5/09/2017, 14:49
Los sonidos no se volvieron a escuchar. Con suerte, no habría sido más que algún incidente aislado. No podía irse a curiosear a la mínima. Sobretodo con la locura que había por las calles.
De pronto, por la puerta donde se había marchado la señora con el traje, apareció un chico de su edad. Llevaba un mono azul, tenía los ojos y el pelo marrones, y la cara llena de mugre. Masticaba un emparedado de pan de molde, aunque lo llevaba directamente en la boca.
El chico se quedó congelado al verle. Juro también se quedó congelado al ver que él se quedaba congelado.
— Dú edes el dinobi ede del drage de datata dlanca — dijo. Juro frunció el ceño al no entender ni papa. El emparedado, poco a poco, fue cayendo, hasta que lo agarró de milagro.
« Ay dios »
Se preguntó, fugazmente, que clase de pecados habría cometido su yo de otra vida para que le pasasen estas cosas.
Entonces, el chico se tragó la comida y volvió a la carga con otra sarta de palabras, esta vez más comprensible.
— Bua, tíooooo, ¡un shinobi! Impresionante. ¡Eh! ¡Abuela! Pues sí que es un shinobi de verdad, reconocería la bandana de mi villa en cualquier parte. Perdona, colega, mi vieja vieja se pensaba que eras un niño con aires de grandeza y mucho dinero para comprar disfraces. ¡Pero eres un shinobi de verdad!
« Maldita señora. Mira que le dije que venía de parte del gerente... » — Seguramente estaría chocha ya. Si ya sabía que ahí todos lo odiaban, por alguna razón.
Ni si quiera se molestó en corregir al chico y decirle que era un disfraz de dango. ¿Para que?
— No te preocupes, entiendo que quizá le haya molestado la urgencia — murmuró, escondiendo sus pensamientos reales.
El chico continuó hablando tras masticar y tragar otra vez, felizmente.
— Bueno, ¿y qué? ¿Estás de misión secreta y necesitas el disfraz de bola de arroz para infiltrarte en una mafia de trata de arroces o algo así? Que sepas que aqui siempre encontraras aliados de los shinobi. Mis padres mismos fueron ninjas y palmaron, desde entonces me crió mi abuela. Me hubiera gustado ir a la academia pero era un negado y mi vieja vieja necesitaba ayuda con la cosa esta. Lavandería, eso, lavandería. Ahora tenemos maquinas chungas que lavan ropa y eso es demasiado para ella.
El chico le bombardeaba con datos e información sin parar. Juro trato de concentrarse. Hablaba hasta por los codos.
— Siento oír eso — dijo, referente a lo de los padres, lo de la academia, la abuela y cualquier desgracia más que le contase —, y me alegra escuchar que cuento con vuestra ayuda. No es exactamente lo que te imaginas, pero necesito que ese traje este limpio cuanto antes. Es prioridad. Super importante.
Trató de hacer énfasis en sus palabras. Realmente necesitaba ese traje. Y quizá este chico, por lo que había entendido, sabía mucho más de maquinas de lavado.
— ¿Están todas las maquinas esas ocupadas? — preguntó, albergando cierta esperanza en que no.
De pronto, por la puerta donde se había marchado la señora con el traje, apareció un chico de su edad. Llevaba un mono azul, tenía los ojos y el pelo marrones, y la cara llena de mugre. Masticaba un emparedado de pan de molde, aunque lo llevaba directamente en la boca.
El chico se quedó congelado al verle. Juro también se quedó congelado al ver que él se quedaba congelado.
— Dú edes el dinobi ede del drage de datata dlanca — dijo. Juro frunció el ceño al no entender ni papa. El emparedado, poco a poco, fue cayendo, hasta que lo agarró de milagro.
« Ay dios »
Se preguntó, fugazmente, que clase de pecados habría cometido su yo de otra vida para que le pasasen estas cosas.
Entonces, el chico se tragó la comida y volvió a la carga con otra sarta de palabras, esta vez más comprensible.
— Bua, tíooooo, ¡un shinobi! Impresionante. ¡Eh! ¡Abuela! Pues sí que es un shinobi de verdad, reconocería la bandana de mi villa en cualquier parte. Perdona, colega, mi vieja vieja se pensaba que eras un niño con aires de grandeza y mucho dinero para comprar disfraces. ¡Pero eres un shinobi de verdad!
« Maldita señora. Mira que le dije que venía de parte del gerente... » — Seguramente estaría chocha ya. Si ya sabía que ahí todos lo odiaban, por alguna razón.
Ni si quiera se molestó en corregir al chico y decirle que era un disfraz de dango. ¿Para que?
— No te preocupes, entiendo que quizá le haya molestado la urgencia — murmuró, escondiendo sus pensamientos reales.
El chico continuó hablando tras masticar y tragar otra vez, felizmente.
— Bueno, ¿y qué? ¿Estás de misión secreta y necesitas el disfraz de bola de arroz para infiltrarte en una mafia de trata de arroces o algo así? Que sepas que aqui siempre encontraras aliados de los shinobi. Mis padres mismos fueron ninjas y palmaron, desde entonces me crió mi abuela. Me hubiera gustado ir a la academia pero era un negado y mi vieja vieja necesitaba ayuda con la cosa esta. Lavandería, eso, lavandería. Ahora tenemos maquinas chungas que lavan ropa y eso es demasiado para ella.
El chico le bombardeaba con datos e información sin parar. Juro trato de concentrarse. Hablaba hasta por los codos.
— Siento oír eso — dijo, referente a lo de los padres, lo de la academia, la abuela y cualquier desgracia más que le contase —, y me alegra escuchar que cuento con vuestra ayuda. No es exactamente lo que te imaginas, pero necesito que ese traje este limpio cuanto antes. Es prioridad. Super importante.
Trató de hacer énfasis en sus palabras. Realmente necesitaba ese traje. Y quizá este chico, por lo que había entendido, sabía mucho más de maquinas de lavado.
— ¿Están todas las maquinas esas ocupadas? — preguntó, albergando cierta esperanza en que no.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60