6/08/2017, 18:29
- Eh, disculpa...que...¿qué es lo que llevas ahí?
El espadachín escucho aquello, y le pareció que era una pregunta tan buena como peligrosa: Buena, porque a él también le causaba curiosidad aquel misterioso artefacto que el sujeto de aspecto siniestro llevaba en su espalda. Peligrosa, porque en sitios como aquellos abundan las personas que reaccionaban de mala manera cuando se les hacia aquel tipo de preguntas.
“Esto no terminara bien…”, pensó, al ver como aquel “gigante” se tensaba y enseriaba, mientras acercaba su rostro al del chiquillo para mirarle con gran severidad.
Incluso la barman detuvo su trabajar mientras miraba de reojo lo que acontecía.
—Si te lo dijese... tendría que matarte, chico.
Ante aquellas palabras el Hakagurē se tenso un poco, no porque le preocupara la muerte de aquel chico, sino por si aquel sujeto alto y oscuro quedaba con hambre y trataba de buscar una segunda víctima. Pero claro, se mantuvo sereno, degustando su café mientras esperaba, listo para saltar a la acción si hacía falta… o por si le provocaba.
De pronto, aquel recién llegado estallo en una risotada, desplegando multitud de palabras que daban a medio entender que todo aquello había sido una enorme broma. Aun riéndose, aclaro que él era un músico y que aquello que portaba era su instrumento.
“Cielos… Esta gente está mal de la cabeza”, pensó, mientras una tenue sonrisa se dibujaba en su rostro.
El espadachín escucho aquello, y le pareció que era una pregunta tan buena como peligrosa: Buena, porque a él también le causaba curiosidad aquel misterioso artefacto que el sujeto de aspecto siniestro llevaba en su espalda. Peligrosa, porque en sitios como aquellos abundan las personas que reaccionaban de mala manera cuando se les hacia aquel tipo de preguntas.
“Esto no terminara bien…”, pensó, al ver como aquel “gigante” se tensaba y enseriaba, mientras acercaba su rostro al del chiquillo para mirarle con gran severidad.
Incluso la barman detuvo su trabajar mientras miraba de reojo lo que acontecía.
—Si te lo dijese... tendría que matarte, chico.
Ante aquellas palabras el Hakagurē se tenso un poco, no porque le preocupara la muerte de aquel chico, sino por si aquel sujeto alto y oscuro quedaba con hambre y trataba de buscar una segunda víctima. Pero claro, se mantuvo sereno, degustando su café mientras esperaba, listo para saltar a la acción si hacía falta… o por si le provocaba.
De pronto, aquel recién llegado estallo en una risotada, desplegando multitud de palabras que daban a medio entender que todo aquello había sido una enorme broma. Aun riéndose, aclaro que él era un músico y que aquello que portaba era su instrumento.
“Cielos… Esta gente está mal de la cabeza”, pensó, mientras una tenue sonrisa se dibujaba en su rostro.