8/07/2017, 22:43
—Lo único que te retiene es la falta de cojones, mujer. No me vengas con cuentos de Morikage, treguas y demás. Las excusas para los débiles. el chico tiburón comenzó a cargar contra la pelirosa, la joven apretó con fuerza el mango de su arma y comenzó a desenvainarla en respuesta a la carga de su adversario
—¡Maldito bocazas!— su espada estaba ya libre, el chico monstruoso estaba apunto de entrar en su rango de corte... Izumi siempre se imaginó que en un momento así dudaría, que la posibilidad de matar a un ser humano haría que su mano temblase. Al menos la primera vez... pero no lo hizo, su mano estaba firme, su hoja viajaba libre y sin obstáculos —¡MUE...!— de repente todo se volvió confuso, una ráfaga de viento la tiró de espaldas. En el impacto sobre la orilla, incluso perdió el agarre de su arma.
—¡Pero cómo se atreven, ¿ah?! a perturbar el máximo símbolo histórico de paz con vuestras beligerantes conductas. Avergonzados tendrían que estar, los dos, ¡avergonzados! una extraña mujer de gafas ridículas, se había interpuesto entre ambos evitando que el conflicto acabase de la peor manera. Sin embargo, al menos desde la perspectiva de Izumi aquella mujer no tenía ningún tipo de identificación que la relacionase con alguna de las dos aldeas que intervenian en aquel conflicto sin conocimiento
Se repuso como pudo, recuperando primero el arma que yacía a su derecha antes de levantarse todo lo rápido que pudo a pesar de que el costalazo que acababa de recibir —¿Quién demonios eres tú?— fue lo único que alcanzó a decir la joven, que no tenía nada claro en aquel momento
—¡Maldito bocazas!— su espada estaba ya libre, el chico monstruoso estaba apunto de entrar en su rango de corte... Izumi siempre se imaginó que en un momento así dudaría, que la posibilidad de matar a un ser humano haría que su mano temblase. Al menos la primera vez... pero no lo hizo, su mano estaba firme, su hoja viajaba libre y sin obstáculos —¡MUE...!— de repente todo se volvió confuso, una ráfaga de viento la tiró de espaldas. En el impacto sobre la orilla, incluso perdió el agarre de su arma.
—¡Pero cómo se atreven, ¿ah?! a perturbar el máximo símbolo histórico de paz con vuestras beligerantes conductas. Avergonzados tendrían que estar, los dos, ¡avergonzados! una extraña mujer de gafas ridículas, se había interpuesto entre ambos evitando que el conflicto acabase de la peor manera. Sin embargo, al menos desde la perspectiva de Izumi aquella mujer no tenía ningún tipo de identificación que la relacionase con alguna de las dos aldeas que intervenian en aquel conflicto sin conocimiento
Se repuso como pudo, recuperando primero el arma que yacía a su derecha antes de levantarse todo lo rápido que pudo a pesar de que el costalazo que acababa de recibir —¿Quién demonios eres tú?— fue lo único que alcanzó a decir la joven, que no tenía nada claro en aquel momento