15/07/2017, 06:37
Fiel a su naturaleza, la salvaje kunoichi de Kusagakure inquirió una vez más que no estaba dentro de sus planes revelar su nombre, y mucho menos a dos extraños a los que, probablemente, consideraba potenciales enemigos que podrían hacerle daño. Su reacción, además de lo poco reacia a tender la mano en un asunto tan turbio como aquel, daba la certeza de que Izumi era de esas shinobi nacionalistas que profesaban el más puro de los amores hacia su tierra, y sólo hacia su tierra.
Lo demás no era importante.
Yagima no lo entendía, sin embargo. Sabía de primera mano que, si había una aldea que debiera algún tipo de respeto histórico a las otras dos grandes naciones, esa era Kusagakure; teniendo en cuenta que su último y actual líder tomó el poder con la ayuda de Amegakure y Uzushiogakure, en un intento común por mejorar una situación que para el año 170 se antojaba deplorable. Moyashi Kenzou lideró un movimiento, junto a sus compatriotas vecinos, y trajo prosperidad a la Hierba. ¿No era Amegakure, en éste caso, partícipe indirecta de esa misma prosperidad?
Claro qué tan profunda información era conocimiento que le había tomado años recolectar. Ella, la pequeña pelinaranja, probablemente no tuviese conocimiento alguno sobre ese tema.
—A tu corta edad, seguro que no habrás escuchado muchas cosas, señorita.
—La incultura es un concepto propio de la gente que proviene de Kusagakure, no se moleste en razonar con ella.
—Falso. La aldea de la Hierba es una de las más prósperas, con una hermosa cultura. No será tan civilizada como vosotros los amerienses, ¿pero quién necesita de ascensores cuando tiene se tiene una de las faunas más vivas y hermosas de todo Oonindo? —espetó, con la crudeza de quien se sabe conocedora de detalles que podrían refutar más de una teoría—. en fin, ya aprenderéis más adelante más sobre el uno de otro. Por ahora, basta con que entendáis que no sois enemigos ni tenéis que actuar como tal, y mucho menos frente a la mirada de vuestros dos ancestros.
—Ella empezó todo. Yo sólo le pedí, amablemente, que me tasara esa bonita espada que lleva consigo. Iba a pagar por ella, hasta que esa cosa salvaje se ofreció a quitarme la cabeza de un tajo. ¿Qué puedo hacer yo? darle tres pataditas en el culo y mandarla para casa.
Lo demás no era importante.
Yagima no lo entendía, sin embargo. Sabía de primera mano que, si había una aldea que debiera algún tipo de respeto histórico a las otras dos grandes naciones, esa era Kusagakure; teniendo en cuenta que su último y actual líder tomó el poder con la ayuda de Amegakure y Uzushiogakure, en un intento común por mejorar una situación que para el año 170 se antojaba deplorable. Moyashi Kenzou lideró un movimiento, junto a sus compatriotas vecinos, y trajo prosperidad a la Hierba. ¿No era Amegakure, en éste caso, partícipe indirecta de esa misma prosperidad?
Claro qué tan profunda información era conocimiento que le había tomado años recolectar. Ella, la pequeña pelinaranja, probablemente no tuviese conocimiento alguno sobre ese tema.
—A tu corta edad, seguro que no habrás escuchado muchas cosas, señorita.
—La incultura es un concepto propio de la gente que proviene de Kusagakure, no se moleste en razonar con ella.
—Falso. La aldea de la Hierba es una de las más prósperas, con una hermosa cultura. No será tan civilizada como vosotros los amerienses, ¿pero quién necesita de ascensores cuando tiene se tiene una de las faunas más vivas y hermosas de todo Oonindo? —espetó, con la crudeza de quien se sabe conocedora de detalles que podrían refutar más de una teoría—. en fin, ya aprenderéis más adelante más sobre el uno de otro. Por ahora, basta con que entendáis que no sois enemigos ni tenéis que actuar como tal, y mucho menos frente a la mirada de vuestros dos ancestros.
—Ella empezó todo. Yo sólo le pedí, amablemente, que me tasara esa bonita espada que lleva consigo. Iba a pagar por ella, hasta que esa cosa salvaje se ofreció a quitarme la cabeza de un tajo. ¿Qué puedo hacer yo? darle tres pataditas en el culo y mandarla para casa.