2/08/2017, 00:36
Que haya sido seleccionada para participar de un torneo no era excusa para dejar las prácticas y calentamientos rutinarios que llevaba a cabo por las calles de la aldea, ahora más que nunca tenía que ejercitarse así al menos podía rebajar un poco esa gordura que padecía a causa de sus problemas alimenticios. Es decir, por mucho que uno se esfuerce por mantener un buen estado físico, si se alimentaba de pura comida chatarra y no variaba las cosas indudablemente nunca alcanzaría el objetivo final. Ese era el caso de la pecosa que como siempre salió de su habitación para corretear por todo el valle.
Considerando el lugar en el que se encontraba, la joven no podía darse el lujo de salir ligera y sin preocupaciones, uno nunca sabe lo que se pueda llegar a encontrar en un lugar donde hay varios shinobis de otras aldeas e incluso gente completamente desconocida, después de todo la extranjera ahora mismo era ella y por ello prefirió llevarse todo lo suyo encima, desde la bandana hasta el portaobjetos amarrado a la parte trasera de su cintura y la katana, firme en su espalda.
Todo eso le hacía un peso adicional que seguramente la ayudaría un tanto con su rutina, pero nada realmente destacable y de lo que quiera acostumbrarse.
Como la costumbre lo dictaba, la joven Kageyama se dirigió en línea recta sin pensar a dónde dirigirse, así la vuelta la tendría más que sencilla, pero justo cuando estaba en un lugar prácticamente deshabitado, se pudo escuchar un fuerte rugido que… Siendo realistas, probablemente implicaría un peligro para algún civil que ande de paso o algún poblado cercano. «Menos mal que me traje todo »pensó la kunoichi que lejos de retirarse a buscar a alguno de los samurái para que se haga cargo, prefirió al menos ir a comprobar el lugar por el que escuchó el ruido.
Fue así como Koko comenzó el ascenso por la cordillera prestando especial atención a su alrededor para no llevarse sorpresas desagradables.
Considerando el lugar en el que se encontraba, la joven no podía darse el lujo de salir ligera y sin preocupaciones, uno nunca sabe lo que se pueda llegar a encontrar en un lugar donde hay varios shinobis de otras aldeas e incluso gente completamente desconocida, después de todo la extranjera ahora mismo era ella y por ello prefirió llevarse todo lo suyo encima, desde la bandana hasta el portaobjetos amarrado a la parte trasera de su cintura y la katana, firme en su espalda.
Todo eso le hacía un peso adicional que seguramente la ayudaría un tanto con su rutina, pero nada realmente destacable y de lo que quiera acostumbrarse.
Como la costumbre lo dictaba, la joven Kageyama se dirigió en línea recta sin pensar a dónde dirigirse, así la vuelta la tendría más que sencilla, pero justo cuando estaba en un lugar prácticamente deshabitado, se pudo escuchar un fuerte rugido que… Siendo realistas, probablemente implicaría un peligro para algún civil que ande de paso o algún poblado cercano. «Menos mal que me traje todo »pensó la kunoichi que lejos de retirarse a buscar a alguno de los samurái para que se haga cargo, prefirió al menos ir a comprobar el lugar por el que escuchó el ruido.
Fue así como Koko comenzó el ascenso por la cordillera prestando especial atención a su alrededor para no llevarse sorpresas desagradables.