22/08/2017, 19:58
El peliblanco se mantenía expectante, tenso, a la espera de que ocurriese algo de carácter sorprendente y peligroso.
No tuvo que esperar mucho para que llegasen las cosas malas: De las paredes comenzó a salir un espeso humo blancuzco, provocando que el respirar fue todo un suplicio y el que mantener los ojos abiertos resultara un desafío. El joven comenzó a correr, tratando de dejar atrás aquella peligrosa nube que parecía estarle siguiendo al mismo tiempo que inundaba el pasillo, y que por momento lograba alcanzarle… Que por momentos le amenazaba con asfixiarle si llegaba detenerse.
“¿Se acabó?”, fue lo que se preguntó mientras tosía y lagrimeaba.
Ciertamente, la nube se había ido, concediéndole un descanso en su penoso recorrido. Todo bien hasta que… las paredes volvieron a comenzar con su chirrear incesante.
“Esto tiene que ser un broma”, se dijo a sí mismo en cuanto vio la horda de figuras cuadrúpedas y babeantes que emergían desde los laterales.
La jauría de perros rabioso no se hizo esperar y comenzó a perseguirle con un hambre desquiciante. El joven hubiese querido hacerles frente, pero eran demasiados como para abatirlos con su espada, por lo que su única opción era correr. Corría mientras que atrás todo se reducía a sombras y a docenas de ojos candentes mirándole desde las mismas.
No supo por cuánto tiempo se mantuvo corriendo, solo que en cierto punto se encontró con que ya no había suelo y que frente a él se proponía un salto humanamente imposible. Allí fue cuando acudió al rescate su entrenamiento ninja: Utilizo chakra en sus pies para adherirse a la pared y correr lateralmente, evitando un vacío que bajo la tenue luz mostraba tener cientos de objetos brillantes y puntiagudos en el fondo. La jauría le deseaba tanto y tan vorazmente que le siguió hasta su inevitable fin en aquel abismo.
Considerablemente cansado, Kōtetsu siguió con su marcha a través de aquel infinito pasillo mal iluminado. Por un rato las cosas se mantuvieron serenas, hasta que aquel ruido proveniente de las paredes volvió a hacerse presente… Solo que en esta ocasión sonaba como algo distinto, como algo enorme y pesado que se deslizaba.
Por mero instinto comenzó a cargar chakra en su espada, a la espera de alguna otra prueba demencial.
—Esta gente no se anda con juegos —admitió sorprendido, al ver como una bola de piedra rodaba hacia él, aproximándose velozmente por el frente.
Ante tal amenaza el joven descargo todo el chakra contenido en su arma en una fantasmagórica explosión que redujo a guijarros la pétrea y esférica amenaza. Aun falto de aliento, se puso en marcha con prisa, corriendo con las fuerzas que le quedaban. En todo momento se mantuvo atento, y un tanto temeroso, por si de las paredes volvía a surgir aquel desesperante sonido que ahora representaba una amenaza absoluta.
Casi media hora después llego hasta lo que parecía ser un punto de encuentro, un sitio en donde confluían los distintos caminos de aquel recorrido horroroso. Allí había un sujeto con pinta de matón, sosteniendo un reloj de bolsillo al cual estaba muy atento, cuando no se detenía a tomar nota en un pergamino cada vez que alguien más llegaba a aquel sitio.
El joven observo a algunos de los que lograron alcanzar la “meta” y pudo notar que todos mostraban secuelas distintas, por lo que era seguro que cada pasillo tenían obstáculos diferentes. Se preguntó por aquel muchacho de aspecto tímido, y sobre si lograría llegar hasta allí o que pruebas pudieron haberle tocado, pero aquello era algo que solo aquel chico sabría… Después de todo cada quien debia afrontar sus propios desafíos.
No tuvo que esperar mucho para que llegasen las cosas malas: De las paredes comenzó a salir un espeso humo blancuzco, provocando que el respirar fue todo un suplicio y el que mantener los ojos abiertos resultara un desafío. El joven comenzó a correr, tratando de dejar atrás aquella peligrosa nube que parecía estarle siguiendo al mismo tiempo que inundaba el pasillo, y que por momento lograba alcanzarle… Que por momentos le amenazaba con asfixiarle si llegaba detenerse.
“¿Se acabó?”, fue lo que se preguntó mientras tosía y lagrimeaba.
Ciertamente, la nube se había ido, concediéndole un descanso en su penoso recorrido. Todo bien hasta que… las paredes volvieron a comenzar con su chirrear incesante.
“Esto tiene que ser un broma”, se dijo a sí mismo en cuanto vio la horda de figuras cuadrúpedas y babeantes que emergían desde los laterales.
La jauría de perros rabioso no se hizo esperar y comenzó a perseguirle con un hambre desquiciante. El joven hubiese querido hacerles frente, pero eran demasiados como para abatirlos con su espada, por lo que su única opción era correr. Corría mientras que atrás todo se reducía a sombras y a docenas de ojos candentes mirándole desde las mismas.
No supo por cuánto tiempo se mantuvo corriendo, solo que en cierto punto se encontró con que ya no había suelo y que frente a él se proponía un salto humanamente imposible. Allí fue cuando acudió al rescate su entrenamiento ninja: Utilizo chakra en sus pies para adherirse a la pared y correr lateralmente, evitando un vacío que bajo la tenue luz mostraba tener cientos de objetos brillantes y puntiagudos en el fondo. La jauría le deseaba tanto y tan vorazmente que le siguió hasta su inevitable fin en aquel abismo.
Considerablemente cansado, Kōtetsu siguió con su marcha a través de aquel infinito pasillo mal iluminado. Por un rato las cosas se mantuvieron serenas, hasta que aquel ruido proveniente de las paredes volvió a hacerse presente… Solo que en esta ocasión sonaba como algo distinto, como algo enorme y pesado que se deslizaba.
Por mero instinto comenzó a cargar chakra en su espada, a la espera de alguna otra prueba demencial.
—Esta gente no se anda con juegos —admitió sorprendido, al ver como una bola de piedra rodaba hacia él, aproximándose velozmente por el frente.
Ante tal amenaza el joven descargo todo el chakra contenido en su arma en una fantasmagórica explosión que redujo a guijarros la pétrea y esférica amenaza. Aun falto de aliento, se puso en marcha con prisa, corriendo con las fuerzas que le quedaban. En todo momento se mantuvo atento, y un tanto temeroso, por si de las paredes volvía a surgir aquel desesperante sonido que ahora representaba una amenaza absoluta.
Casi media hora después llego hasta lo que parecía ser un punto de encuentro, un sitio en donde confluían los distintos caminos de aquel recorrido horroroso. Allí había un sujeto con pinta de matón, sosteniendo un reloj de bolsillo al cual estaba muy atento, cuando no se detenía a tomar nota en un pergamino cada vez que alguien más llegaba a aquel sitio.
El joven observo a algunos de los que lograron alcanzar la “meta” y pudo notar que todos mostraban secuelas distintas, por lo que era seguro que cada pasillo tenían obstáculos diferentes. Se preguntó por aquel muchacho de aspecto tímido, y sobre si lograría llegar hasta allí o que pruebas pudieron haberle tocado, pero aquello era algo que solo aquel chico sabría… Después de todo cada quien debia afrontar sus propios desafíos.