24/06/2017, 22:09
Fue el sonido de una rama quebrarse, y la inminente perjura arrojada por la mujer lo que le permitió percatarse de su veloz acercamiento. Su capacidad de reacción, sin embargo, sólo le permitió girar la cabeza lo suficientemente rápido como para ver frente a frente a quien se acercaba a toda marcha en su dirección: una mujer menuda, con cabellos naranjas, y que más pronto que tarde acabaría haciéndole un tackle que lo tumbó hasta los linderos más profundos del lago.
La mujer salió despedida por encima suyo, y cayó a un par de metros más adelante. Kaido, por su parte, se mantuvo sumergido por medio minuto intentando despejar de su cabeza las inminentes ganas que tendría de ahogar a la infractora.
Sacó la cabeza sutilmente, como lo haría el cocodrilo mientras visualiza a su víctima, y luego emergió completamente. Sólo para observar el cómo la zorra yacía boca arriba, flotando muy relajada. El escualo dio dos zancadas, y gracias a su preciada genética fue inmediata su aproximación hasta la posición de la mujer. Le alzó con el brazo derecho por la mochila y prácticamente la obligó a pararse sobre su propio peso.
—¿Estás bien? —inquirió casi a regañadientes, se le podía ver en el rostro la lucha interna que le suponía preguntar aquello sin insultarle. Pero, lamentablemente, no tenía las energías para ser el usual hijo de puta de siempre—. si tantas ganas tenías de darte una ducha con éste guapetón, bien podrías haberlo preguntado amablemente, coño.
Ashito, quien se encontraba en el extremo derecho más inmediato, pudo percatarse de todo aquel tumulto en primera fila.
La mujer salió despedida por encima suyo, y cayó a un par de metros más adelante. Kaido, por su parte, se mantuvo sumergido por medio minuto intentando despejar de su cabeza las inminentes ganas que tendría de ahogar a la infractora.
Sacó la cabeza sutilmente, como lo haría el cocodrilo mientras visualiza a su víctima, y luego emergió completamente. Sólo para observar el cómo la zorra yacía boca arriba, flotando muy relajada. El escualo dio dos zancadas, y gracias a su preciada genética fue inmediata su aproximación hasta la posición de la mujer. Le alzó con el brazo derecho por la mochila y prácticamente la obligó a pararse sobre su propio peso.
—¿Estás bien? —inquirió casi a regañadientes, se le podía ver en el rostro la lucha interna que le suponía preguntar aquello sin insultarle. Pero, lamentablemente, no tenía las energías para ser el usual hijo de puta de siempre—. si tantas ganas tenías de darte una ducha con éste guapetón, bien podrías haberlo preguntado amablemente, coño.
Ashito, quien se encontraba en el extremo derecho más inmediato, pudo percatarse de todo aquel tumulto en primera fila.