2/09/2017, 17:54
Kōtetsu se quedó observando el foco incandescente, sin inmutarse, dejando que sus grises ojos reflejaran un gran aplomo mientras contestaba sin contener su sinceridad:
—Yo también soy un ninja de Uzushiogakure —afirmo con simpleza—. Yazco aquí porque hay una serie de rumores que me gustaría corroborar por mí mismo, y este trabajo promete ser ideal para conseguir aquello.
El sujeto cambio la posición de la lámpara, colocándola como inicialmente estaba. Con sus pupilas contraídas, el Hakagurē pudo ver como se pasaba la mano por la barbilla pensativo sobre lo que ellos acababan de decirle. Dio un par de pasos y les arrojo unas cuantas miradas cripticas, como juzgando si aquellos sujetos le servirían.
—Sí, creo que me servirán… —declaro finalmente, girándose hacia ellos.
Aquellos muchachos serian de utilidad para sus objetivos: Por un lado estaba uno de aspecto tímido e inocente, lo suficiente como para que fuera el último del que sospecharían. Y por el otro lado estaba uno con gran serenidad, lo suficiente como para saber manejarse en las situaciones de peligro. Además, eran ninjas, no solo sabrían cómo debía de realizarse una misión sino que también deberían de ser capaces de protegerse a sí mismo y salir de la mayoría de apuros.
—Me han confiado sus identidades y sus intenciones —declaro de forma teatrera, aunque sus informante ya le habían facilitado nombres y otros datos de interés sobre cada uno de los aspirantes—. Ahora, me toca corresponderles.
Procedió a sentarse cómodamente en su sillón y encendió un puro, todo en una especie de ritual lento y elegante, hasta en el detalle de como apagaba el fosforo y la forma en que daba las primeras y sutiles caladas.
—Puede que hayan escuchado hablar de mí. Mi nombre es Yamamasu Setsujiro, un humilde servidor del mundo del espectáculo —declaro, haciendo una leve reverencia con fingida humildad—, un hombre de negocios muy emprendedor y dueño y fundador de Entretenimientos Luz de Neon.
—Espere… ¿De verdad es usted el señor Yamamasu Setsujiro? —dudo, incrédulo—. Pensé que de tratarse de usted enviaría a un doble o algo así.
Kōtetsu sabía que se trataba de alguien importante: Entretenimientos Luz de Neon era una compañía dedicada al espectáculo famosa en todo el continente, aunque en unos sitios más que en otros. Se encargaban de franquicias dedicadas al teatro, la danza, la música y a otros afines. Incluso él había asistido a una presentación en el País de la espiral, lo que fue una gran experiencia para aquellos que pudieron costearlo. Pero lo más impresionante y mejor criticado de la compañía eran sus espectáculos de magia. En estas presentaciones de presdigitación, y solo en las que se hacían en el País de la tormenta, hacia apto de gala y maestría el propio dueño y fundador… Aceptar que alguien como él estuviese en un lugar así era algo difícil.
—Sí, de verdad soy yo, muchacho. El que viste y calza —aseguro, con orgullo de bonachón.
—Es que… Bueno, una persona que le conoce me conto algunas cosas de usted y pues… Sonaba como que era alguien radiante y atento, pero viéndole de frente da un poco de miedo y desconfianza.
—Es lo normal, es la naturaleza del espectáculo: Por un lado debes ser un artista admirable, mientras que por el otro debes ser un empresario despiadado —admitió con elegancia—. Además, me gusta estar cerca de los asuntos importantes, encargarme yo mismo, ensuciarme las manos si llega a ser necesario.
»¿No les parece que es lo correcto?
—Yo también soy un ninja de Uzushiogakure —afirmo con simpleza—. Yazco aquí porque hay una serie de rumores que me gustaría corroborar por mí mismo, y este trabajo promete ser ideal para conseguir aquello.
El sujeto cambio la posición de la lámpara, colocándola como inicialmente estaba. Con sus pupilas contraídas, el Hakagurē pudo ver como se pasaba la mano por la barbilla pensativo sobre lo que ellos acababan de decirle. Dio un par de pasos y les arrojo unas cuantas miradas cripticas, como juzgando si aquellos sujetos le servirían.
—Sí, creo que me servirán… —declaro finalmente, girándose hacia ellos.
Aquellos muchachos serian de utilidad para sus objetivos: Por un lado estaba uno de aspecto tímido e inocente, lo suficiente como para que fuera el último del que sospecharían. Y por el otro lado estaba uno con gran serenidad, lo suficiente como para saber manejarse en las situaciones de peligro. Además, eran ninjas, no solo sabrían cómo debía de realizarse una misión sino que también deberían de ser capaces de protegerse a sí mismo y salir de la mayoría de apuros.
—Me han confiado sus identidades y sus intenciones —declaro de forma teatrera, aunque sus informante ya le habían facilitado nombres y otros datos de interés sobre cada uno de los aspirantes—. Ahora, me toca corresponderles.
Procedió a sentarse cómodamente en su sillón y encendió un puro, todo en una especie de ritual lento y elegante, hasta en el detalle de como apagaba el fosforo y la forma en que daba las primeras y sutiles caladas.
—Puede que hayan escuchado hablar de mí. Mi nombre es Yamamasu Setsujiro, un humilde servidor del mundo del espectáculo —declaro, haciendo una leve reverencia con fingida humildad—, un hombre de negocios muy emprendedor y dueño y fundador de Entretenimientos Luz de Neon.
—Espere… ¿De verdad es usted el señor Yamamasu Setsujiro? —dudo, incrédulo—. Pensé que de tratarse de usted enviaría a un doble o algo así.
Kōtetsu sabía que se trataba de alguien importante: Entretenimientos Luz de Neon era una compañía dedicada al espectáculo famosa en todo el continente, aunque en unos sitios más que en otros. Se encargaban de franquicias dedicadas al teatro, la danza, la música y a otros afines. Incluso él había asistido a una presentación en el País de la espiral, lo que fue una gran experiencia para aquellos que pudieron costearlo. Pero lo más impresionante y mejor criticado de la compañía eran sus espectáculos de magia. En estas presentaciones de presdigitación, y solo en las que se hacían en el País de la tormenta, hacia apto de gala y maestría el propio dueño y fundador… Aceptar que alguien como él estuviese en un lugar así era algo difícil.
—Sí, de verdad soy yo, muchacho. El que viste y calza —aseguro, con orgullo de bonachón.
—Es que… Bueno, una persona que le conoce me conto algunas cosas de usted y pues… Sonaba como que era alguien radiante y atento, pero viéndole de frente da un poco de miedo y desconfianza.
—Es lo normal, es la naturaleza del espectáculo: Por un lado debes ser un artista admirable, mientras que por el otro debes ser un empresario despiadado —admitió con elegancia—. Además, me gusta estar cerca de los asuntos importantes, encargarme yo mismo, ensuciarme las manos si llega a ser necesario.
»¿No les parece que es lo correcto?