24/06/2017, 10:42
Finalmente, después de la larga travesía que le había llevado hasta los linderos de la Isla Monotonía, por allá en el país del Agua; el escualo regresó a las costas uzureñas y decidió pasar la noche en Yamiria. A la mañana siguiente, con las energías debidamente recargadas, Kaido volvió a poner marcha sobre tierra firme y tomó su curso hacia su país, trayecto que le tomó alrededor de dos días, aproximadamente.
Había estado viajando mucho últimamente, y lo cierto es que estaba escaso de efectivo, y de energías. Los pies le dolían, y aunque quisiese darse el lujo de pagar alguna que otra posada a mitad de camino, en realidad estaba tan desesperado por llegar a Yachi que no pensó en las secuelas de una caminata similar. A tal punto de que, estando próximo a la frontera que dividía ambas regiones, se percató de que sus reservas de agua estaban bajas. Y un Hōzuki no se podía permitir aquello bajo ninguna circunstancia.
Estaba sediento, y la única fuente de agua que sabía cercana era la poderosa cascada del Valle del Fin. Así que ahí decidió ir.
Daban las doce del mediodía, y el sol veraniego brillaba con todo su esplendor desde el noreste. El verano de ese año en particular venía siendo uno de los más calurosos, o eso comentaban los lugareños; y aquellos que vivían en pueblos aledaños a la fuente de agua que el Valle del Fin les proporcionaba, no podían estar más que agradecidos.
Y sin embargo, para cuando Kaido llegó finalmente al área en cuestión, no parecía haber nadie en los alrededores; no al menos de los que él pudiese percatarse.
El gyojin se dispuso entonces a llenar su cantimplora, y bebió un par de tragos entre medios. Sólo para después, volverla a llenar. Como si tanta agua nunca fuese suficiente.
Había estado viajando mucho últimamente, y lo cierto es que estaba escaso de efectivo, y de energías. Los pies le dolían, y aunque quisiese darse el lujo de pagar alguna que otra posada a mitad de camino, en realidad estaba tan desesperado por llegar a Yachi que no pensó en las secuelas de una caminata similar. A tal punto de que, estando próximo a la frontera que dividía ambas regiones, se percató de que sus reservas de agua estaban bajas. Y un Hōzuki no se podía permitir aquello bajo ninguna circunstancia.
Estaba sediento, y la única fuente de agua que sabía cercana era la poderosa cascada del Valle del Fin. Así que ahí decidió ir.
Quinto Tsuchiyōbi de Flama, Verano de 217, La Capital
Daban las doce del mediodía, y el sol veraniego brillaba con todo su esplendor desde el noreste. El verano de ese año en particular venía siendo uno de los más calurosos, o eso comentaban los lugareños; y aquellos que vivían en pueblos aledaños a la fuente de agua que el Valle del Fin les proporcionaba, no podían estar más que agradecidos.
Y sin embargo, para cuando Kaido llegó finalmente al área en cuestión, no parecía haber nadie en los alrededores; no al menos de los que él pudiese percatarse.
El gyojin se dispuso entonces a llenar su cantimplora, y bebió un par de tragos entre medios. Sólo para después, volverla a llenar. Como si tanta agua nunca fuese suficiente.