18/08/2017, 15:34
Una vez estuvieron todos en aquel oscuro lugar, debajo de aquella amarillenta y trémula luz, el sujeto elegante les dirigió la palabra:
—Les deseo suerte y éxito a quienes sean merecedores de los mismos —declaro, antes de cerrar la puerta con un sonoro portazo.
Los participantes quedaron solos y en silencio, en medio de un pequeño islote de luz, rodeado por un mar de negrura. Todos yacían a la expectativa, por lo que no fue demasiado sorprendente cuando el camino frente a ellos se ilumino con una larga serie de lámparas titilantes. Kōtetsu trato de divisar el final, pero allí parecía no haber tal cosa.
“Entonces solo queda el avanzar hasta donde podamos”.
El resto del grupo debió de llegar a la misma simple conclusión, pues todos se pusieron en marcha. Caminaron durante un rato, hasta que por fin llegaron a una sombría bifurcación. Se distribuyeron en dos cuerpos más pequeños, y así sucesivamente en cada ocasión en que el camino se dividía… hasta llegar a un punto en que cada aspirante se encontraba solo. El camino en si no era lo más preocupante, sino el hecho de que a medida que avanzaban las luces se iban apagando detrás de ellos, dejando solo un espacio oscuro e insondable.
“Por lo que no hay forma posible de devolverse”, pensó con serenidad.
De pronto, el monótono pitido de las lámparas por sobre su cabeza se vio acompañado por el ruido amortiguado de algo deslizándose o rodando. Las luces comenzaron a titilar y se podían sentir algunas vibraciones provenientes de… parecían venir de todos lados. El joven espadachín no podía estar seguro de ello, pero suponía que al estar separados se daba por iniciada aquella “prueba”.
Y estaba en lo cierto, ya que todos los otros aspirantes se encontraban en la misma situación de alerta, a la espera de que ocurriese algo extraño y de naturaleza desconocida.
—Les deseo suerte y éxito a quienes sean merecedores de los mismos —declaro, antes de cerrar la puerta con un sonoro portazo.
Los participantes quedaron solos y en silencio, en medio de un pequeño islote de luz, rodeado por un mar de negrura. Todos yacían a la expectativa, por lo que no fue demasiado sorprendente cuando el camino frente a ellos se ilumino con una larga serie de lámparas titilantes. Kōtetsu trato de divisar el final, pero allí parecía no haber tal cosa.
“Entonces solo queda el avanzar hasta donde podamos”.
El resto del grupo debió de llegar a la misma simple conclusión, pues todos se pusieron en marcha. Caminaron durante un rato, hasta que por fin llegaron a una sombría bifurcación. Se distribuyeron en dos cuerpos más pequeños, y así sucesivamente en cada ocasión en que el camino se dividía… hasta llegar a un punto en que cada aspirante se encontraba solo. El camino en si no era lo más preocupante, sino el hecho de que a medida que avanzaban las luces se iban apagando detrás de ellos, dejando solo un espacio oscuro e insondable.
“Por lo que no hay forma posible de devolverse”, pensó con serenidad.
De pronto, el monótono pitido de las lámparas por sobre su cabeza se vio acompañado por el ruido amortiguado de algo deslizándose o rodando. Las luces comenzaron a titilar y se podían sentir algunas vibraciones provenientes de… parecían venir de todos lados. El joven espadachín no podía estar seguro de ello, pero suponía que al estar separados se daba por iniciada aquella “prueba”.
Y estaba en lo cierto, ya que todos los otros aspirantes se encontraban en la misma situación de alerta, a la espera de que ocurriese algo extraño y de naturaleza desconocida.