17/08/2017, 01:05
Tras regresar del encargo en Shinogi-To, Kagetsuna estaba más que fatigado, aunque a su vez, preocupado por la salud de su abuela que aún se halaba hospitalizada. "Que importa, total, mañana es cuando deberíamos entregar el reporte de la misión, tengo tiempo." En su inocente pensamiento, el niño agarró rumbo propio tras regresar del viaje, sin avisar a nadie de ello.
Tras correr algún tiempo, llegó al dojo de la familia, esperando encontrar a su hermana allí, más no a su padre, ya que probablemente aún no regresaba de su misión.
—¡Hangaku!, ¡Hangaku!, ¡he vuelto! ¿Tienes algo para comer?— Exclamó yéndose a recostar en un sillón sin forma que más bien parecía un cojín gigante, el cual estaba más adentro de los aposentos, en él área interior de la residencia. —¿Han... gaku?— Preguntó más dudoso al no recibir respuesta alguna. "Ahora que lo pienso, las luces estaban apagadas cuando vine." Se levantó de un salto, dispuesto a inspeccionar la casa en búsqueda de la joven, con resultados negativos. "¿Habrá salido? Papá me va a dar un sermón letal si se entera que no la acompañé."
Las nubes presentaban un color gris más acentuado de lo normal, por ende, había mucho más frío. En sí, todo el ambiente era mucho más sombrío, dónde la ausencia de luz en aquel corredor volvía irreconocibles y difusas las siluetas de los objetos colocados a lo largo del mismo, a su vez que los pequeños pasitos del niño hacían eco en aquel piso de madera. "Si esto fuera un libro, cualquiera diría que algo malo está a punto de pasar, sólo falta que caiga un rayo." Y cómo si el destino jugase con él, un trueno acompañado de relámpago alumbró a través de las ventanas, dejando ver un rastro de humedad en el suelo. "Carajo..." Dijo para luego seguir el camino de agua hasta la puerta trasera. "¿Esto es...? Joder." No eran huellas de pisadas, sino dos líneas separadas entre sí, las de una silla de ruedas. "Me lleva la que me trajo, ¿a dónde se habrá ido?"
No se lo pensó dos veces, de hecho decir que lo pensó era mucho pedir. Se lanzó sin dudar a buscarla por las calles de la ciudad. "Espero encontrarla pronto." Pese a que trataba de convencerse de que todo estaba bien, algo le decía lo contrario. "Debo dejar de sugestionarme."
Antes de que pudiera darse cuenta, había pasado una hora vagando por las calles, sin una pista de nada, pues la lluvia solía borrar cualquier posible rastro. "Está lloviendo más de lo normal hoy, parecen cubetazos. Bonito momento eligió Hangaku para escabullirse." Pese a ser el menor, su sentido de protección hacía su hermana era bastante marcado.
Vagando otra media hora, sus pasos inconscientemente le llevaron hasta el hospital de Amegakure, el cual lucía imponente y pulcro. "No lo recuerdo tan grande, y dudo que yo me haya encogido." Divagó cruzándose de brazos. "Podría ver a la abuela... A ver si tengo suerte y esta vez si me dejan visitarla, luego iré por Hangaku." Tomó la decisión para adentrarse al sitio.
Todo dentro del sitio iba normal, enfermeras del tingo al tango, pacientes esperando, y una recepcionista con una revista en mano, sin estar pendiente de si le hablaban o no.
—Oiga, buenas. Vengo a una visita.— Dijo el niño tratando de poner sus brazos en el mueble, intentando aparentar ser rudo. "Vaya floja."
La mujer apenas bajó la revista, dejando asomar su mirada por encima del texto. Se acomodó los lentes y se impulsó pateando el suelo, para que su silla llegase hasta dónde estaban los papeles.
—Dime tu nombre niño y el de la persona a visitar— No le miraba a su único ojo, sino que se centraba en los papeles.
—Isa Kagetsuna, vengo a ver a Senju Kichō.—
—Ay no...— La mujer de pronto cambió de semblante, mirando al niño con cara de preocupación.
—¿Qué? No me diga que no están disponibles las visitas, ya me han hecho ese numerito muchas veces— Estrelló ambas manos en la madera.
