13/09/2017, 04:02
No si estaba claro que era peligrosa, acababa de hacer un boquete a un árbol con solo un golpe y la sola idea de darle a una persona con eso era simplemente perturbadora para la Kageyama, que seguía bastante agitada por el gasto de chakra y también el ejercicio.
—Ya, no sé si quiera darle a alguien con eso —reconoció desviando una vez más la mirada al tronco caído.
Él mismo lo había dicho, tal vez y hasta podría partirle el cráneo a alguien si se lo asestaba en la cara, también el chidori, si bien lo quería perfeccionar, no le apetecía probarlo en nadie o probablemente terminaría por matarle o amputándole un miembro así que…
—Gracias —afirmó, aceptando la ayuda que le ofrecían—. Yo me llamo Kageyama Koko, es un gusto.
Fue entonces cuando soltó aquella frase, ciertamente arrogante pero que no podía recriminarle por ello. «Y yo que perdí en la primera ronda, doy vergüenza »Pensó echándose abajo su propia autoestima, porque es gratis y podía.
—Felicidades, yo no pasé de la primera ronda —respondió cabizbaja—. ¿Fue muy difícil para ti?
Con aquella segunda pregunta, Yota tenía la chance de pisarle la poca autoestima que le quedaba a la pecosa y arrojarla al suelo, pisarla, patearla, llenarla en tierra y si se le antojaba incluso podría mearle y cagarle encima. O bien, podía animarla un poco con una frase.
—Ya, no sé si quiera darle a alguien con eso —reconoció desviando una vez más la mirada al tronco caído.
Él mismo lo había dicho, tal vez y hasta podría partirle el cráneo a alguien si se lo asestaba en la cara, también el chidori, si bien lo quería perfeccionar, no le apetecía probarlo en nadie o probablemente terminaría por matarle o amputándole un miembro así que…
—Gracias —afirmó, aceptando la ayuda que le ofrecían—. Yo me llamo Kageyama Koko, es un gusto.
Fue entonces cuando soltó aquella frase, ciertamente arrogante pero que no podía recriminarle por ello. «Y yo que perdí en la primera ronda, doy vergüenza »Pensó echándose abajo su propia autoestima, porque es gratis y podía.
—Felicidades, yo no pasé de la primera ronda —respondió cabizbaja—. ¿Fue muy difícil para ti?
Con aquella segunda pregunta, Yota tenía la chance de pisarle la poca autoestima que le quedaba a la pecosa y arrojarla al suelo, pisarla, patearla, llenarla en tierra y si se le antojaba incluso podría mearle y cagarle encima. O bien, podía animarla un poco con una frase.