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Y, tan súbito como destello de una centella; la dama rosada transmutó de lo que suponía ser una femenina y dulce apariencia a la de una resarcida y confianzuda guerrera, cuya filosa lengua era probablemente su primer sistema de defensa para con los bribones y atrevidos como Kaido. Cuando ésta pidió su cabeza, el escualo no pudo hacer más que sonreír, y dejar que su carcajada se mezclara con el constante revoloteo de las tumultuosas aguas de la cascada, cuyo caudal era insaciable e indetenible.
El gyojin movió las manos en un gesto desmerecedor, restándole importancia al asunto y haciéndole un guiño torcido a la dama ya no tan dama.
—Si tan solo supieras cuántos han pedido mi cabeza y han sido ellos los que han acabado con la suya separada de sus hombros. Pero no seré yo el que mate tus ilusiones, mujer; estás en plena libertad de tratar de cumplir con tu palabra —dejó que la mochila que ataviaba su espalda cayera al suelo—. dime, kusariense: ¿cuál es tu nombre?
Y mientras indagaba en aquello, el tiburón parecía estar preparándose para ir a la guerra.
El gyojin movió las manos en un gesto desmerecedor, restándole importancia al asunto y haciéndole un guiño torcido a la dama ya no tan dama.
—Si tan solo supieras cuántos han pedido mi cabeza y han sido ellos los que han acabado con la suya separada de sus hombros. Pero no seré yo el que mate tus ilusiones, mujer; estás en plena libertad de tratar de cumplir con tu palabra —dejó que la mochila que ataviaba su espalda cayera al suelo—. dime, kusariense: ¿cuál es tu nombre?
Y mientras indagaba en aquello, el tiburón parecía estar preparándose para ir a la guerra.