20/06/2017, 19:24
Para desgracia de Keisuke, su compañero Mogura era un muchacho bastante débil físicamente. Sus músculos no estaban entrenados, y apenas podían sostener el peso de un kunai o un shuriken; no digamos ya el de un compañero de su misma edad y proporciones.
En cuanto el hilo se tensó con el peso de Keisuke y Mogura intento hacer algo de fuerza para sostenerlo, el primer médico notó como su descenso era brusco y descontrolado; mientras que el segundo directamente cayó de boca, golpeándose de lleno en la cara contra la tierra y las piedras del borde del acantilado.
Keisuke, por su parte, logró controlar finalmente la bajada... No sin antes golpearse con una de las rocas. El impacto le alcanzó en el hombro izquierdo, dejándoselo tan entumecido que sólo notaría un intenso y penetrante dolor si intentaba mover el brazo.
Sea como fuere, el médico alpinista llegó hasta el fondo del acantilado, con la furiosa lluvia golpeándole sin piedad y las olas amenazando con tragárselo hasta las profundidades del oscuro mar. A su alrededor Keisuke pudo ver como tímidas flores crecían aquí y allá, entre las rocas. Su aspecto coincidía con el de la planta que debía buscar, la Cauda Draconis. Había flores en cantidad, por lo que no le llevaría demasiado esfuerzo arrancar un par de manojos.
En cuanto el hilo se tensó con el peso de Keisuke y Mogura intento hacer algo de fuerza para sostenerlo, el primer médico notó como su descenso era brusco y descontrolado; mientras que el segundo directamente cayó de boca, golpeándose de lleno en la cara contra la tierra y las piedras del borde del acantilado.
Keisuke, por su parte, logró controlar finalmente la bajada... No sin antes golpearse con una de las rocas. El impacto le alcanzó en el hombro izquierdo, dejándoselo tan entumecido que sólo notaría un intenso y penetrante dolor si intentaba mover el brazo.
Sea como fuere, el médico alpinista llegó hasta el fondo del acantilado, con la furiosa lluvia golpeándole sin piedad y las olas amenazando con tragárselo hasta las profundidades del oscuro mar. A su alrededor Keisuke pudo ver como tímidas flores crecían aquí y allá, entre las rocas. Su aspecto coincidía con el de la planta que debía buscar, la Cauda Draconis. Había flores en cantidad, por lo que no le llevaría demasiado esfuerzo arrancar un par de manojos.