23/07/2015, 20:37
Todo ocurría de manera apresurada, haciendo imposible el detenerse a valuar la situación.
El joven Ishimura trataba de concentrarse en correr lo más aprisa posible, pero su cuerpo se encontraba un poco maltrecho, por lo que se encontraba peligrosamente cerca de ceder. Pero él bien sabia que cualquier debilidad en aquella situación le costaría la vida.
Por lo que tomo las fuerzas que le quedaban, y tomando aire con gran fuerza. Inicio una desesperada carrera para llegar al otro lado del abismo antes de que el puente terminara de despedazarse.
Tal fue el ímpetu con el cual corrió, que de tanto agitar sus brazos la tenue llama de la antorcha se extinguió. Sumiéndolo a él y a su compañera en una completa oscuridad. Aquello pudo haber sido una condena para ambos, pero por suerte para los dos jóvenes; no necesitarían ver el camino, puesto que solo tenían que seguir corriendo en línea recta hasta pisar suelo firme.
En un momento dado; Kazuma sintió que la roca debajo de sus pies se resquebrajaba, por lo que siguiendo su instinto dio un salto enorme hacia adelante, esperando que este alcanzara para llegar al otro lado.
Luego de aquel despegue, pudo sentir como una roca saliente le golpeaba en el abdomen. Por poco se suelta debido a aquello, pero logro sostenerse a la saliente con un firme agarre, que de haber sido en la resbalosas rocas de las cavernas anteriores, con toda seguridad se hubiera caído.
«Vamos, sube» —pensó, mientras trataba de impulsarse hacia arriba con una sola mano.
Luego de unos instante logro subir a la parte plana de la cornisa.
«Joder, que difícil» —se quejo consigo mismo, mientras sentía como todos sus músculos se quejaban por el abuso, a la vez que su respiración se tornaba menos agitada con el pasar de los segundos.
Una idea atravesó sus pensamientos.
«Esperen… ¿y la chica de Amegakure?» —Todo había pasado tan rápidamente, que el peliblanco no tuvo tiempo de fijarse de si su compañera había logrado salvarse.
El joven trataría de revivir la antorcha, pero a las ascuas que le quedaban les tomaría un rato volver a arder adecuadamente. Por lo que le tiro un trozo de tela seca encima y dejándola a un lado para que encendiera procedió a tratar de localizar a su compañera.
—Hey, ¿sigues con vida? —pregunto a la oscuridad, aquella saliente rocosa era pequeña, pero con tantas penumbra era imposible ponerse a buscar. Por lo que tendría que encontrarse por el sonido de sus voces, al menos hasta que la antorcha volviera a encender.
El joven Ishimura trataba de concentrarse en correr lo más aprisa posible, pero su cuerpo se encontraba un poco maltrecho, por lo que se encontraba peligrosamente cerca de ceder. Pero él bien sabia que cualquier debilidad en aquella situación le costaría la vida.
Por lo que tomo las fuerzas que le quedaban, y tomando aire con gran fuerza. Inicio una desesperada carrera para llegar al otro lado del abismo antes de que el puente terminara de despedazarse.
Tal fue el ímpetu con el cual corrió, que de tanto agitar sus brazos la tenue llama de la antorcha se extinguió. Sumiéndolo a él y a su compañera en una completa oscuridad. Aquello pudo haber sido una condena para ambos, pero por suerte para los dos jóvenes; no necesitarían ver el camino, puesto que solo tenían que seguir corriendo en línea recta hasta pisar suelo firme.
En un momento dado; Kazuma sintió que la roca debajo de sus pies se resquebrajaba, por lo que siguiendo su instinto dio un salto enorme hacia adelante, esperando que este alcanzara para llegar al otro lado.
Luego de aquel despegue, pudo sentir como una roca saliente le golpeaba en el abdomen. Por poco se suelta debido a aquello, pero logro sostenerse a la saliente con un firme agarre, que de haber sido en la resbalosas rocas de las cavernas anteriores, con toda seguridad se hubiera caído.
«Vamos, sube» —pensó, mientras trataba de impulsarse hacia arriba con una sola mano.
Luego de unos instante logro subir a la parte plana de la cornisa.
«Joder, que difícil» —se quejo consigo mismo, mientras sentía como todos sus músculos se quejaban por el abuso, a la vez que su respiración se tornaba menos agitada con el pasar de los segundos.
Una idea atravesó sus pensamientos.
«Esperen… ¿y la chica de Amegakure?» —Todo había pasado tan rápidamente, que el peliblanco no tuvo tiempo de fijarse de si su compañera había logrado salvarse.
El joven trataría de revivir la antorcha, pero a las ascuas que le quedaban les tomaría un rato volver a arder adecuadamente. Por lo que le tiro un trozo de tela seca encima y dejándola a un lado para que encendiera procedió a tratar de localizar a su compañera.
—Hey, ¿sigues con vida? —pregunto a la oscuridad, aquella saliente rocosa era pequeña, pero con tantas penumbra era imposible ponerse a buscar. Por lo que tendría que encontrarse por el sonido de sus voces, al menos hasta que la antorcha volviera a encender.