7/07/2017, 12:47
—Lo único que retiene mi filo es mi respeto por Morikage-sama. No seré yo quien... «Bla, bla, bla»
—Lo único que te retiene es la falta de cojones, mujer. No me vengas con cuentos de Morikage, treguas y demás. Las excusas para los débiles.
Habiendo dicho aquello, el escualo zarpó entonces en un sprint habilidoso. Dejó que su cuerpo arremetiera finalmente hacia la posición en la que la salvaje se encontraba, con fauces en ristre, preparado para dejarle claro quién era el que tenía las de ganar en tan bélica situación.
Sin embargo, antes de que éste pudiera siquiera a intentar tocarle un pelo; un súbito destello les cegó a ambos y lo que pasó después fue todo un misterio. Lo último que supo Kaido, fue el encontrarse con la cabeza gacha intentando recobrar el aires después del pesado golpe que sintió al nivel del estómago. Y a Izumi, una más amable ventisca la obligó a retroceder también, a pesar de que quien empezó el ataque fue otro.
Cuando ambos hubieran recuperado la visión en su totalidad, entre ellos yacía una mujer de altura promedio, con ropas típicas de un shinobi. Sin embargo, ningún símbolo vestía su frente. Nada que la identificada.
Era una chica de rostro simpático, aunque sus ojos vestían un par de anteojos culo de botella de gran tamaño. Tenía el cabello castaño, medía aproximadamente el metro setenta, y les miraba a los dos infractores con el pico y el ceño fruncido, evidentemente enervada por la situación.
—¡Pero cómo se atreven, ¿ah?! a perturbar el máximo símbolo histórico de paz con vuestras beligerantes conductas. Avergonzados tendrían que estar, los dos, ¡avergonzados!
«Otra estúpida zorra valiente. ¿Pero ésto que es? ¿la reunión de los coños salvajes?»
—Lo único que te retiene es la falta de cojones, mujer. No me vengas con cuentos de Morikage, treguas y demás. Las excusas para los débiles.
Habiendo dicho aquello, el escualo zarpó entonces en un sprint habilidoso. Dejó que su cuerpo arremetiera finalmente hacia la posición en la que la salvaje se encontraba, con fauces en ristre, preparado para dejarle claro quién era el que tenía las de ganar en tan bélica situación.
Sin embargo, antes de que éste pudiera siquiera a intentar tocarle un pelo; un súbito destello les cegó a ambos y lo que pasó después fue todo un misterio. Lo último que supo Kaido, fue el encontrarse con la cabeza gacha intentando recobrar el aires después del pesado golpe que sintió al nivel del estómago. Y a Izumi, una más amable ventisca la obligó a retroceder también, a pesar de que quien empezó el ataque fue otro.
Cuando ambos hubieran recuperado la visión en su totalidad, entre ellos yacía una mujer de altura promedio, con ropas típicas de un shinobi. Sin embargo, ningún símbolo vestía su frente. Nada que la identificada.
Era una chica de rostro simpático, aunque sus ojos vestían un par de anteojos culo de botella de gran tamaño. Tenía el cabello castaño, medía aproximadamente el metro setenta, y les miraba a los dos infractores con el pico y el ceño fruncido, evidentemente enervada por la situación.
—¡Pero cómo se atreven, ¿ah?! a perturbar el máximo símbolo histórico de paz con vuestras beligerantes conductas. Avergonzados tendrían que estar, los dos, ¡avergonzados!
«Otra estúpida zorra valiente. ¿Pero ésto que es? ¿la reunión de los coños salvajes?»