20/07/2017, 02:58
La noche comenzaba a adueñarse del entorno, tiñendo cada rincón de la zona baja de Yukio de un intenso negro provocado por la progresiva oscuridad que amenazaba con devorar cualquier rastro de luz que se interpusiera en su camino, todo lugar hacia el que observara lo atemorizaba y le causaba un alarmante escalofrió que recorría todo su cuerpo, claro que no solo era provocado por el temor que le infundía aquel sitio, sino también, por el frío causado por la incesante lluvia que empapaba por completo la gabardina negra del joven y repletaba las calles con incontables charcos de agua y barro, haciendo que sea molesto el circular normalmente, continuaba el paso con algo de chacra desviado hacia sus pies, quien deambulaba por los nauseabundos callejones, siguiendo a pie de letra, un croquis perfectamente trazado con lujo de detalles, o eso hubiera preferido, lo que se hallaba entre sus manos eran unas improvisadas líneas que no podían ser más que unos garabatos que no le indicaban ninguna dirección, aun así, debía presentarse, sin margen de error, su clan le había confiado su primer encargo, y no podía fallar.
Varios días antes, Haru fue sorprendido por una gran noticia, a pesar de no ser de los mejores genin, la mayoría de su generación, por no decir todos menos él, ya habían salido de la Villa al menos una vez, ya sea por alguna misión, encargo u otros motivos, lo que lo coronaba, como el genin con menos experiencia del año, y ese día, no la aldea, pero si su clan, le había encargado un trabajo fuera de las murallas de Uzushio, bastante lejos de hecho, la ciudad a la que debía dirigirse, se bautizaba como Yukio, un pueblo ubicado en el país de la incesante lluvia, el país de la tormenta, para ser más específico, en las tierras nevadas del norte.
Sucedió, que el clan Akaki, debe una pequeña parte de sus ingresos, a unos pequeños trabajillos bajo la mesa, no era algo muy grande, pero si lo suficiente como para tener un informante que los contacte con trabajos de ese tipo, por lo que decidieron enviar a la promesa del recinto.
El camino había sido arduo, pero como le indicaron, allí estaba, temeroso ante el callejón que figuraba entre los garabatos que portaba, según lo que podía entender, era el camino correcto.
Los olores y las miradas que, aunque él no podía percibirlas, sabía que se encontraban ahí, observándolo, hacían que su vista se desviara hacia todos lados, todos le parecían sospechosos, alguno haría algo de eso estaba seguro<<Cálmate, estas personas son peligrosas, pero si paso como una de ellas no pasara nada, esto es algo normal en lugares como este>> su informante se había encargado de suplirle toda la información necesaria y más, por lo que sabía del entorno al que se estaba metiendo.
Un gran edificio de dos pisos abandonado, era el lugar frente al que se encontraba, su aspecto no era nada relajante, por lo que los tendones de sus manos no hicieron más que tensarse a la vez que tragaba saliva - En donde me estoy metiendo- susurro al empezar a acercarse a la puerta de la construcción, haciendo un apenas perceptible llamado a la misma con unos leves golpes.
-¿Bajo la lluvia del luminiscente quien yace? Y ¿Qué le ha traído al palacio del abandono?- se dejó oír la profunda voz desde dentro, esperando la respuesta del llamado.
- E-es un vo-voluntario resuelto y descrito, discreto- corrigió rápidamente como si se hubiera equivocado en un examen, para después continuar- Q-que ha venido a iniciar una travesía a través del subsuelo- repitió con gran nerviosismo las palabras que le habían indicado que dijera, esperando que la puerta se abriera.
Varios segundos de espera, acompañaron las palabras del Akaki, quien continuaba inmóvil << Creo haberlas dicho bien, eso me dijeron que hiciera, si no me abren no es mi culpa>> pensó a modo de excusa tratando de evadir problemas, cuando sus pies se movieron para comenzar a girar en dirección contraria, pero la acción fue interrumpida en el momento en que la puerta comenzó a abrirse acompañada por un gran ruido provocado por el pesado metal arrastrándose y un hombre de gran tamaño que lo invitaba a pasar con su mano.
Una vez adentro, pudo ver que en el interior del edificio había bastantes personas de aspecto amenazante, más de las que se esperaba, cada uno más atemorizante que el otro, Haru estaba temblando, nunca había estado en un lugar tan lúgubre como aquel, parecía que este era el lugar donde la peor calaña se reunía<< Mierda ¿a dónde me mandaron?, estaba mejor afuera >> pensó mientras pasaba por en medio de la habitación, cubriendo su cara aún más con la capucha de su gabardina, estaba tan abrumado que si se parara junto a una pared, su sombra lo haría sobresaltarse.
Subió escaleras y atravesó algunas habitaciones, tal como le habían dicho, hasta llegar a un pasillo en cuyo final se encontraba la puerta que buscaba, dos enormes gorilas se encontraban resguardando la misma, con el objetivo de parar el paso a cualquiera que no portara la carta que le había sido entregada antes de comenzar el viaje.
- Espere aquí- tal como le habían dicho a otros antes, le pidieron a él, dejándolo entrar a una habitación elegantemente decorada, parecía un sitio distinto, aunque se encontraba en el mismo edificio, dentro se podía apreciar el tapizado rojo y el dorado de la habitación, incluso contaba con una barra y una mesa de billar.
