10/06/2017, 17:08
Keisuke comprendió rapidamente que la inmortalidad de Aiko tenía sus pros y sus contras, no todo era un valle de rosas... las malditas flores tienen espinas. Pero, también es cierto que una cosa salvaba a la otra. ¿Quién en su sano juicio no querría poder vivir por siempre? No todos, pero un gran porcentaje de la población seguramente firmaría un contrato con el mismo diablo en pos de conseguir lo que Aiko consideraba una maldición.
No todos están cortados con la misma tijera.
Su padre siempre solía decir eso cuando alguien o algo iba en contra de lo habitual, cuando destacaba saliendo del rumbo que debía seguir. La pelirroja, siempre se había burlado de esa frase, pero curiosamente siempre había estado nadando a contracorriente. Sin duda alguna, de tal palo tal astilla.
—Así es, Keisuke, no todo es tan bonito como parece.
Según avanzaban y la chica había liberado a unas nuevas emisarias de sus ojos, el chico destacó un apunte. Ahora no debía pasar por barandas, rendijas o barrotes; una puerta bien sólida y robusta era la que los separaba del exterior. ¿Podían pasar las mariposas éste nuevo obstáculo?
—Si, claro que pueden. —afirmó, convencida. —Ante todo, son papel. Es como pasar un folio bajo la puerta, sencillo.
Realizó un sello, uno meramente decorativo, haciendo como que costaba un poco mas de lo que decía. De pronto, las mariposas se convirtieron literalmente en papel, que pasó bajo la puerta, y que una vez atravesado el obstáculo, volverían a su alada forma mariposil. Tras la puerta, investigarían en completo silencio qué había por la zona, alejándose con delicadeza y cuidado. Se trataba de espiar sin ser detectadas, una auténtica misión de infiltración.
Entre tanto, Keisuke se sintió quizás un poco culpable por el interrogatorio, e inquirió que la pelirroja también podía preguntarle si es que tenía alguna duda o curiosidad sobre él. La chica lo miró, y no pudo evitar reír.
—No, no, tranquilo... está bien así... jajaja... —le dijo entre risas.
»Recuerda... igual si muero un par de veces me olvidaré de ésta incursión. La verdad, una vez te das cuenta que no puedes morir del todo, se vuelve muy fácil perder la vida... Creo que antes no era así.
Se encogió de hombros, extrañada ante la facilidad con que últimamente podía llegar a morir.
No todos están cortados con la misma tijera.
Su padre siempre solía decir eso cuando alguien o algo iba en contra de lo habitual, cuando destacaba saliendo del rumbo que debía seguir. La pelirroja, siempre se había burlado de esa frase, pero curiosamente siempre había estado nadando a contracorriente. Sin duda alguna, de tal palo tal astilla.
—Así es, Keisuke, no todo es tan bonito como parece.
Según avanzaban y la chica había liberado a unas nuevas emisarias de sus ojos, el chico destacó un apunte. Ahora no debía pasar por barandas, rendijas o barrotes; una puerta bien sólida y robusta era la que los separaba del exterior. ¿Podían pasar las mariposas éste nuevo obstáculo?
—Si, claro que pueden. —afirmó, convencida. —Ante todo, son papel. Es como pasar un folio bajo la puerta, sencillo.
Realizó un sello, uno meramente decorativo, haciendo como que costaba un poco mas de lo que decía. De pronto, las mariposas se convirtieron literalmente en papel, que pasó bajo la puerta, y que una vez atravesado el obstáculo, volverían a su alada forma mariposil. Tras la puerta, investigarían en completo silencio qué había por la zona, alejándose con delicadeza y cuidado. Se trataba de espiar sin ser detectadas, una auténtica misión de infiltración.
Entre tanto, Keisuke se sintió quizás un poco culpable por el interrogatorio, e inquirió que la pelirroja también podía preguntarle si es que tenía alguna duda o curiosidad sobre él. La chica lo miró, y no pudo evitar reír.
—No, no, tranquilo... está bien así... jajaja... —le dijo entre risas.
»Recuerda... igual si muero un par de veces me olvidaré de ésta incursión. La verdad, una vez te das cuenta que no puedes morir del todo, se vuelve muy fácil perder la vida... Creo que antes no era así.
Se encogió de hombros, extrañada ante la facilidad con que últimamente podía llegar a morir.