10/07/2015, 16:59
El rubio mantuvo su brazo firme durante un rato, quizás mas de lo debido. Las tiras de la manga de su camiseta caían a despojo, mientras que unos cuantos finos hilos de color carmesí iban surcando sus prendas hacia abajo. Alguna que otra gota escapaba directamente al suelo, aunque tampoco demasiadas. Hasta su oreja presentaba quemaduras, y un intenso pitido aún le molestaba. Pese a ello, sus ojos se clavaban en su presa. El chico no lo tendría fácil... el rubio había entrenado mucho, y se podía defender en largas y cortas distancias.
Pese a la poca distancia, el rubio había errado su chispazo a causa de un destello que le cegó. Ese chico parecía tan solo tener ese truco... la próxima vez se aseguraría de tener una estrategia optima para evitar ese truco tan sencillo. De momento, tan solo le quedaba buscar un hueco en las defensas de su oponente. Éste había resultado herido también por la explosión, por lo cual deducía el Yotsuki que o bien era un sádico, o bien un novicio de cuidado. Visto lo visto, iba mas bien tirando por lo segundo, pues no se jactó de sus lesiones o de las causadas al rubio.
Con parsimonia, Zukamane bajó el brazo, dejando la presa hecha con su zurda. Mostró una leve sonrisa, y su mirada se volvió aún mas dantesca y agresiva. Tomó aire, y lo echó lentamente, disfrutando el instante de batalla.
— ¿Qué pasa, no te enseñaron tus papis a usar bien tus técnicas? — Se burló de su antagonista.
Lejos de dejarle el primer paso, el Yotsuki mandó su zurda hacia el portaobjetos, tomando de éste un par de shurikens. Sin preámbulos o tonterías, el genin lanzó los metales directos hacia el peliblanco. El primero se dirigió hacia el torso, sin miramientos. El que seguía al primer metal, buscaba herir en su costado derecho, iba descaradamente mas hacia su derecha. Evidentemente, buscaba herir en caso de que éste esquivase en esa dirección.
La cosa no quedaría solo en eso. El chico dirigiría la zurda hacia detrás tras el lanzamiento, y tomaría carrera hacia su oponente. Esos míseros dos pasos que los separaban, metro y medio, quizás dos. La distancia se la fumaría en un instante, instante en el que sacaría una de sus kodachi. Sin miramiento alguno, buscaría herir con ésta a su oponente en el costado, haciendo una pasada rápida y eficiente. Obviamente, este movimiento iría justo después del lanzamiento, buscando con todo propósito pillar a su oponente evitando los metales, o en movimiento.
"Hoy es el día en que te vas a dar cuenta que no puedes ir de chulo por la vida... siempre habrá alguien que te puede cerrar la boca de un golpe."
Su pensamiento era claro y conciso. No pensaba ni por asomo en herir de gravedad a su oponente, pero sí que le haría escarmentar. Eso estaba mas claro que el agua.
Pese a la poca distancia, el rubio había errado su chispazo a causa de un destello que le cegó. Ese chico parecía tan solo tener ese truco... la próxima vez se aseguraría de tener una estrategia optima para evitar ese truco tan sencillo. De momento, tan solo le quedaba buscar un hueco en las defensas de su oponente. Éste había resultado herido también por la explosión, por lo cual deducía el Yotsuki que o bien era un sádico, o bien un novicio de cuidado. Visto lo visto, iba mas bien tirando por lo segundo, pues no se jactó de sus lesiones o de las causadas al rubio.
Con parsimonia, Zukamane bajó el brazo, dejando la presa hecha con su zurda. Mostró una leve sonrisa, y su mirada se volvió aún mas dantesca y agresiva. Tomó aire, y lo echó lentamente, disfrutando el instante de batalla.
— ¿Qué pasa, no te enseñaron tus papis a usar bien tus técnicas? — Se burló de su antagonista.
Lejos de dejarle el primer paso, el Yotsuki mandó su zurda hacia el portaobjetos, tomando de éste un par de shurikens. Sin preámbulos o tonterías, el genin lanzó los metales directos hacia el peliblanco. El primero se dirigió hacia el torso, sin miramientos. El que seguía al primer metal, buscaba herir en su costado derecho, iba descaradamente mas hacia su derecha. Evidentemente, buscaba herir en caso de que éste esquivase en esa dirección.
La cosa no quedaría solo en eso. El chico dirigiría la zurda hacia detrás tras el lanzamiento, y tomaría carrera hacia su oponente. Esos míseros dos pasos que los separaban, metro y medio, quizás dos. La distancia se la fumaría en un instante, instante en el que sacaría una de sus kodachi. Sin miramiento alguno, buscaría herir con ésta a su oponente en el costado, haciendo una pasada rápida y eficiente. Obviamente, este movimiento iría justo después del lanzamiento, buscando con todo propósito pillar a su oponente evitando los metales, o en movimiento.
"Hoy es el día en que te vas a dar cuenta que no puedes ir de chulo por la vida... siempre habrá alguien que te puede cerrar la boca de un golpe."
Su pensamiento era claro y conciso. No pensaba ni por asomo en herir de gravedad a su oponente, pero sí que le haría escarmentar. Eso estaba mas claro que el agua.