22/06/2017, 15:23
Tras escalar —no sin dificultad— la pared del acantilado, Keisuke llegó por fin a la cima. Se había golpeado varias veces más al resbalarse con las rocas, y ahora tenía tanto el hombro izquierdo como la pierna bastante doloridos. Apenas podía caminar sin recibir una punzada aguda y local en la rodilla, lo que le forzaría a cojear hasta que pudiera curar su herida o solventar el dolor.
Sea como fuere, los chicos volvieron a Coladragón bajo el manto de lluvia de la tormenta. La noche terminó por echárseles encima a mitad de camino, por el sendero embarrado y cubierto de lodo. Tan sólo las tenues luces del embarcadero les permitieron orientarse cuando llegó la oscuridad.
Al llegar al pueblo, los muchachos se dirigieron a casa del señor To Do sin perder un momento. Era la típica hora de la cena en Arashi no Kuni, pero aun así el propietario de la vivienda apareció con mucha rapidez. Parecía muy nervioso —más incluso que antes—, y ni siquiera llegó a abrir completamente la puerta.
—¡Ah, vosotros, por fin! ¿Se puede saber por qué habéis tardado tanto? —cuestionó, aun sin atreverse a salir de la casa y mirando hacia un lado y otro de la calle—. ¿Y bien? ¿Tenéis lo que os encargué, cierto? Mi hija está empeorando por momentos.