Haru solo se quedó de pie junto la puerta cuando esta fue cerrada, ni siquiera se quitó la gabardina para colgarla, solo se quedó inmóvil en donde estaba, observando su entorno, un joven de gran cabellera blanca junto a la barra le llamo la atención, aunque no tenía ni idea de qué clase de persona era, parecía de su edad, pero la espada que portaba le mostraba que no era alguien indefenso, por lo que no se movió de la puerta.
Varios días antes, Haru fue sorprendido por una gran noticia, a pesar de no ser de los mejores genin, la mayoría de su generación, por no decir todos menos él, ya habían salido de la Villa al menos una vez, ya sea por alguna misión, encargo u otros motivos, lo que lo coronaba, como el genin con menos experiencia del año, y ese día, no la aldea, pero si su clan, le había encargado un trabajo fuera de las murallas de Uzushio, bastante lejos de hecho, la ciudad a la que debía dirigirse, se bautizaba como Yukio, un pueblo ubicado en el país de la incesante lluvia, el país de la tormenta, para ser más específico, en las tierras nevadas del norte.
Sucedió, que el clan Akaki, debe una pequeña parte de sus ingresos, a unos pequeños trabajillos bajo la mesa, no era algo muy grande, pero si lo suficiente como para tener un informante que los contacte con trabajos de ese tipo, por lo que decidieron enviar a la promesa del recinto.
El camino había sido arduo, pero como le indicaron, allí estaba, temeroso ante el callejón que figuraba entre los garabatos que portaba, según lo que podía entender, era el camino correcto.
Los olores y las miradas que, aunque él no podía percibirlas, sabía que se encontraban ahí, observándolo, hacían que su vista se desviara hacia todos lados, todos le parecían sospechosos, alguno haría algo de eso estaba seguro<<Cálmate, estas personas son peligrosas, pero si paso como una de ellas no pasara nada, esto es algo normal en lugares como este>> su informante se había encargado de suplirle toda la información necesaria y más, por lo que sabía del entorno al que se estaba metiendo.
Un gran edificio de dos pisos abandonado, era el lugar frente al que se encontraba, su aspecto no era nada relajante, por lo que los tendones de sus manos no hicieron más que tensarse a la vez que tragaba saliva - En donde me estoy metiendo- susurro al empezar a acercarse a la puerta de la construcción, haciendo un apenas perceptible llamado a la misma con unos leves golpes.
-¿Bajo la lluvia del luminiscente quien yace? Y ¿Qué le ha traído al palacio del abandono?- se dejó oír la profunda voz desde dentro, esperando la respuesta del llamado.
- E-es un vo-voluntario resuelto y descrito, discreto- corrigió rápidamente como si se hubiera equivocado en un examen, para después continuar- Q-que ha venido a iniciar una travesía a través del subsuelo- repitió con gran nerviosismo las palabras que le habían indicado que dijera, esperando que la puerta se abriera.
Varios segundos de espera, acompañaron las palabras del Akaki, quien continuaba inmóvil << Creo haberlas dicho bien, eso me dijeron que hiciera, si no me abren no es mi culpa>> pensó a modo de excusa tratando de evadir problemas, cuando sus pies se movieron para comenzar a girar en dirección contraria, pero la acción fue interrumpida en el momento en que la puerta comenzó a abrirse acompañada por un gran ruido provocado por el pesado metal arrastrándose y un hombre de gran tamaño que lo invitaba a pasar con su mano.
Una vez adentro, pudo ver que en el interior del edificio había bastantes personas de aspecto amenazante, más de las que se esperaba, cada uno más atemorizante que el otro, Haru estaba temblando, nunca había estado en un lugar tan lúgubre como aquel, parecía que este era el lugar donde la peor calaña se reunía<< Mierda ¿a dónde me mandaron?, estaba mejor afuera >> pensó mientras pasaba por en medio de la habitación, cubriendo su cara aún más con la capucha de su gabardina, estaba tan abrumado que si se parara junto a una pared, su sombra lo haría sobresaltarse.
Subió escaleras y atravesó algunas habitaciones, tal como le habían dicho, hasta llegar a un pasillo en cuyo final se encontraba la puerta que buscaba, dos enormes gorilas se encontraban resguardando la misma, con el objetivo de parar el paso a cualquiera que no portara la carta que le había sido entregada antes de comenzar el viaje.
- Espere aquí- tal como le habían dicho a otros antes, le pidieron a él, dejándolo entrar a una habitación elegantemente decorada, parecía un sitio distinto, aunque se encontraba en el mismo edificio, dentro se podía apreciar el tapizado rojo y el dorado de la habitación, incluso contaba con una barra y una mesa de billar.
Haru solo se quedó de pie junto la puerta cuando esta fue cerrada, ni siquiera se quitó la gabardina para colgarla, solo se quedó inmóvil en donde estaba, observando su entorno, un joven de gran cabellera blanca junto a la barra le llamo la atención, aunque no tenía ni idea de qué clase de persona era, parecía de su edad, pero la espada que portaba le mostraba que no era alguien indefenso, por lo que no se movió de la puerta.

- Hablo-
<<Pienso>>