4/07/2015, 15:26
(Última modificación: 4/07/2015, 15:30 por Hanamura Kazuma.)
Kazuma seguía a su compañera a pesar de no poder llegar a divisarla en aquel estrecho pasaje oscuro, sin embargo por aquel momento el sonido que hacia al caminar era el suficiente como para no perderla.
Pero perder a su compañera no era el único problema, aquel estrecho y asfixiante camino estaba lleno de agua. Todas las rocas parecían gotear y el suelo estaba completamente empantanado, eso hacía del frio un peligro potencialmente mortal, eso era más que todo debido a que la antorcha se había reducido bastante, tanto en luminosidad como en calor.
«Joder, esto se está poniendo feo. Si no salimos de aquí antes que se apague la antorcha las cosas se pondrán aun mas feas» —pensó con preocupación.
Para suerte del peliblanco no tendrían que pasar mucho tiempo más ahí.
Su compañera encontró una salida que daba a lo que parecía ser una cueva, que por el eco parecía ser bastante grande. La chica le aclaro que a pesar de haber llegado allí, no era seguro que fuera la dirección correcta.
Al menos aquel lugar era más cómodo que por donde recién habían pasado.
Luego de mirar por los alrededores durante un instante, la joven de Ame se dirigió al Ishimura para hacerle notar que su única fuente de luz estaba por morir. Aquello era inaceptable, en esa situación en particular, el que la antorcha se apagara seria prácticamente igual a estar condenados.
Tomando dedicación es sus propias palabras, la chica tomo su ropa y la desgarro por las mangas y otras extensiones, todo para proporcionar combustible a la llama que les guiaba el camino. Luego se las arrojo al joven de piel morena para que las usara.
—Está bien —fue lo que dijo, mientras pensaba en otra cosa.
«Entiendo el que quiera usar la ropa como combustible, pero por ahora esto está demasiado húmedo —pensó mientras examinaba las telas que recién le habían dado— Pero creo tener algo mientras esto se seca un poco»
El ojos grises procedió a sacar de uno de sus bolsillo un trozo de tela seca, la misma tela que anteriormente había secado con la antorcha y la que le había ofrecido a su compañera para que la usara como vendaje. Era poca, pero serviría mientras extendía los otros trozos sobre su hombro para que secaran.
—Está listo, pongámonos en marcha —fue lo que dijo mientras la antorcha cobraba una nueva vida y fulgor.
—Por cierto, aunque se que es algo muy poco probable, si ves algún lugar donde haya muchos murciélagos reunidos, avísame.
Pero perder a su compañera no era el único problema, aquel estrecho y asfixiante camino estaba lleno de agua. Todas las rocas parecían gotear y el suelo estaba completamente empantanado, eso hacía del frio un peligro potencialmente mortal, eso era más que todo debido a que la antorcha se había reducido bastante, tanto en luminosidad como en calor.
«Joder, esto se está poniendo feo. Si no salimos de aquí antes que se apague la antorcha las cosas se pondrán aun mas feas» —pensó con preocupación.
Para suerte del peliblanco no tendrían que pasar mucho tiempo más ahí.
Su compañera encontró una salida que daba a lo que parecía ser una cueva, que por el eco parecía ser bastante grande. La chica le aclaro que a pesar de haber llegado allí, no era seguro que fuera la dirección correcta.
Al menos aquel lugar era más cómodo que por donde recién habían pasado.
Luego de mirar por los alrededores durante un instante, la joven de Ame se dirigió al Ishimura para hacerle notar que su única fuente de luz estaba por morir. Aquello era inaceptable, en esa situación en particular, el que la antorcha se apagara seria prácticamente igual a estar condenados.
Tomando dedicación es sus propias palabras, la chica tomo su ropa y la desgarro por las mangas y otras extensiones, todo para proporcionar combustible a la llama que les guiaba el camino. Luego se las arrojo al joven de piel morena para que las usara.
—Está bien —fue lo que dijo, mientras pensaba en otra cosa.
«Entiendo el que quiera usar la ropa como combustible, pero por ahora esto está demasiado húmedo —pensó mientras examinaba las telas que recién le habían dado— Pero creo tener algo mientras esto se seca un poco»
El ojos grises procedió a sacar de uno de sus bolsillo un trozo de tela seca, la misma tela que anteriormente había secado con la antorcha y la que le había ofrecido a su compañera para que la usara como vendaje. Era poca, pero serviría mientras extendía los otros trozos sobre su hombro para que secaran.
—Está listo, pongámonos en marcha —fue lo que dijo mientras la antorcha cobraba una nueva vida y fulgor.
—Por cierto, aunque se que es algo muy poco probable, si ves algún lugar donde haya muchos murciélagos reunidos, avísame.