habían varios conejos de diferentes tamaños y colores, todos ellos cautivos, encerrados como prisioneros.
El lugar de encuentro de las mariposas finalizaba en una reja metálica que estaba asegurada con una gran cadena de acero y un candado que sellaba la única salida; detrás de la reja se veía una escalera de madera vieja y polvorienta que tras unos escalones rectos terminaba en otra puerta de madera, similar a la de la escalera.
Algo que parecía un poco extraño era la presencia de un conejo libre, ¿cómo había escapado? Aiko no podría saberlo, pero el saltarín miraba con anhelo hacía la puerta de madera.
—Te debería especializar en rastreo o infiltración, algo así debe quedarte bien.— Atreví a decir una vez retornaran los papelillos voladores.
—¿Realmente eres inmortal?— Dije un poco dubitativo. Sí era cierto ella tendría cientos o quizás milenios de experiencia por encima de mí… Acto que me causaba interés, ansiedad e incluso temor.
Las mariposas de papel siguieron ambos caminos a la par. El camino de la derecha sería de unos 40 metros de largos, al igual que el izquierdo, y ambos se encontraban de frente, ya que el de la derecha tenía una curva hacia la izquierda y el de la izquierda, una a la derecha, dando a entender que era un circulo; a los 20 metros de cada uno de los caminos se encontraban una sala idéntica en donde estuvieron los shinobis encerrados, con la diferencia que tenía una reja, por lo que sí eran verdaderas celdas, en las cuales habían varios conejos de diferentes tamaños y colores, todos ellos cautivos, encerrados como prisioneros.
El lugar de encuentro de las mariposas finalizaba en una reja metálica que estaba asegurada con una gran cadena de acero y un candado que sellaba la única salida; detrás de la reja se veía una escalera de madera vieja y polvorienta que tras unos escalones rectos terminaba en otra puerta de madera, similar a la de la escalera.
Algo que parecía un poco extraño era la presencia de un conejo libre, ¿cómo había escapado? Aiko no podría saberlo, pero el saltarín miraba con anhelo hacía la puerta de madera.
—Te debería especializar en rastreo o infiltración, algo así debe quedarte bien.— Atreví a decir una vez retornaran los papelillos voladores.