16/06/2017, 22:00
Keisuke afirmó que podía abrir la puerta, aunque no reveló en un principio el como, lo único que reveló fue que sería ruidoso. Al igual que el método de la chica, ambos serían ruidosos y podrían alertar a quienes los habían atrapado. La única diferencia podría residir en que la chica también podía lastimar a los conejos, no sabía nada a cerca de lo que pretendía hacer el médico. Fuese como fuese, éste se agachó y tomó al que se había librado de la primera prisión, e ipso facto se lo entregó a la pelirroja. Ésta lo tomó, e instintivamente acarició su aterciopelado pelaje. Era suave, blandito, y mas mono que un pon pon... ¿cómo resistirse?
Tras entregar al animalito a la chica, Keisuke confesó que pese a estar así del flacucho podía destrozar la puerta de un solo golpe. Ésto posiblemente podría sorprender a la chica, pues para nada parecía capaz. Arqueó una ceja en respuesta, sin saber muy bien qué decir ante tal afirmación. En su lugar, acarició de nuevo al conejito que tenía entre brazos.
—Bueno... inténtalo, no perdemos nada... —terminó por contestar. —Igual mi idea era volar los barrotes con un explosivo.
El chico concentró toda su atención en su puño, y de misma manera en su objetivo. Se tomó su tiempo, preparándose física y mentalmente. De pronto, soltó un puñetazo como la chica jamás había visto. Fue contundente y realmente atroz, un golpe de cuidado... ¿tanta fuerza tenía el chico? ¿de verdad era tan fuerte? Hasta los cimientos del habitáculo parecieron estremecerse ante el golpe, la puerta metálica no fue menos. El golpe casi la había hundido, poco le faltaba para caer.
Avisó de que faltaría un segundo golpe, y en ésta ocasión no se lo pensó tanto. Golpeó de nuevo, y la cárcel de los conejos quedó totalmente destrozada. Los barrotes se doblaron, las conexiones hacia la pared terminaron reventando, y una leve polvareda quedó suspendida en el aire por unos pocos segundos.
—¿Cómo haces eso? ¿es alguna especie de golpe concentrando chakra?
La chica no pudo evitar la pregunta, realmente eso se alejaba mucho de lo que el chico parecía, para nada eran golpes de una persona con esa complexión. Además, la chica era mas curiosa que un gato, no podía evitar la curiosidad.
Keisuke preguntó a Aiko si debían primero liberar a los conejos, o bien echar un vistazo al interior de la puerta que previamente había intentado explorar. —Creo que poco vas a poder hacer ya para que los conejos se queden ahí... —informó a chico, señalando la destrozada verja por donde los conejos escapaban a mansalva. —Abramos la puerta, y ya veremos qué sucede.
Tras entregar al animalito a la chica, Keisuke confesó que pese a estar así del flacucho podía destrozar la puerta de un solo golpe. Ésto posiblemente podría sorprender a la chica, pues para nada parecía capaz. Arqueó una ceja en respuesta, sin saber muy bien qué decir ante tal afirmación. En su lugar, acarició de nuevo al conejito que tenía entre brazos.
—Bueno... inténtalo, no perdemos nada... —terminó por contestar. —Igual mi idea era volar los barrotes con un explosivo.
El chico concentró toda su atención en su puño, y de misma manera en su objetivo. Se tomó su tiempo, preparándose física y mentalmente. De pronto, soltó un puñetazo como la chica jamás había visto. Fue contundente y realmente atroz, un golpe de cuidado... ¿tanta fuerza tenía el chico? ¿de verdad era tan fuerte? Hasta los cimientos del habitáculo parecieron estremecerse ante el golpe, la puerta metálica no fue menos. El golpe casi la había hundido, poco le faltaba para caer.
Avisó de que faltaría un segundo golpe, y en ésta ocasión no se lo pensó tanto. Golpeó de nuevo, y la cárcel de los conejos quedó totalmente destrozada. Los barrotes se doblaron, las conexiones hacia la pared terminaron reventando, y una leve polvareda quedó suspendida en el aire por unos pocos segundos.
—¿Cómo haces eso? ¿es alguna especie de golpe concentrando chakra?
La chica no pudo evitar la pregunta, realmente eso se alejaba mucho de lo que el chico parecía, para nada eran golpes de una persona con esa complexión. Además, la chica era mas curiosa que un gato, no podía evitar la curiosidad.
Keisuke preguntó a Aiko si debían primero liberar a los conejos, o bien echar un vistazo al interior de la puerta que previamente había intentado explorar. —Creo que poco vas a poder hacer ya para que los conejos se queden ahí... —informó a chico, señalando la destrozada verja por donde los conejos escapaban a mansalva. —Abramos la puerta, y ya veremos qué sucede.