18/08/2017, 22:41
(Última modificación: 18/08/2017, 22:43 por Uzumaki Eri.)
Aquella lluviosa mañana de verano estaba siendo bastante tranquila en el Edificio de la Arashikage, tranquila ya que a parte de un par de shinobi de alto rango y un par de personas encargadas de la limpieza, nadie había pisado el precioso mármol que decoraba el suelo del lugar.
Sin embargo, para el recepcionista que se encontraba sentado en la mesa de la recepción que se encontraba al final de la sala todo era papeleo por cumplir, y aquel día era lo peor, el día de la hora punta donde tenía que terminar el papeleo atrasado porque comenzaban a aparecer más y más pergaminos sobre su mesa. En uno de sus minutos de descanso se dejó caer por la gran silla de cuero negro para cerrar por un instante sus párpados, pero una femenina voz hizo que dejase de descansar durante su excaso minuto, y sus ojos claros se fijaron sobre ella con las cejas arqueadas.
Sin embargo la joven no estaba sola, un chico de rostro y cabellos empapados apareció justo detrás. El recepcionista de tez morena hizo resonar su cuello y volvió a incorporarse para seguir con su trabajo, haciendo que los músculos de su cuerpo se tensasen por unos segundos bajo la camiseta que traía puesta y, después de mostrar una amable sonrisa, preguntó:
—Buenos días, ¿qué os trae por aquí?
Ya que eran los únicos que había aquel día decidiría despacharlos a la vez, su trabajo era eficiente así que dudaba de tener algún problema.
Sin embargo, para el recepcionista que se encontraba sentado en la mesa de la recepción que se encontraba al final de la sala todo era papeleo por cumplir, y aquel día era lo peor, el día de la hora punta donde tenía que terminar el papeleo atrasado porque comenzaban a aparecer más y más pergaminos sobre su mesa. En uno de sus minutos de descanso se dejó caer por la gran silla de cuero negro para cerrar por un instante sus párpados, pero una femenina voz hizo que dejase de descansar durante su excaso minuto, y sus ojos claros se fijaron sobre ella con las cejas arqueadas.
Sin embargo la joven no estaba sola, un chico de rostro y cabellos empapados apareció justo detrás. El recepcionista de tez morena hizo resonar su cuello y volvió a incorporarse para seguir con su trabajo, haciendo que los músculos de su cuerpo se tensasen por unos segundos bajo la camiseta que traía puesta y, después de mostrar una amable sonrisa, preguntó:
—Buenos días, ¿qué os trae por aquí?
Ya que eran los únicos que había aquel día decidiría despacharlos a la vez, su trabajo era eficiente así que dudaba de tener algún problema.