—¿Tú eres familiar de una muchacha llamada Isa Hangaku?...— Le preguntó con una voz muy calmada, demasiada para el gusto del joven Isa, el cual se limitó a sentir con la cabeza. —Senju Kichō estaba internada por una fractura, pero debido a su edad, tuvimos otras complicaciones.
—¿Qué quiere decir?— Entrecerró la vista de su único ojo.
—Enviamos un mensajero a la residencia de sus familiares notificando de su fallecimiento hace algunas horas, la joven Hangaku fue la primera en venir, esperábamos a un adulto mientras se le hacía la autopsia en la morgue y...
Ya había tenido suficiente, no la dejó terminar, pues no quería escuchar aquel discurso protocolario y carente de emociones mientras aquella maldita asalariada sentía lástima por él.
Corrió, salió corriendo de aquel sitio cómo alma que lleva el diablo. No quería ver a su hermana, no quería saber nada del equipo, porque le acababan de arrebatar algo muy valioso. "¿Cómo pasó esto?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿¡CÓMO MALDITA SEA!?" Todo se había venido abajo, de repente toda su realidad de había distorsionado sin saber en qué momento ocurrió aquel desbalance. Algo no encajaba, no estaba bien, esa no era la manera en que las cosas deberían ocurrir. Algo había perturbado lo que él creía que era un equilibrio ideal.
Siguió corriendo hasta que sus piernas no dieron más, adentrándose en un callejón, dónde nadie lo viese y ahí, ahí lo dejo salir. Un grito reprimido al cielo, al unísono de un trueno que parecía querer acompañarlo. "Patético, soy tan patético." Se recriminaba mientras sollozaba, dejando caer lágrimas desde el único ojo que poseía. ¿Por qué lloraba? Ya había perdido a otros antes, ¿por qué lloraba? Porque temía que se repitiera. Salió del callejón, mientras las húmedas gotas saladas que se resbalaban en sus mejillas se mezclaban con las que le regalaban las nubes, maquillando la tristeza de su rostro.
"¿Qué demonios hago ahora?" Se encontraba perdido entre las calles... Hace mucho que no sentía esa impotencia de no saber que hacer. Todo había girado trescientos sesenta grados.
Se sentía sólo, aun rodeado de peatones, pero estaba sólo entre la multitud.
Tras correr algún tiempo, llegó al dojo de la familia, esperando encontrar a su hermana allí, más no a su padre, ya que probablemente aún no regresaba de su misión.
—¡Hangaku!, ¡Hangaku!, ¡he vuelto! ¿Tienes algo para comer?— Exclamó yéndose a recostar en un sillón sin forma que más bien parecía un cojín gigante, el cual estaba más adentro de los aposentos, en él área interior de la residencia. —¿Han... gaku?— Preguntó más dudoso al no recibir respuesta alguna. "Ahora que lo pienso, las luces estaban apagadas cuando vine." Se levantó de un salto, dispuesto a inspeccionar la casa en búsqueda de la joven, con resultados negativos. "¿Habrá salido? Papá me va a dar un sermón letal si se entera que no la acompañé."
Las nubes presentaban un color gris más acentuado de lo normal, por ende, había mucho más frío. En sí, todo el ambiente era mucho más sombrío, dónde la ausencia de luz en aquel corredor volvía irreconocibles y difusas las siluetas de los objetos colocados a lo largo del mismo, a su vez que los pequeños pasitos del niño hacían eco en aquel piso de madera. "Si esto fuera un libro, cualquiera diría que algo malo está a punto de pasar, sólo falta que caiga un rayo." Y cómo si el destino jugase con él, un trueno acompañado de relámpago alumbró a través de las ventanas, dejando ver un rastro de humedad en el suelo. "Carajo..." Dijo para luego seguir el camino de agua hasta la puerta trasera. "¿Esto es...? Joder." No eran huellas de pisadas, sino dos líneas separadas entre sí, las de una silla de ruedas. "Me lleva la que me trajo, ¿a dónde se habrá ido?"
No se lo pensó dos veces, de hecho decir que lo pensó era mucho pedir. Se lanzó sin dudar a buscarla por las calles de la ciudad. "Espero encontrarla pronto." Pese a que trataba de convencerse de que todo estaba bien, algo le decía lo contrario. "Debo dejar de sugestionarme."
