23/08/2017, 22:41
Tras un par de palabras entre ambos, llegaron al lugar donde esperaba la peticionaria de la misión. Reika fue la que llamó a la puerta mientras que Hazegawa esperó a un lado de la puerta.
Una vez la puerta se abrió, dejó ver a una mujer joven, de no más de treinta años y con el pelo largo de color rojo como el fuego, de ojos verdosos rebosantes de emoción y alegría. Llevaba puesta una túnica de color crema clara y unas mallas largas y ceñidas, de color negro.
—¿Hola? —preguntó mientras miraba a ambos genin, primero al chico que se había reincorporado y luego a la Yamanaka que había llamado a la puerta —¿Sois los del encargo? Yo soy Keiko, por si me buscábais —alegó con una sonrisa mientras se hacía a un lado —Podéis pasar, así os presento a mis pequeños.
Una vez dejó la puerta abierta ambos chicos podían pasar, viendo una estancia pequeña pero decorada de forma moderna, de muebles de cristal y barrotes oscuros, un cómodo sofá de cuero negro donde había un pequeño cachorro de labrador de color marrón que jugaba con su cola, una televisión colgada de la pared y varias puertas cerradas. Al lado del sofá habían dos criaturas del tamaño del cachorro del labrador.
Sin embargo no era ningún perro, ni gatos...
Eran tortugas.
—Normalmente saco a pasear a estos tres trastos... Pero desde que me rompí la pierna no puedo ir... —explicó mientras señalaba su pie izquierdo —Me estáis haciendo un gran favor.
Una vez la puerta se abrió, dejó ver a una mujer joven, de no más de treinta años y con el pelo largo de color rojo como el fuego, de ojos verdosos rebosantes de emoción y alegría. Llevaba puesta una túnica de color crema clara y unas mallas largas y ceñidas, de color negro.
—¿Hola? —preguntó mientras miraba a ambos genin, primero al chico que se había reincorporado y luego a la Yamanaka que había llamado a la puerta —¿Sois los del encargo? Yo soy Keiko, por si me buscábais —alegó con una sonrisa mientras se hacía a un lado —Podéis pasar, así os presento a mis pequeños.
Una vez dejó la puerta abierta ambos chicos podían pasar, viendo una estancia pequeña pero decorada de forma moderna, de muebles de cristal y barrotes oscuros, un cómodo sofá de cuero negro donde había un pequeño cachorro de labrador de color marrón que jugaba con su cola, una televisión colgada de la pared y varias puertas cerradas. Al lado del sofá habían dos criaturas del tamaño del cachorro del labrador.
Sin embargo no era ningún perro, ni gatos...
Eran tortugas.
—Normalmente saco a pasear a estos tres trastos... Pero desde que me rompí la pierna no puedo ir... —explicó mientras señalaba su pie izquierdo —Me estáis haciendo un gran favor.