1/07/2015, 00:18
Pero no llegó a moverse siquiera unos pocos metros.
Ayame se vio sobresaltada por una voz que parecía estar intentando llamar su atención; y, efectivamente, cuando se detuvo y volvió a girarse vio que los dos shinobi tenían la mirada clavada en ella. No había pasado desapercibida. Pero el chico de la trenza había mencionado a su padre y a su hermano, con lo que se ganó la total atención de la kunoichi. Había abierto la boca para responder, pero al mencionar el nombre de Hanaiko Daruu sintió como si le hubiesen tirado un jarro de agua fría por encima.
—¿Por qué conoces a Daruu-san? —preguntó, de nuevo recelosa.
«¿Y por qué Daruu-san huiría de alguien como tú?» Su compañero de equipo era un shinobi verdaderamente capaz, no le imaginaba huyendo así porque sí de alguien. A no ser que aquel chico fuera peligroso... A no ser que...
Retrocedió un paso, y sus ojos comenzaron a estudiar las posibilidades de huida en aquel océano de gente. Había perdido todo el interés en que aquellos chicos la ayudaran, sobre todo el chico de la coleta, pero la intervención del rubio volvió a frenar sus deseos de escapar. Pese a su aspecto intimidatorio, aquel chico parecía ser más afable. Pero los ojos de Ayame volvieron a dirigirse inevitablemente a sus manos envueltas en los extraños guantes repletos de aquellos horribles cables.
—N... no... —balbuceó, y volvió a retroceder.
«Si Daruu-san huía de ese chico es que es peligroso. Y seguramente el otro también. Quizás estén compinchados para... para...» Decidió, en su fuero interno. Su mirada, nerviosa, iba y venía de los dos chicos, a los guantes del rubio y a la multitud que les rodeaba. Estaba indecisa.
Ayame se vio sobresaltada por una voz que parecía estar intentando llamar su atención; y, efectivamente, cuando se detuvo y volvió a girarse vio que los dos shinobi tenían la mirada clavada en ella. No había pasado desapercibida. Pero el chico de la trenza había mencionado a su padre y a su hermano, con lo que se ganó la total atención de la kunoichi. Había abierto la boca para responder, pero al mencionar el nombre de Hanaiko Daruu sintió como si le hubiesen tirado un jarro de agua fría por encima.
—¿Por qué conoces a Daruu-san? —preguntó, de nuevo recelosa.
«¿Y por qué Daruu-san huiría de alguien como tú?» Su compañero de equipo era un shinobi verdaderamente capaz, no le imaginaba huyendo así porque sí de alguien. A no ser que aquel chico fuera peligroso... A no ser que...
Retrocedió un paso, y sus ojos comenzaron a estudiar las posibilidades de huida en aquel océano de gente. Había perdido todo el interés en que aquellos chicos la ayudaran, sobre todo el chico de la coleta, pero la intervención del rubio volvió a frenar sus deseos de escapar. Pese a su aspecto intimidatorio, aquel chico parecía ser más afable. Pero los ojos de Ayame volvieron a dirigirse inevitablemente a sus manos envueltas en los extraños guantes repletos de aquellos horribles cables.
—N... no... —balbuceó, y volvió a retroceder.
«Si Daruu-san huía de ese chico es que es peligroso. Y seguramente el otro también. Quizás estén compinchados para... para...» Decidió, en su fuero interno. Su mirada, nerviosa, iba y venía de los dos chicos, a los guantes del rubio y a la multitud que les rodeaba. Estaba indecisa.