Antes de que pudiera darse cuenta, había pasado una hora vagando por las calles, sin una pista de nada, pues la lluvia solía borrar cualquier posible rastro. "Está lloviendo más de lo normal hoy, parecen cubetazos. Bonito momento eligió Hangaku para escabullirse." Pese a ser el menor, su sentido de protección hacía su hermana era bastante marcado.
Vagando otra media hora, sus pasos inconscientemente le llevaron hasta el hospital de Amegakure, el cual lucía imponente y pulcro. "No lo recuerdo tan grande, y dudo que yo me haya encogido." Divagó cruzándose de brazos. "Podría ver a la abuela... A ver si tengo suerte y esta vez si me dejan visitarla, luego iré por Hangaku." Tomó la decisión para adentrarse al sitio.
Todo dentro del sitio iba normal, enfermeras del tingo al tango, pacientes esperando, y una recepcionista con una revista en mano, sin estar pendiente de si le hablaban o no.
—Oiga, buenas. Vengo a una visita.— Dijo el niño tratando de poner sus brazos en el mueble, intentando aparentar ser rudo. "Vaya floja."
La mujer apenas bajó la revista, dejando asomar su mirada por encima del texto. Se acomodó los lentes y se impulsó pateando el suelo, para que su silla llegase hasta dónde estaban los papeles.
—Dime tu nombre niño y el de la persona a visitar— No le miraba a su único ojo, sino que se centraba en los papeles.
—Isa Kagetsuna, vengo a ver a Senju Kichō.—
—Ay no...— La mujer de pronto cambió de semblante, mirando al niño con cara de preocupación.
—¿Qué? No me diga que no están disponibles las visitas, ya me han hecho ese numerito muchas veces— Estrelló ambas manos en la madera.
—¿Tú eres familiar de una muchacha llamada Isa Hangaku?...— Le preguntó con una voz muy calmada, demasiada para el gusto del joven Isa, el cual se limitó a sentir con la cabeza. —Senju Kichō estaba internada por una fractura, pero debido a su edad, tuvimos otras complicaciones.
—¿Qué quiere decir?— Entrecerró la vista de su único ojo.
—Enviamos un mensajero a la residencia de sus familiares notificando de su fallecimiento hace algunas horas, la joven Hangaku fue la primera en venir, esperábamos a un adulto mientras se le hacía la autopsia en la morgue y...
Ya había tenido suficiente, no la dejó terminar, pues no quería escuchar aquel discurso protocolario y carente de emociones mientras aquella maldita asalariada sentía lástima por él.
Corrió, salió corriendo de aquel sitio cómo alma que lleva el diablo. No quería ver a su hermana, no quería saber nada del equipo, porque le acababan de arrebatar algo muy valioso. "¿Cómo pasó esto?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿cómo?, ¿¡CÓMO MALDITA SEA!?" Todo se había venido abajo, de repente toda su realidad de había distorsionado sin saber en qué momento ocurrió aquel desbalance. Algo no encajaba, no estaba bien, esa no era la manera en que las cosas deberían ocurrir. Algo había perturbado lo que él creía que era un equilibrio ideal.
Siguió corriendo hasta que sus piernas no dieron más, adentrándose en un callejón, dónde nadie lo viese y ahí, ahí lo dejo salir. Un grito reprimido al cielo, al unísono de un trueno que parecía querer acompañarlo. "Patético, soy tan patético." Se recriminaba mientras sollozaba, dejando caer lágrimas desde el único ojo que poseía. ¿Por qué lloraba? Ya había perdido a otros antes, ¿por qué lloraba? Porque temía que se repitiera. Salió del callejón, mientras las húmedas gotas saladas que se resbalaban en sus mejillas se mezclaban con las que le regalaban las nubes, maquillando la tristeza de su rostro.
"¿Qué demonios hago ahora?" Se encontraba perdido entre las calles... Hace mucho que no sentía esa impotencia de no saber que hacer. Todo había girado trescientos sesenta grados.
Se sentía sólo, aun rodeado de peatones, pero estaba sólo entre la multitud.